Columnista: Juan Sebastián Gil
“…Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.”
Fragmento La poesía es un arma cargada de futuro, Gabriel Celaya.
Sobre la indiferencia
Una cólera social que intenta establecerse en el país es la de la timidez política, la de la comodidad y la indiferencia. Esta práctica mezquina de la no polarización es la que cimienta las narrativas hegemónicas y defiende el establecimiento. Es común que la ciudadanía asuma con cobardía su responsabilidad política, por miedo o insensatez.
La apatía es un cáncer, una diáspora de mediocridad que la oligarquía colombiana cimenta a través de los medios de comunicación, uno de los aparatos ideológicos del Estado. Las matrices de opinión han sido coordinadas con pulcritud por la clase dirigente, orientando a la ciudadanía a mediocres lugares comunes que son el triste destino de cualquier debate político.
Sin embargo, en un territorio que está constantemente en resistencia, en la búsqueda de la emancipación y la defensa de la tierra, es notable la acción valiente de las organizaciones sociales, indígenas, étnicas y campesinas.
El movimiento social no ha cesado de participar activamente de la construcción del país, a pesar del genocidio sistemático de quienes piensan diferente. Lo cual denota que el problema no es únicamente la apatía, sino el temor de los poderosos, que a través del terrorismo de Estado silencian la voz de quién los enfrenta.
El Paro Nacional
Colombia es un país ciertamente confrontado en el escenario social, la inconformidad popular históricamente ha impulsado procesos de agitación, desde las regiones. Los movimientos sociales han coordinado marchas, plantones, paros, tomas de terreno y demás expresiones de resistencia legítimas.
Paran los indígenas, paran los estudiantes, paran las centrales obreras, sin embargo, no se ha logrado conquistar el apoyo de la mayoría social. Esto corresponde a la atomización de la protesta social, a la reducción de la lucha popular a sectores sindicales específicos en una región, a organizaciones campesinas y al movimiento estudiantil en otra.
Solo cuando se ha logrado cohesión entre diferentes sectores sociales y estos participan activamente de un escenario de protesta, esta consigue subvertir las medidas o imposiciones criminales del Estado.
El mal llamado Paro Nacional, sin duda, está rodeado de desaciertos que conllevaron a la pérdida de fuerzas, concentrando como foco de protesta a Bogotá y dejando atrás el resto de las regiones y procesos sociales. Además de un Comité Nacional del Paro inestable, improcedente y lleno de vicios sindicales; por lo cual el paro, ni fue nacional ni paró la producción y tráfico de riquezas.
En cambio, sí demostró que el país está pasando por un despertar social, que es necesario, y que, por tal, debe ser orientado con estrategia para conquistar una protesta social verdadera, legitimada y masiva. Esto, para que se alcancen transformaciones estructurales necesarias.
A partir de ello, a pesar del mal sabor de boca que deja el desarrollo del paro, crecen las apuestas colectivas y se alcanzan pequeñas victorias que llenan de esperanza el corazón de quienes pretendemos un mejor país.
Del 21-N al 21-E, certezas y esperanzas
Es cierto que el Paro Nacional representa una disputa política importante, sin embargo, es ambicioso pretender que el paro, per se, conquiste una transformación estructural. Previa a la conquista del poder político se debe conquistar el poder simbólico, esa es la certeza para mí.
La gran conquista es la transformación de la razón y el corazón de la gente. Después de lo sucedido en estos dos meses uno esperaría que la participación política sea una constante, que esté llena de alegría y de argumentos.
El sentido colectivo es una victoria representativa, pues cada vez se afianza más el sentido del vecindario como se evidenció en los múltiples cacerolazos barriales, asambleas populares y acciones colectivas en medio del paro.
Conseguimos derrotar, parcialmente, ese cancerígeno estado individualizado del neoliberalismo, que pretende aislarnos como sujetos políticos.
Un proceso fundamental es el afianzamiento territorial de la protesta, es necesario visibilizar las comunidades en resistencia, dado que ellas son víctimas de una violencia escalada que no les permite salir de la situación de la marginalidad a la que son condenados por la clase dirigente.
Los retos están en la dirección del paro, el devenir del movimiento social ha sido limitado porque las dirigentes sindicales, estudiantiles y sociales se han burocratizado y se han olvidado de la fuerza que le da legitimidad: la gente.
Fotografía cortesía de Agencia de Información Laboral – AIL, INS.