‘El abogado del diablo’

El recién nombrado coordinador del grupo de Víctimas del Ministerio del Interior afirma que sus intenciones son sinceras y solo pide una oportunidad para demostrarlo; pero, por honesto que sea en sus declaraciones, lo cierto es que su criterio y desempeño no serán objetivos. Veamos porqué.

Opina - Conflicto

2020-05-23

‘El abogado del diablo’

Columnista:

Daniel Mauricio Meléndez M.

 

El nombramiento de Jorge Rodrigo Tovar Vélez, hijo de alias “Jorge 40”, exjefe paramilitar y excomandante del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), ha desatado una polémica inusitada, pero previsible, en redes sociales y medios de comunicación del país. Voces de rechazo se alzan desde todas las organizaciones de víctimas, que ven este nombramiento como una afrenta, un insulto, o una provocación, a la memoria de las víctimas asesinadas y al testimonio de las sobrevivientes.

No es para menos. El Bloque Norte de las AUC, con radio de acción en departamentos del Caribe colombiano, cuenta con un estimado de 18 000 víctimas de masacres y desapariciones en los departamentos de Guajira, Cesar, Magdalena, Atlántico y Santander. En cuanto a “Jorge 40”, el excabecilla se ha mostrado renuente a colaborar con la justicia. Cabe recordar que un portátil suyo, incautado a uno de sus hombres de confianza, prendió el escándalo de la ‘parapolítica’.

No conozco a Jorge Rodrigo Tovar Vélez. Hasta ayer supe de su existencia. Por ello, me di a la tarea de indagar un poco más y me llamó la atención su elección de carrera, su trayectoria laboral y, sobre todo, el campo en el que se ha desempeñado durante los últimos años. El ejercicio, interesante cuando menos, deja entrever la intencionalidad de sus acciones.

 

Pidiendo perdón: ¿razón de la sinrazón?

Jorge Rodrigo Tovar Vélez es abogado con énfasis en Derechos Humanos (!) de la Universidad del Rosario, especialista en Derecho Penal de la Universidad Externado de Colombia y magíster en Dirección Pública de la Universidad Menéndez Pelayo de Madrid (España). Luego de varios años en el exilio, volvió a Colombia, radicándose en Bogotá en 2013 y regresando a Valledupar en 2016. Allí trabajó en la Alcaldía de Valledupar; en la Oficina Asesora de Paz de la Gobernación del Cesar y en la Organización Internacional para las Migraciones (!!).

En septiembre de 2016, durante un evento a favor del plebiscito en Valledupar, el hijo de “Jorge 40” elogió el proceso de paz de Juan Manuel Santos, a la vez que criticó el proceso de paz con las autodefensas, afirmando que “el proceso de paz que fue construido con mentiras, con engaños y mal construido fue el que hizo el gobierno con las autodefensas”. Una entrevista con Semana, publicada ese mismo mes, devela un poco más sobre qué pensaba el hijo de “Jorge 40” acerca del proceso de paz con las AUC, con las FARC, la relación con su padre, entre otros temas.

Tovar ha participado directamente en temas relacionados con las víctimas del conflicto armado (!!!). El diario El Tiempo reporta que Jorge Rodrigo Tovar ha participado en “Diálogos Improbables”, una metodología que, en la práctica, ha mostrado que sí es posible “emprender ese camino. En Cesar y Meta se ha logrado establecer un espacio de diálogo entre líderes con derechos e intereses sociales, económicos y políticos diversos y contrapuestos, y con posturas y visiones distintas frente a los temas relativos a la convivencia y el desarrollo” [La Silla Vacía].

El 3 de octubre de 2017, Jorge Rodrigo Tovar hizo parte de un conversatorio en Cali junto a Jaime Palmera Pineda, (hermano de Ricardo Palmera, alias “Simón Trinidad”, excomandante del Bloque Caribe de la desaparecida guerrilla de las FARC) y la señora Bertha Lucía Fríes, víctima del atentado de las FARC al Club El Nogal en febrero de 2003 y activista que defiende los derechos de las víctimas de este atentado.

Tovar y Palmera se habían encontrado por primera vez el 29 de julio de 2016 durante el Foro Semana a favor del plebiscito en Valledupar, fundiéndose en un espontáneo abrazo de reconciliación. La experiencia de tenerlos a ambos como panelistas se repitió el 8 de octubre siguiente, en un conversatorio y encuentro de reconciliación de víctimas organizado por Colombia 2020. En aquella ocasión, Tovar expresó que:

“No odio a mi papá, todo lo contrario, sueño con volver a abrazarlo. No tenemos por qué responder por sus hechos como familia, pero yo sí quiero pedirle a Colombia que lo perdone y que ojalá él pueda aportarle a este país y en especial a las víctimas, a sus víctimas. Es la primera vez que lo hago, pero les pido perdón por él” —Jorge Rodrigo Tovar, 8 de octubre de 2017.

Ser “hijo de un genocida” tiene sobre sí una enorme carga moral; tal vez la elección de su carrera y su campo de ejercicio profesional pueda ser un intento de expiar culpas y lidiar con el sambenito de ser hijo de su padre. Al fin y al cabo, ya hemos visto casos similares.

 

Seguimos a nuestros padres, por imitación u oposición

“La sangre llama”, dicen, y los patrones relacionales repetitivos signan nuestros lazos familiares así como la manera de hacer vínculo con los demás. Querámoslo o no, seguimos los pasos de nuestros padres y, para ello, tenemos dos caminos: seguirlos por imitación (carreras, profesiones u oficios afines) o seguirlos por oposición (alejarnos lo más posible de su sino). Esto también se refleja en nuestro diario vivir, nuestros rasgos de personalidad, hábitos, dichos y conductas.

El hijo de un alcohólico puede ser, a su vez, un alcohólico empedernido, o puede ser un abstemio y acérrimo opositor al consumo de alcohol. El hijo de un oficial militar puede ingresar a la Academia Naval o la Escuela de Cadetes… o bien convertirse en todo lo contrario. Dos ejemplos son Jim Morrison, líder de la agrupación de rock The Doors e ícono de la contracultura hippie de finales de los años 60, e hijo de un almirante de la Marina de Estados Unidos; o Carlos Pizarro Leongómez, líder guerrillero y excomandante del M-19, e hijo de un almirante de la Marina de Guerra colombiana.

En este orden de ideas, ser “hijo de un genocida” puede llevarte por tres caminos: seguir tu vida restándole importancia a los hechos de tu progenitor, defenderlo a capa y espada porque “era un padre amoroso” o bien, demostrarle a otros, pero sobre todo a ti, que no eres como tu padre, dedicando tu vida a expiar en carne propia sus pecados. He aquí algunos casos.

Svetlana Alliluyeva, la hija menor de Stalin, huyó de la Unión Soviética y dedicó buena parte de su vida a escribir y denunciar los crímenes de su padre, donando gran parte de las regalías a obras de caridad. Dos hijas de Saddam Hussein se rebelaron contra su padre y huyeron buscando y hallando asilo político en Jordania. Sin embargo, la cereza del pastel son las historias de vida de quienes descienden los criminales nazis.

Matthias Goering, sobrino nieto de Hermann Goering, segundo al mando en el Tercer Reich y creador de la Luftwaffe, se convirtió al judaísmo, mientras que su hermana, Bettina Goering, se esterilizó a los 30 años para interrumpir el linaje. Rolf Mengele, hijo del  “Ángel de la muerte” Josef Mengele, sufrió burlas y reproches en el colegio por cuenta de su apellido. Cuando tenía 33 años, se enteró de que “el tío Fritz, de América” era en realidad su padre que huía de la justicia. Poco después, Rolf se cambió el apellido.

Hilde Schramm, hija de Albert Speer, el arquitecto personal de Hitler y ministro de Armamentos, ayuda a las víctimas del antisemitismo. Nicklas Frank, hijo de Hans Frank, “el carnicero de Cracovia”, es un afamado periodista y escritor que ha dedicado buena parte de su vida a denunciar los horrores del nazismo, el Holocausto, los crímenes de su padre y a dar charlas y conferencias sobre el tema por todo el mundo. Martin Adolf Bormann, hijo de Martin Bormann, la “Eminencia Gris” del Partido Nazi y secretario privado de Hitleer, se ordenó como sacerdote católico y sirvió varios años de misionero en el Congo belga.

Finalmente, el caso de Monika Hertwig, hija de Amon Göth (el comandante del campo de concentración de Plazsow, retratado por Ralph Fiennes en “La Lista de Schindler”) ha protagonizado varios ejercicios de reconciliación con víctimas de su padre. El más famoso de ellos fue su encuentro con Helen Jonas Rozensweig, exempleada doméstica de su padre, en el monumento a las víctimas en Plazsow. Ambas mujeres se encontraron luego que Hertwig escribiera una carta con la petición: “ Debemos hacerlo por las personas asesinadas”.

Claro, también existen casos de hijos —casi siempre hijas— de genocidas cuyo amor por sus padres les lleva al revisionismo histórico. Las hijas del jefe de las SS Heinrich Himmler, el ideólogo del Tercer Reich Alfred Rosenberg, así como las hijas de los dictadores Francisco Franco (España), Augusto Pinochet (Chile) y el dominicano Rafael Trujillo, son ejemplo de ello. Sin embargo, los casos de reivindicación no abundan. Al contrario; la mayoría —e insisto en ello— pasan la vida intentando demostrarle a todo el mundo, pero en especial a sí mismos, que ellos no son “ como su padre”. El ejemplo más reciente y cercano en la historia de Colombia es el hijo de Pablo Escobar.

 

El pasado no perdona… ¿o sí?

Juan Pablo Escobar Henao (Juan Sebastián Marroquín Santos (!) desde 1994) se hizo visible a la opinión pública con el documental Los pecados de mi padre (2009), en el que registra su encuentro con hijos de víctimas notables del extinto capo del Cartel de Medellín, como Rodrigo Lara Bonilla, Guillermo Cano Isaza y Luis Carlos Galán Sarmiento. Desde entonces, sus libros, conferencias, marca de ropa, entrevistas y declaraciones, han levantado controversia, tanto por sus observaciones sobre las series basadas en la vida de su padre, como en la lucha contra el tráfico de drogas. Cabe decir, que ha sido atacado en redes sociales de querer lucrarse utilizando el nombre de su padre.

En cuanto a familiares de otros protagonistas del conflicto armado colombiano, puede mencionarse a María José Pizarro, hija de Carlos Pizarro Leongómez, el excomandante del M-19. María José ha trabajado con la Secretaría de Cultura, Recreación y Deportes de Bogotá, el Centro Nacional de Memoria Histórica y hoy en día es representante a la Cámara. Eduardo Pizarro, hermano de Carlos y tío de María José, es catedrático de la Universidad Nacional, exembajador de Colombia en Holanda, miembro directivo de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación y delegado ante la Vicepresidencia de la República entre 2005 y 2009.

También está Jorge Iván Ospina Gómez, hijo de Iván Marino Ospina, excomandante del M-19 y muerto en agosto de 1985 durante un asedio a su escondite en el barrio Los Cristales de Santiago de Cali. Jorge Iván, quien resultó herido durante el cruce de disparos, fue alcalde de Cali (2008-2011), senador de la República por el partido Alianza Verde (2014-2018) y hoy en día repite en la Alcaldía de la ciudad (2020-2023). Su hermano, Mauricio Ospina Gómez, fue senador de la República (2010-2014) por el Polo Democrático Alternativo. A esta lista puede añadirse a Roberto Sáenz Vargas, exconcejal de Bogotá (2012-2015) y hermano de alias “Alfonso Cano”, sucesor de “Tirofijo” y excomandante de las FARC.

Que familiares en primer y segundo grado de consanguinidad de excomandantes del M-19 o el Secretariado de las FARC hayan sido elegidos, nombrados o contratados para ejercer funciones públicas, no ha generado tantas protestas por parte de los grupos de víctimas de estas dos guerrillas. Tal vez las del M-19 no sean tan visibles porque dicho grupo guerrillero recibió una amnistía hace ya 30 años y hemos dado vuelta a la página. Pero las heridas dejadas por las FARC y las AUC aún no cicatrizan; el recuerdo está vivo y el dolor sigue a flor de piel. Quizás de allí proviene el rechazo por “el hijo del genocida”.

 

El peor escenario no es la absolución

Somos el resultado de la historia que nos precede. Somos lo que nuestros padres y maestros han hecho de nosotros. Ellos nos dieron un ejemplo a seguir, pero la decisión final sobre qué camino continuar es nuestra. Hay quienes siguen los pasos de sus padres y recorren su camino, mientras otros toman el camino opuesto. Esa ambivalente relación filial de amor/odio puede incidir cuando tomamos decisiones de vida.

Tovar le pide al país una oportunidad para demostrar que no es como su padre; lo ha dicho de varias maneras, y en sus declaraciones más recientes ha manifestado que desea que su padre cuente toda la verdad. Y resulta que “Jorge 40” será puesto en libertad este año. Tanto él como Salvatore Mancuso, están pidiendo ser aceptados en la Justicia Especial para la Paz. ¿Qué pasará cuando llegue el momento de escuchar y sopesar el testimonio de su padre?

Además de un conflicto de intereses, también está el asunto de su criterio y objetividad. ¿Qué sucedería, por ejemplo, si al enfrentarse a esa verdad que tanto desea que cuente su padre, esta le resulte inconciliable? ¿Qué pasaría si, para defenderse de dicha verdad inconciliable, su amor filial se transforma en odio, quizás en un odio obsesivo, tal como le sucedió a los hijos de Hans Frank y Josef Mengele? ¿Qué tal si su deseo manifiesto de probarle al país, y a las víctimas, que no se equivocaron dándole una oportunidad, se combina con ese amor transformado en odio, y ello le hace perder su objetividad? ¿Y si el amor filial se convierte en un odio vindicativo e implacable? ¿Y si todo esto termina por causarle un colapso nervioso? ¿Alguien ha contemplado ese escenario?

“Del amor al odio, hay un solo paso”, dice el viejo y conocido refrán. Y hay cierta razón en ello. No podemos predecir cómo actuarán las fuerzas inconscientes en la profundidad insondable de su mente. ¿Cómo se removerá su interior cuando se enfrente a la verdad, toda la verdad, y nada más que la verdad?

No puedo atacar a Jorge Rodrigo Tovar solo por ser hijo de su padre. Tampoco tengo razones para dudar de la sinceridad de sus intenciones. Es más, es muy probable que sí sea sincero y honesto en su deseo de contribuir a la construcción de la paz y la reconciliación en Colombia. Al fin y al cabo, es lo que ha venido haciendo desde hace ya cuatro años. Pero sí tengo mis dudas sobre su objetividad. Y considero haber sido claro al explicar el porqué.

( 1 ) Comentario

  1. Replyalvaro medina uribe

    además de la posible falta de objetividad, está la «ética», este concepto ya NO existe en los «gobernantes» colombianos, el cargo que ocupa este individuo es una «BURLA» a las víctimas del genocida jorge 40 y como van las cosas, me atrevo a creer que esto es obra de nuestro presidente eterno, del «MATARIFE».

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Daniel Mauricio Meléndez Márquez
Psicólogo egresado de la U de A. Asesor político temático. Interés en psicología política. Maestrante de Educación en el Tecnológico de Antioquia. Trabajo con poblaciones vulnerables y gestión cultural.