El abstencionismo y ausentismo electorales nos tienen en la inopia

Pareciese que la decisión de votar fuese como elegir el color de unos zapatos, comprar un par de medias, elegir una buena película o jugar un chance. Se deja a la suerte decidir por quién votar y de igual modo se hace, cuando ya se ha votado, con todos los colombianos.

Opina - Política

2021-02-15

El abstencionismo y ausentismo electorales nos tienen en la inopia

Columnista:

Diana Carolina Abril Giraldo 

 

Recuerdo a mi madre, cuando era pequeña, decir, «estamos en la inopia». Una palabra de la que no tenía ni idea qué significaba; aunque, con el paso del tiempo, pude asemejar el término a ciertas situaciones y así me di cuenta de que no hemos salido de allí y de que aun cuando algunos le echan la culpa de ese «trance» a los que votamos mal (en algún momento lo hice), al menos voté.

Sin embargo, el problema de fondo es que hay un porcentaje que sale a relucir cada vez que hay elecciones. Un triste porcentaje de abstencionismo y ausentismo electorales que ronda, según las últimas elecciones y de acuerdo con la Misión de Observación Electoral (MOE), el 46 % conforme al censo electoral para votar; es decir, algo más de 16 millones de personas que no votan porque se les dificulta por sus condiciones de vida, les da pereza, no creen que votar sirva, el día de las votaciones algo les pasó, etc., circunstancias que en definitiva, influyen en las elecciones y en muchas ocasiones, en los pésimos elegidos por los que sí votan. Cabe agregar que, en muchos casos, según la MOE, hay unos factores de riesgo que limitan o impiden el derecho a votar. 

He ahí el meollo del asunto. Estamos en la inopia, de seguro, por esa enorme cantidad de personas que no pueden o que se abstienen. Como si, esto último, fuese una decisión como con la que se cuenta en Derecho de objetar la conciencia porque el objetador no se siente bien para hacer algo que le corresponde según sus funciones. Pareciese que la decisión de votar fuese como elegir el color de unos zapatos, comprar un par de medias, elegir una buena película o jugar un chance. Se deja a la suerte decidir por quién votar y de igual modo se hace, cuando ya se ha votado, con todos los colombianos.

En las elecciones pasadas se me ocurrieron dos títulos que se contradecían de dos artículos que hice: Vote, aunque se equivoque y Vote, pero no se equivoque que por cierto, fueron poco leídos y compartidos; a la gente del común poco le importa el destino del país, pues las estadísticas, como pueden observar, así lo indican.

Pero bueno, mi intención con los escritos era exhortar a los habilitados para votar, para que así lo hiciesen; no obstante, que lo hicieran de la manera correcta, y que si se equivocaban, por lo menos habían ejercido ese derecho y deber ciudadano que no da «muchos» beneficios económicos, fuera de el tan anhelado medio día de trabajo o el 10 % de descuento en las universidades, en el pasaporte, libreta militar y demás beneficios, pero que aparte de esas «ayudas», en realidad lo importante es que por medio del ejercicio ciudadano, hecho de ese modo por tantos años, se define el futuro de todos los colombianos. Un futuro algo incierto, por cierto. 

En este punto, no pretendo decirle que vote por alguien en particular, ni que no vaya a votar por los mismos. Solo le pido que vote, así se equivoque. Vote por encima de las dificultades. Por encima de sus creencias, pero vote.

Cabe decir que en las elecciones pasadas disminuyó ese ausentismo y abstención electoral que a todos nos tiene jodidos, y de manera general, en las elecciones en Colombia, entre 1978 y 2010, el país no superaba el 45 % de votantes, y como pueden observar, ahora se sobrepasa el porcentaje de abstencionismo; a pesar de ello, con respecto a América Latina, y en relación con las últimas elecciones, estamos en el octavo lugar de nueve países analizados, superados por República Dominicana y México respectivamente. 

Ahora bien, es bueno aclarar que no es lo mismo el ausentismo que la abstención, pues según la MOE, la primera noción; se da, de manera obligada, «por factores geográficos y por el factor distancia, y accesibilidad espacial electoral»; y la segunda, se refiere al «conjunto de ciudadanos que no ejercen el derecho al voto estando capacitados para hacerlo, ya sea por razones voluntarias y sin mediar una restricción externa». En todo caso, de acuerdo con el organismo, «el ausentismo recoge tanto a abstencionistas como a no votantes que tenían intención de votar pero que no pudieron hacerlo».

Siendo así las cosas, lo importante es que los que sí tienen la voluntad de votar, y lo pueden hacer, lo hagan superando cualquier barrera. Si minimizamos el abstencionismo, es claro que aumentaremos y mejoraremos la democracia, aunque mejor todavía, saldremos de esta inopia en la que (de verdad) nos tienen, equivalente al 37,5 % y que, de forma lamentable, seguirá aumentando debido a la coyuntura.  

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Diana Abril
Exbecaria de la Organización de los Estados Americanos (OEA). Administradora pública. Integrante de la Asociación Colombiana de Correctores de Estilo, miembro de la Red de Investigadores Latinoamericanos, editora junior de la revista Justicia y Derecho de la Universidad del Cauca, asesora y consultora académica y par evaluador ocasional de la revista Nova et Vetera de la Escuela Superior de Administración Pública.