El asbesto en una sustancia traicionera. Invisible y de efecto lento, sus consecuencias para la salud suelen ser tardías, por lo que los primeros síntomas por haber estado expuesto a la sustancia pueden demorar años y hasta décadas en aparecer.
Pero cuando aparecen, las consecuencias suelen ser fatales. Lo saben bien los familiares de las más de 100.000 personas que cada año mueren en el mundo producto de enfermedades, cancerígenas en su mayoría, asociadas al asbesto.
En nuestro país este dolor lo conoce de cerca Daniel Pineda, viudo de Ana Cecilia Niño, mujer que murió en enero de 2017 y que, mientras estuvo enferma debido a su larga exposición al asbesto, encabezó una campaña para llamar la atención sobre los irreparables efectos que la sustancia tiene para la salud de los colombianos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), por cierto, conoce bien estas devastadoras consecuencias y por eso es que desde hace años alerta respecto de sus fatales consecuencias para la salud humana. La preocupación ha sido atendida por muchos países del mundo, los que se han encargado de prohibir la sustancia, entre ellos varios de la región como Argentina, Chile, Uruguay y muy recientemente Brasil.
En Colombia, de manera inexplicable, seguimos esperando una medida similar. Mientras tanto, el asbesto sigue presente en casas, hospitales y escuelas, enfermando lenta y silenciosamente a los colombianos donde se supone que debieran estar más protegidos.
Nuestro país es el sexto productor mundial de asbesto, ya que consume al año 24 mil toneladas de esta sustancia, lo que equivale a 0,49 kilogramos por persona. Estos números, sin duda, son alarmantes: es como si cada ciudadano tuviese asignado medio kilo de veneno por año.
Sólo para graficar: desde su fundación, la empresa Eternit, una de las principales empresas que comercializa productos con asbesto en Colombia, ha puesto más 40,000 km de tuberías, lo equivalente a cruzar el país 23 veces de punta a punta con materiales cancerígenos. A su vez, ha cubierto más 300 millones de metros cuadrados con sus tejas, semejante a la superficie total de la ciudad de Medellín.
Luego de muchos años de lucha, en octubre del 2017, se evidenció cómo la coalición de organizaciones, instituciones médicas y científicas; y más de 130 mil colombianos que apoyaron las peticiones de Greenpeace, Hagamos Eco y Change ejerció presión para que la Comisión Séptima del Senado apruebe la iniciativa “Ana Cecilia Niño”, en primera instancia, que pretende prohibir esta fibra en el país.
En el 2018, sin embargo, vimos en el Senado, una vez más, el triste rostro que suele exhibir la política. Uno en donde lo relevante –como salvaguardar la salud de los colombianos liberándolos del asbesto- quedó aplazado por las rencillas de la disputa preeleccionaria. Así las cosas, el proyecto que busca liberar a Colombia del asbesto quedó aplazado en su discusión hasta marzo de ese año. Hoy, la ley que busca prohibir esta sustancia, está una vez más en vilo.
Son miles los colombianos decepcionados. Pero más allá de eso: los ciudadanos y organizaciones que han batallado para liberar al país de la tóxica sustancia volverán con fuerza para exigir que los senadores, por fin, silencien para siempre la voz del asbesto.
Foto cortesía de: La Fm
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