El florero de Carrasquilla

Una docena de huevos en Colombia en algunos supermercados llega a costar entre $7000 y $9000, un solo huevo en una tienda de barrio vale $300 o $400, un abismo de indiferencia entre la realidad y los indolentes $1800 del ministro que terminaron por exacerbar a la gran masa ciudadana, que cansada de insultos como este salió a llenar las calles de dignidad.

Opina - Conflicto

2021-05-13

El florero de Carrasquilla

Columnista:

Alex Flórez Hernández

 

La historia de Colombia ha estado plagada de funestos personajes que han gobernado y conducido al país por el barranco que hoy se despeña. Figuras ramplonas, responsables de la gran crisis que vivimos, algunos como el ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla por acción y otros como el “presidente” Iván Duque por ineptitud y omisión, ingredientes que al combinar han causado una hecatombe de tamañas proporciones que padece nuestra patria y que el mundo observa con angustia. Uno de estos personajes detonó con un acto tan inocente como insultante–muy parecido al conocido suceso del Florero de Llorente– el gran estallido social que ha envalentonado a los débiles, levantando con fuerza un nuevo grito de independencia y libertad.

El 7 de agosto del año 2018 tomó posesión como presidente de Colombia el señor Iván Duque Márquez, integrante del Centro Democrático, que luego de 4 años de oposición feroz al segundo periodo del nobel de Paz Juan Manuel Santos, llegó a la Casa de Nariño en medio de una fuerte polarización política posterior a la firma de los Acuerdos de Paz en el 2016. Todo esto atizado por la división causada por el innecesario plebiscito que había sido convocado para el mismo año y que dejó al país “literalmente” partido en dos. Duque venía de ser senador de la República, sin proceso político, sin ningún voto, en una lista cerrada que le permitió ser electo entre los 19 senadores que “metió” el recién fundado Centro Democrático, tercer partido formado por el expresidente Álvaro Uribe Vélez, durante su interminable carrera política, gracias a que los votos se emitían únicamente por el logo del partido.

    • El invisible congresista logró llegar a la Casa de Nariño sin haber administrado ni una tienda en el barrio donde nació, experiencia que no necesitó debido a que su campaña fue respaldada, o más bien, realizada por el ya mencionado expresidente, cuya imagen explotaron al punto de posicionar como principal eslogan de la campaña la frase:

“Yo voto por el que diga Uribe”. Esta expresión lapidaria auguraba lo que padeceríamos los colombianos durante 4 años: un gobierno en cuerpo ajeno, con una representación legal en cabeza de Duque, pero con una dirigencia real de Uribe, quien, tras las sombras, o incluso de manera frentera y descarada, tomó nuevamente las riendas del país para conducirlo a la hecatombe que hoy vive.

Luego de casi 3 años de tortuoso aprendizaje, Duque ha demostrado su absoluta incompetencia para dirigir el país, al que se ha “digerido” por su total y absoluta falta de experiencia y ausencia de carácter, principalmente porque no ha sido él, sino Uribe quien gobierna a Colombia. Esta suma de chascos, que han sido la garantía de ruina y fracaso, no solo lo tienen compitiendo con Pastrana por el merecido puesto de “Peor Presidente de la Historia de Colombia”, que algunos creímos era imposible disputarle al quemado expresidente, sino que ha sido también caldo de cultivo para la rebelión de un pueblo que clama justicia en las calles desde el 28 de abril de 2021.

A lo anterior se suma la pandemia del COVID-19 que ha sido devastadora en territorio colombiano, donde casi 3 millones de personas se han contagiado del virus, dejando un saldo de cerca de 80 mil muertos; un plan de vacunación retrasado y mal negociado; 3.6 millones de personas ingresaron a situación de pobreza monetaria solo en 2020; miles perdieron sus empleos y sus negocios quebraron dejando más pobreza que muerte. Aunado a esto, la crisis humanitaria y social que atraviesa el país con 126 masacres ocurridas entre 2020 y lo que va corrido del 2021; el infame anuncio de la compra de 24 aviones de guerra por un valor de 4 mil millones de dólares (14 billones de pesos), tanquetas nuevas para el Esmad y los 10 mil millones que costó renovar las camionetas del presidente; el anuncio del retorno de las fumigaciones con glifosato; el incumplimiento de los acuerdos de La Habana; una inconveniente reforma a la salud, entre otros desaciertos, que han hecho bullir el ánimo de una sociedad en crisis.

Sin embargo, y a pesar de todo esto, la comprensión del riesgo de contagio que representa el contacto con otros y las medidas restrictivas ordenadas por el Gobierno nacional, habían contenido la movilización ciudadana. Hacía falta algo más, un insulto más, una patada más en el pecho a quienes destrozados intentaban levantarse del fatídico año 2020. Esa causa fue la nefasta, regresiva y, sobre todo, inoportuna reforma tributaria presentada por el renunciado ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla; reforma que representaba una amenaza de asfixia económica para las clases medias y bajas, con propuestas de gravar con IVA productos como el café, chocolate, azúcar, sal y los servicios funerarios (si es que hay algo más bajo que cobrar por morirse en tiempos de pandemia); también, la amenaza de obligar a declarar renta a más personas y de aumentar la tarifa impositiva del 39 % al 41 % y la eliminación de beneficios tributarios como los intereses a las cesantías.

Alberto Carrasquilla, conocido por el escándalo de los “Bonos de Agua o Bonos Carrasquilla” durante el Gobierno Uribe, que permitió a inversionistas privados constituir un patrimonio autónomo para prestarle dinero a los municipios con intereses supremamente elevados que terminaron siendo pagados por la nación frente a la absoluta imposibilidad de asumir el compromiso por parte de los primeros, sin contar que en 73 de los 108 municipios que utilizaron los bonos no terminaron las obras programadas, causando un gran escándalo de corrupción que no mejoró en nada el servicio de acueducto y alcantarillado en los municipios involucrados, pero sí llenó de dinero los bolsillos de políticos y privados.

Fue Carrasquilla, quien en una entrevista con la periodista Vicky Dávila en Semana, manifestó de manera insultante frente al precio de algunos productos de la canasta básica las siguientes expresiones que procedo a transcribir en su sentido literal: Vicky Dávila: “O sea que ni le pregunto si sabe cuánto vale un huevo, o si sabe cuánto vale una libra de arroz. Yo le confieso, yo no sé, no lo tengo en mis cuentas”. Alberto Carrasquilla: “Me corcha, quedo como un zapato digamos, pero digamos en el tema de los huevos pues depende si es… depende de la calidad, pero digamos que 1800 pesos la docena o algo así es lo que yo tengo en enen la cabeza. Ehhh, la libra de arroz depende también mucho de la calidad, hay de todo, ehh, digamos, de dede, de todo, de todo, en ese, en ese rango. Pero no me corche Vicky, no sea mala”. Esa fue la gota (o más bien el chorro) que derramó el vaso, el florero de Llorente del siglo XXI, la demostración irrecusable de la desconexión profunda de una elite de gobierno con las realidades del colombiano de a pie. Una docena de huevos en Colombia en algunos supermercados llega a costar entre $7000 y $9000, un solo huevo en una tienda de barrio vale $300 o $400, un abismo de indiferencia entre la realidad y los indolentes $1800 del ministro que terminaron por exacerbar a la gran masa ciudadana, que cansada de insultos como este salió a llenar las calles de dignidad.

Todos estos factores fueron caldo de cultivo para un gran paro nacional en el que las ciudades han visto multitudinarias manifestaciones pacíficas que terminan en reyertas, muchas veces provocadas por la Policía, que ha sido acusada internacionalmente de violar los derechos humanos en Colombia y el derecho constitucional a la protesta: asesinando, golpeando y con múltiples denuncias de desapariciones. Esta situación ha sido reforzada por la violencia generada e impulsada por el expresidente, quien a través de su Twitter encendió más, el ya incendiado ambiente, invitando a “apoyar el derecho de soldados y policías de utilizar sus armas” en las protestas; mensaje que fue borrado por la red social pero que alcanzó a generar el efecto deseado por el expresidiario, quien es acusado de haber propiciado 6 402 ejecuciones extrajudiciales (hasta ahora) durante su presidencia.

Varias decenas de personas han sido asesinadas en el marco de las movilizaciones a manos de la Policía y las manifestaciones cada vez se tornan más violentas. Balaceras, destrucción de bienes públicos, saqueos propiciados por la delincuencia común que aprovecha el desorden para cometer robos, afectaciones de lado y lado, colombiano contra colombiano; también con quemas de puestos de la Policía e intentos de incinerar vivos a miembros de la fuerza pública, tan reprochables y deleznables como cada violación y hecho violento causado por este mal Gobierno que no tiene rumbo y condena al país entero a la corrupción, el hambre y la muerte. La hoguera arde y el país se levanta, muestra de una nación que ya no tiene miedo, como dijo el artista puertorriqueño Residente, “Si un pueblo sale a marchar en medio de una pandemia, es porque su gobierno es más peligroso que el virus”. El desenlace es incierto, pero lo seguro es que, si el Gobierno nacional continúa asesinando y desconociendo a los sectores populares, nos enfrentamos al riesgo latente de una guerra civil. Es el tiempo para que Duque asuma por primera vez la Presidencia, quitarse de encima la sombra negra de Uribe que lo tiene prisionero y dar un timonazo que le permita recoger algo de dignidad antes de abandonar la Casa de Nariño.

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Alex Florez Hernandez
Concejal de Medellín por el movimiento Independientes (2020-2023). Exrepresentante de los Estudiantes de Colombia ante el Consejo Nacional de Educación Superior CESU. Empeliculado con la Paz, comprometido con la política, apasionado por el Derecho y fiel creyente de la educación como motor de transformación.