Dos caminos y una línea negra

No somos un país petrolero así quieran mantenernos así en los años venideros. ¿Imaginan el impacto ambiental del fracking en territorio colombiano? La etiqueta de país megadiverso se desvanece entre ríos negros…

Opina - Ambiente

2020-07-23

Dos caminos y una línea negra

Columnista:

Cásar A. Guapacha Ospina

 

En tiempos de crisis, medidas de crisis, dicen algunas personas. Otras, por el contrario, padecen la crisis de forma indefinida y, otras tantas, ni crisis ni medidas: el contraste diametralmente opuesto de una sociedad que, en líneas generales, está acostumbrada a las crisis porque nunca ha salido de ella.  

Mi intención es plantear posibles escenarios tendenciales a futuro en Colombia en materia ambiental dada la crisis del coronavirus y sus implicaciones en esta dimensión. Para establecer esas discusiones es importante hacer las siguientes salvedades: tendencia no es destino. La solución a un problema puede desencadenar la aparición de varios. Los problemas no se resuelven, solo se solucionan. Para solucionar los problemas ambientales, primero hay que solucionar los problemas sociales. 

Bajo estas premisas, podemos empezar diciendo que hemos abordado la solución a problemáticas, como soluciones a problemas, aun cuando ambos términos son completamente diferentes: la problemática contiene al problema y en ese sentido, las medidas necesarias para intervenirlas van mucho más allá de instrumentos políticos, normativos, económicos o fiscales. La característica de la problemática es que es dinámica, no lineal, compleja y requiere de intervenciones igual de complejas para poder paliar sus efectos directos en el territorio. El cambio climático es la principal problemática y a la vez, el  principal reto del siglo XXI en la humanidad. Sin ambiente no hay sociedad y sin sociedad no hay cultura. 

El coronavirus en sí mismo es una problemática que desnudó ineludiblemente la fragilidad sobre la cual se construyó el modelo económico imperante y, con él, las sociedades modernas. Sin entrar a discernir si está bien o mal, porque son discusiones que ameritan otros espacios, si es cierto que el capitalismo ha cambiado sustancialmente los patrones y dinámicas naturales mundiales. La evidencia se encuentra desde el Club de Roma con la publicación de “los límites del crecimiento”, hasta el acuerdo de París. Bajo esta mirada, llevamos casi cinco décadas incorporando el tema ambiental en la agenda social, con aciertos y errores en diferentes ámbitos, la pregunta es: ¿Ha sido suficiente el esfuerzo que supone sobreponer lo general sobre lo particular? La evidencia demuestra que no y por el contrario, los patrones de consumo y crecimiento económico vaticinan un desenlace previsto desde antaño. 

Para poner un ejemplo, en los entornos económicos, se suele plantear que una economía es “petrolera” cuando esta actividad representa el 8% del PIB y el 40% de los ingresos  nacionales por exportaciones.  Si tomamos como referencia la década que comprende del 2010 al 2020, Colombia ha experimentado por varios años esa fosilización de la economía con el atenuante de dos premisas: una latente enfermedad holandesa y no ser un país con vocación petrolera. 

Sumado a esto, la búsqueda permanente de actividades relacionadas con la explotación de hidrocarburos como el fracking en el país. Es decir, no somos petroleros, somos una economía mal enfocada en términos de vocación y con todo esto, quieren sostenernos como petroleros en los años venideros. ¿Imaginan el impacto ambiental del fracking en territorio colombiano con sus potencialidades ambientales? La etiqueta de país megadiverso se desvanece entre ríos negros…

Esta problemática actual debería ser una ventana de oportunidad para hacer la transición hacia una economía que abandone sustancialmente su dependencia de la actividad fósil y aprovechar las potencialidades ambientales que el país posee para volverlas oportunidades económicas con enfoque territorial. Ineludiblemente, hace poco presenciamos con angustia un barril de petróleo WTI cuyo precio se cotizó por debajo de 0 en un punto de la pandemia; un campanazo inicial del comportamiento futuro de los precios del petróleo en contextos álgidos, un campanazo que debe significar un replanteamiento de la volatilidad que supone depender fuertemente de una fracción de la actividad económica primaria, porque es un hecho que no será la última pandemia que enfrentaremos durante este siglo. 

A pesar de tener esperanza, soy realista y considero que la pandemia, por el contrario, terminará de consolidar el consumo sostenido de petróleo y derivados del mismo y con este, el sistema capitalista para subsanar las pérdidas que produjo el confinamiento generalizado a nivel mundial. Con dos caminos por tomar, las presiones, voluntades e intereses de agentes geopolíticos se inclinarán, infortunadamente, por acelerar la reactivación económica, en donde Colombia no será la excepción, con el atenuante de una recesión a la vuelta de la esquina.   

 

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César Augusto Guapacha Ospina
Administrador Ambiental. Integrante Panel Radial Ambiente al Aire UTP Pereira. Apasionado por las ciencias ambientales, la política y la economía.