No hace menos de 8 años conocí a don Luis Fernando Figarí, y lo del don no es por ser un señor de alcurnia, sino que por su condición de laico consagrado, fundador de tres comunidades religiosos de más de mil miembros y de un movimiento presente en más de 20 países con más de 20.000 miembros, no merecía otro apelativo. Algunos lo llamaban el “iluminado” la “antena del Espíritu Santo”. Cuando decían su nombre en la comunidad religiosa todos temblaban en una especie de mística conjugaba con un adefesio temor. Hoy de eso no queda nada. La comunidad religiosa llamada El sodalicio de vida cristiana, orden que nació en Perú, pero que opera en Colombia en ciudades como Calí, Medellín y Bogotá, lo relegó de su poder.
Renunció al saber que su cofundador, en el proceso de causa de canonización, el que llamara en su lecho de muerte: “El mejor entre nosotros”, había sido puesto en evidencia por un pasado de abuso y de relaciones homosexuales al interior y exterior de la comunidad, como también el descubrimiento de uno de sus más cercanos, Daniel Murguía Ward, fuera atrapado infraganti en un hotel importante de Lima, obligando a practicarle sexo oral a dos menores de edad, y quien sabe que otras atrocidades, quien hoy está libre por la justicia peruana.
Este suceso fue ciertamente la pequeña apertura de la olla a presión. La comunidad y externos a ella, empezaron las denuncias contra este sujeto y su séquito, hasta el punto que Cuarto Poder y un libro conocido: “Mitad monjes, mitad soldados” de Pedro Salinas, revelaran los atropellos, abusos, maltratos psicológicos, y otros daños, que involucraría incluso menores de edad. Y que llevarían al Tribunal Eclesiástico de Lima a poner, por fin, cartas en el asunto.
Mientras tanto del sujeto en cuestión, solo se conocía, que había comprado una vivienda multimillonaria en Italia. Luego la orden lo relegaría y apartaría. Pero con él se revela la caída de una orden que lleva más de cuarenta años consolidando un emporio de colegios, universidades y negocios en los países en que se encuentra. De la cual debo decir, no todas las personas son malas, ciertamente, hay muchos que están plenamente orientados a seguir su vocación.
De la santa sede solo se ha recibido el silencio, caso que no es de extrañarse, debido a que fuera el mismo modus operantis cuando se le revelaron los hechos al fundador de los Legionarios de Cristo, Padre Marcial Maciel, quien al igual de Luis Fernando, contaba con una fortuna millonaria de su fundación, y que fue aislado de la orden, en un proceso que se conoce como la separación.
Este silencio del papa Francisco, el “reformista” es muy parecido al de su antecesor Juan Pablo II, que de la misma forma, ante los abusos de Irlanda, Estados Unidos y Australia, con argumentos contundentes, respondió con una frase que recordaremos del hoy santo “Los sacerdotes no deben ser juzgados por la justicia común”. No muy lejano, del silencio del arzobispo de Medellín, Mons. Ricardo Tobón frente a las acusaciones que se le hacen a los sacerdotes, por mencionar un caso, el relacionado al Padre José Elías Lopera. En fin, como si repitiéramos la triste historia de la película ganadora de los premios Óscar: Spotlight, una y otra vez.
En Perú, el superior actual de la orden, Sandro Moroni, puso a su disposición su cargo, debido a que testimonios ante la comisión “externa” de ética que se contrató por parte de esta comunidad después de las denuncias contra Figari, se le acusó también de sucesos ocurridos en la vida comunitaria. (Ver más)
Pero ni siquiera este acto de humildad, redujo que dicha comisión “externa” de ética, muy laxa en mi concepto y en sus procedimientos, estableciera un duro informe contra esta comunidad, donde se reflejaron importantes denuncias de abusos, maltratos psicológicos e incluso abusos sexuales. Asunto que se puede detallar en los siguientes documentos: (Link 1) (Link2)
Adicionalmente, debo decir que estos informes se quedan cortos. Quienes conocimos a Luis Fernando Figari Rodrigo de cerca, podemos confirmar un sinsabor de un hombre oscuro, con extremos privilegios (Ver más detalles), con un poder de manipulación psicológica sin medida, con una corte de bufones que nos recibía con música y baile, con alto contenido de discriminación enfocado en una raza perfecta de niños rubios quienes eran sus predilectos, porque no decirlo, gringos, chilenos y argentinos; y con una carga emocional supremamente dañina y casi destructiva hacia la persona que no se sometía a sus antojos. Pero de la justicia no queda nada, solo la tal dolorosa “separación” que le hizo la comunidad en todos los medios de comunicación.
De lo último que se sabe, es que la santa sede ha sido bastante benévola. Les ha impuesto un obispo para que acompañe a la comunidad, no con la misma radicalidad que como ocurriera con los Legionarios, a quien les impuso un superior, sino que en este caso, es un acompañante (Ver más). En ese sentido la santa sede, fallo, compartiendo lo que expresa un amigo, muy reconocido analista político, de marketing y de marca, Miguel Jaramillo Luján: «La espiritualidad y los propósitos del Sodalicio son muy válidos, pero lo ocurrido con su núcleo fundacional obliga a una implosión de marca, esto significa que se debería optar por mantener los valores, pero no continuar con el mismo proyecto bajo la presentación actual. Es real que los problemas vienen desde hace tiempo pero también que hay muchos proyectos valiosos que son de orden económico y social que no tienen porque verse afectados por esta imagen tan golpeada y lastimada en su reputación”.
Que yendo más allá de lo que expresa Jaramillo Luján, creo que el asunto debiera profundizarse: reconocidas comunidades religiosas, los carmelitas, los franciscanos, los benedictinos y los jesuitas, tuvieron que ser reformados, cuando sus prácticas habían perdido toda orientación. La radicalidad de sus reformas, los fortalecieron como órdenes que hoy ostentan el prestigio y la credibilidad que estaban perdiendo en sus épocas de crisis.
No es lejano lo que le debiera suceder a esta comunidad, y por qué no, en pleno a toda la iglesia, su reforma es eminente, y creo que no se trata solo de pequeños curetajes, se trata de extirpar uno de sus mayores males: el celibato y la visión negativa que se tiene del cuerpo, porque mantener esta orientación, solo ahondaría el alejamiento de Cristo, que se viene viviendo en los actos de clérigos desorientados. En fin, cuando se trata de heridas y gangrenas, de nada sirve tapar con curitas, menos aún cuando las veladoras, del cartel de las veladoras, están quemando el templo de Dios por completo.