¿Dónde están los desaparecidos?

Opina - Sociedad

2017-02-24

¿Dónde están los desaparecidos?

Uno pensaría que el único estado en que no cabría duda de su paradero, sería la muerte. Es decir, que si una persona ha muerto y, además todos saben que lo está, nadie tendría duda sobre su paradero.

Pero como Colombia es Colombia, país único que dijo don Carlos E. Restrepo, uno no está donde está, ni siquiera si ha muerto.

En efecto, acaba de aparecer el profesor Emiro Sandoval Huertas, quien murió hace 31 años.

Él fue una de las victimas del Palacio de Justicia. Salió vivo y herido del infernal edificio. Las cámaras registraron su silueta cojineta por una herida en la pierna. Pero más tarde apareció en el interior del edificio en ruinas con un tiro de gracia. Que le tuvieron que haber propinado las fuerzas militares, pues ellos lo sacaron vivo del Palacio.

A su doliente viuda y a su hijita, entonces una nenita que apenas daba sus primeros pasos, les entregaron más tarde un cadáver que enterraron en un cementerio de Bogotá, previos algunos actos de homenaje académico.
Sin embargo, ahora resulta que ese no era el cadáver y que el profesor Sandoval Huertas estuvo desparecido 31 años.
Entonces uno se pregunta: ¿Si en Colombia hacen desaparecer a los muertos, que no harán con los vivos?

Dolorosa realidad que a nadie duele, porque en términos generales este es un pueblo indolente. Bien porque el hambre y las necesidades cotidianas del gran grueso de las clases populares, no dan lugar a preocupaciones diferentes a la elemental subsistencia. Bien, porque la farsa y la farándula de una clase media y media alta, solo permite tener cabeza para el arribismo, para las preocupaciones por lograr el ascenso social, por aparentar tener lo que no se tiene, por lucir a debe ropas y objetos de marca; por estar de primeros en la alocada carrera por figurar. En nuestra sociedad actual es más importante tener la última versión del celular y conocer los detalles de los enredijos del mundo del espectáculo que cuestionar la realidad social.

Cortesía de: Ámbito Jurídico

Y, por otro lado, los medios, en su afán de vender toallas higiénicas y champú, solo se preocupan de inventar a diario un nuevo foco de atención. Un demonio cotidiano al cual encomendar la tarea distractora del embrutecido público que consume, que almuerza y cena con el tóxico contenido de los telediarios y “sobremesea” como decimos en Antioquia, con los bodrios telenovelescos y los programas de concurso en los que se exaltan las figuras de los más eximios representantes de nuestros valores negativos: mafiosos, asesinos, estafadores, artistas mediocres, imitadores de dos por cinco, envejecidas vedetes reencauchadas, etc. etc.

Y los problemas de verdad, ahí. ¿Quién se ocupa de los desaparecidos? ¿A alguien le importan los desaparecidos? ¿Quién da razón de los desaparecidos? ¿Quién informa a los padres, a los hijos, a los deudos en general, sobre su situación, su estado de salud, si viven o mueren? Solo quien ha experimentado la dolorosa situación de tener un desaparecido en su familia puede comprender a cabalidad de lo que hablo.

Pero la situación es tan surrealista que hasta la cifra real de desaparecidos, ha desaparecido de la realidad. La revista Semana publicó un especial en noviembre del año pasado (2016) en el que hablaba de algo más de 60.200 desparecidos. Pero si miramos este cuadro elaborado con información tomada de Telesur, notaremos que la cosa es más compleja porque según la entidad los números de muertos y desaparecidos varía. Veamos:

 

Por otra parte, los acuerdos de paz, primero con los paramilitares y luego con las guerrillas, sembraron una semilla de esperanza para las familias de los miles de desaparecidos pues se pensó que tal vez de esos acuerdos saldría algún dato real. En el primer caso, se ha logrado algo. No mucho, pero gracias a las confesiones en Justicia y Paz, algunas tumbas han comenzado a tener dueño. En el segundo caso, todavía no se ha empezado a producir ningún resultado.

Foto: Leon Darío Peláez, Semana.

Pero hay un filón más que no ha sido tocado: los cuerpos policiales y castrenses de este país han hecho desaparecer a miles de ciudadanos. No sabemos a cuántos. Ahora va a aprobarse una amnistía para toda clase de delitos cometidos por los militares. Sería muy conveniente que, ya que la sociedad va a premiarlos con la impunidad, se les exigiera que revelaran qué hicieron con Omaira Montoya y los miles de desaparecidos que ellos hicieron desaparecer, que por lo menos retribuyeran, así sea en pequeña proporción, suministrando la información acerca de su paradero.

Que al menos fueran capaces de decir dónde está el cuerpo de Camilo Torres Restrepo, quien, al igual que el profesor Sandoval Huertas, está bien muerto, pero, paradoja de paradojas, desaparecido desde el 15 de febrero de 1966.

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Armando López Upegui
Historiador, Abogado, Docente universitario y Maestro en Ciencia política.