Columnista:
César Augusto Guapacha Ospina
Mientras subíamos a la Reserva la Rivera por la vía que conduce de Armenia a Pereira, se empezaban a evidenciar los extensos monocultivos de pinos europeos que posee Smurfit Kappa Cartón de Colombia sobre estas montañas contiguas al Parque Nacional Natural Los Nevados. Atrás había quedado la vegetación nativa que se cruzaba mediante corredores ecológicos de Risaralda, Quindío y Caldas; ahora se contemplan inmensos bosques de pino y eucalipto para la producción de papel y cartón, principalmente.
En contraste con este paisaje cambiado por la actividad humana, se encuentra a tan solo metros, el inicio del bosque alto andino, una compleja y hermosa red de animales y plantas característicos de zonas de alta montaña. También conocidos como bosque de niebla, estos ecosistemas sustentan importantes conectores ecológicos entre el Parque Nacional Natural Los Nevados y las ciudades de Pereira, Armenia, Manizales y municipios cercanos. Su importancia no radica solamente en las altas cordilleras, sino también en su alcance en términos de servicios ecosistémicos: agua, especies, cultivos y lluvias, los cuales van más allá de un departamento.
Esteban Gómez Tirado es un estudiante de Biología de la Universidad EAFIT de Medellín. Este joven, apasionado desde pequeño por los temas naturales, hoy en día cumple un papel fundamental en un rincón del departamento del Quindío. Él fue quien nos dio la bienvenida a la Reserva La Rivera, un predio familiar de 345 hectáreas en lo alto de las montañas cafeteras, destino de nuestro ascenso por las mágicas cordilleras colombianas.
Esteban, con un abrigo y botas pantaneras, nos ofreció café en medio de un frío propio de estas alturas (2400 m s. n. m.), antes de iniciar el corto recorrido por aquel terreno destinado a la conservación y el estudio del ecosistema. Después de un café caliente, subimos a un morro contiguo a la casa principal. Allí relató la historia de su familia con este predio. Su abuelo, un reconocido médico de la ciudad de Armenia, había adquirido este terreno décadas atrás. Después de su retiro profesional se dedicó a investigar y a construir su rancho en la altura de un filo desde donde se observa, en días despejados, los nevados del Parque Nacional Natural.
Tras la muerte de su abuelo, el tío mayor de la familia pasó a gestionar este predio heredado; las cosas no resultaron bien con aquella gestión y el bien por poco se pierde entre cobranzas e impuestos sin pagar. Los primos de la siguiente generación decidieron tomar acciones sobre el predio que su abuelo compró, y el cual estuvo a punto de perderse. Aunque en un principio la familia no apoyaba del todo esta decisión, llegaron a un acuerdo donde deciden colaborar con la idea de proyecto de uno de los primos de Esteban para gestionar correctamente el predio y convertirlo en un sitio que genere ingresos, sea un centro de estudio y aproveche al máximo las potencialidades que posee en materia de avistamiento de aves, fauna, flora, estudio de suelos y cultivos, gestión de residuos y fabricación de abonos.
De esta manera se inicia La Rivera Reserva Natural, un espacio de conexión natural con el propósito de contribuir a mitigar los embates de la crisis climática a nivel regional. En principio, la idea era volver autosuficiente la casa con energías renovables, al punto de tener una pequeña turbina eólica para la generación de energía, así como paneles solares; razón por la cual el complejo no paga servicios públicos.
De igual forma, la casa cuenta con una huerta diversa en plantas como cebolla, tomate, papa, lechuga y apio, además, tiene dos hectáreas completas dedicadas a cultivos entrelazados entre diferentes frutas y árboles; algo parecido, en un principio, al predio de Libia. En ambos casos, los propietarios entendieron la importancia del bosque en el éxito de sus cultivos y cosechas. Mientras Esteban daba este relato y caminábamos por su finca, nos platicó que ese mismo día él había observado y fotografiado por primera vez el Quetzal en el Quindío, el ave nacional de Guatemala cuyo plumaje celestial solía ser usado para vestir caciques y emperadores de las antiguas civilizaciones americanas.
Durante el recorrido por un sector de la finca, Esteban nos mostró unas construcciones que están haciendo para adaptar una parte del predio a zona de camping y avistamiento de aves con senderos ecológicos; la idea también es generar ingresos mediante las experiencias que puede ofrecer un paisaje tan mágico como las montañas cafeteras. Al finalizar el recorrido, el joven me dijo después de despedirme de él: “Ya en los próximos días vienen de la Universidad EAFIT al predio, estoy muy feliz porque es la primera vez que viene una delegación grande de otra universidad y facilitar ese proceso significó algo importante para mí”, denotando en sus ojos una alegría tan natural como los árboles que nos rodeaban.
Para mí es un orgullo y un privilegio decir que fui parte de la primera escuela de periodismo sobre cambio climático de Colombia en representación de La Oreja Roja. Tener la oportunidad de visitar los territorios, constatar y darles forma a los relatos de las personas que en diferentes contextos luchan de manera común para plantarle cara a la crisis climática es, sin duda, una anécdota para mis años venideros en el campo de la comunicación.
Durante la escuela, un profesor mencionó que: “La función del periodismo frente a la crisis climática tiene que ser de soluciones. Los periodistas son sensores sociales de la problemática ambiental”. Esta reflexión debe conducir a repensar el papel de la comunicación ambiental en Colombia, así como la profunda relación que existe entre ambiente y comunicación.
Quiero agradecer profundamente a Juliana Acosta, Vanessa Agudelo, Lorenzo Morales y David Fayad por una conducción de la escuela a la altura técnica, humana y comunicativa. De igual forma, agradecer al Fondo Acción y a la estrategia «Colombia Baja en Carbono», al Gobierno Alemán y a las personas que hicieron posible esta experiencia en la búsqueda de un futuro común mejor. A ellos les quiero desear éxitos y expresarles mi disposición para aportar desde la comunicación ambiental en cualquier escenario.