El cáncer y el color de los días grises

Combatimos el cáncer con todo tipo de cosas, pero se nos olvida el amor. Podría ser la mejor arma de todas.

Regina Brett

Opina - Política

2018-01-05

El cáncer y el color de los días grises

Los amantes del séptimo arte y aquellos que no olvidamos aquel baluarte fílmico, ‘Casablanca’, recordamos a la celebrada Ingrid Bergman, quien batalló contra el cáncer de mama y dejó una frase que se requinta en el alma de la palabra ‘esperanza’: “El tiempo se acorta, pero cada día que enfrento a este cáncer y sobrevivo a él es una victoria para mí».

Esta premisa confirma lo que pude evidenciar en un reciente taller que dicté con la psicóloga clínica ecuatoriana, Karen Quezada, ante un grupo de guerreros, un ejército de vida llamado Jóvenes Contra el Cáncer; tomamos la decisión de titularlo ‘¿De qué color son tus días grises?’ y las personas que llevan cada día esta enfermedad nos compartieron aquello que no siempre se enseña la academia: la vida.

Doña Clara (nombre protegido), una reina que ha luchado contra el cáncer de estómago, por ejemplo, nos compartió que Dios y la familia representan esa parte blanca de los días grises y los refiere como estandarte de batalla y, como bien hubiese declarado Bergman, teje la victoria de cada día.

La bomba colorada que se rotaba entre los participantes, conforme iban pasando las intervenciones, le correspondió a Mirella (nombre protegido), mientras dos gotas de plata delineaban sus mejillas y ungían su rostro, dejando un sublime cuadro para el recuerdo, pues mecía en sus brazos a su pequeño y dormilón hijo, y subrayó que su familia es esa rama de la cual se prende para no caer en el abismo.

Es motivador, por decir un mero calificativo entre una infinidad de los que cabrían, que precisamente las personas que más enfrentan, confrontan o afrontan diariamente en ese territorio de lo nefasto, son, quizá, quienes más axiomas pueden vincular a esa pedagogía de la vida… cada uno de ellos representa un anaquel abierto de la esperanza.

No se trata, como es común, de atribuírsele tajantemente el carácter infausto y fatalista al cáncer; dicho de otro modo, no asumir los días grises solo como días oscuros, sino concebir que el color blanco, en términos denotativos, es indispensable para dar el tono del gris… que cada uno de estos días es también una aventura, una arremetida en defensa de los sueños, una oportunidad para bendecir cada segundo.

Otra de las sentencias de vida de más repercusión en nosotros es que tener cáncer no suscita expresamente vivenciar la muerte, pues, según nos manifestaron, este puede representar ya sea un desafío que exige un nexo estrecho con el aquí el ahora, una invitación a vencer los apegos, una incitación para defender cada momento y un reto para dignificarlo, como bien decreta, en un revelador juego de palabras, el fallecido periodista John Diamond: “Cancer is a word, not a sentence” (El cáncer es una palabra, no una sentencia).

La psicóloga Quezada refiere que es común comprender que las personas con ‘enfermedades catastróficas’ (designación legal -y discutible- que se da en Ecuador) “encuentran en el aquí y en el ahora, a veces en lo sencillo, esa motivación para ese combate por la vida”; lo que sugiere que cada paciente oncológico es un universo distinto, y, según su diagnóstico y circunstancias específicas, optan por compartir con su familia, aprovechar cada segundo para cumplir lo que siempre soñaron o reprimieron, expresar los afectos reprimidos, y otras opciones precisadas en filmes como ‘La lista del cubo’ o ‘Camino’.

No hay mayor fundamento para hablar sobre un tema determinado que la vivencia misma, y fue Álex Dávila, un guerrero que a los 15 años emprendió su batalla ante un cáncer en los huesos y fue con la creación de la fundación Jóvenes Contra el Cáncer como levantó una plataforma que cada vez toma más fuerza.

Él se nos adelantó en el camino; sin embargo, como la más remanente de las semillas, legó esta iniciativa que hoy es un punto de apoyo para pacientes oncológicos que, en Ecuador, gestionan atenciones, medicamentos y dan apoyo psicológico y terapéutico, además de suplir necesidades determinadas de pacientes que no cuentan con ciertos recursos.

A veces, esos días grises pueden tener un verde de esperanza y un azul que representa el cielo, como refleja los colores del logo. Esta fundación es con ánimo de lucro, sí, se lucra y dona confianza,  humanidad, vida y, con el apoyo de los donantes y todo su personal, está siempre dispuesta a aportar el vinilo blanco en aquellos días grises.

Fue una experiencia digna de ser narrada y urge testimoniar, en la magia de lo simple y de algunas cosas inolvidables, algo que puede representar un espacio para vencer aquella indiferencia que nos divide y solidificar lo humano.

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Manuel Felipe Álvarez-Galeano
Filólogo hispanista, por la Universidad de Antioquia; máster en Literatura Española e Hispanoamerica, por la Universitat de Barcelona. Aprendiz de escritor, traductor, corrector y conferencista. Estudiante del doctorado en Estudios Sociales de América Latina, en la Universidad de Córdoba, Argentina. Docente de lengua y literatura, de lenguas clásicas y romances, y de estudios sociales. Ha publicado los libros El carnaval del olvido, en Málaga, España (2013); Recuerdos de María Celeste, en Medellín (2002), y la novela El lector de círculos, en Chiclayo, Perú (2015).