Desconexiones e incoherencias: dilemas de la sociedad civil y política en Colombia

Quien aún cree en este país como un proyecto de Estado democrático, plural y garante de los derechos humanos, lo hace a pesar de lo que somos, un resultado de las acciones desconectadas e incoherentes de quienes han ostentado el poder en Colombia.

Infórmate - Política

2021-07-09

Desconexiones e incoherencias: dilemas de la sociedad civil y política en Colombia

Columnista:

Julián Camilo Merchán Jiménez

 

Dos factores cruciales dentro del desarrollo de la vida civil y política en el país, en eso se convirtieron las desconexiones e incoherencias en la cotidianidad del colombiano, tanto en el sentido literal como en el sentido figurado; las relaciones centro-periferia son tan poco equilibradas que llevamos un siglo esperando las vías terciarias para mejorar la movilidad en el país, por otro lado, la censura (in)directa de los grandes medios de comunicación en complicidad de los grandes conglomerados económicos, además del Estado, gobernaron hasta hace muy poco los medios masivos, y paralelamente, cada política que pide el pueblo es rechazada, descalificada o modificada, a favor, únicamente de quienes deberían representar los intereses de la sociedad, no de un pequeño grupo elitista y potencialmente corrupto. No obstante, sabemos mucho de las acciones de los políticos, gracias a los ejercicios de medios de comunicación y redes independientes. Ahora más que nunca tenemos el acceso a información fundamental para entender y desarrollar un análisis crítico en el campo político; sin embargo, existen muchos casos que se alinean con la frase popular «En la mesa no se habla de futbol, ni de política, sexo o religión». Dentro de los núcleos sociales y familiares está mal visto tocar estos temas, y la pregunta es, ¿entonces cuándo y dónde? Somos incoherentes cuando pedimos cambios estructurales en Colombia, pero no propiciamos los espacios de debate y desarrollo del pensamiento. Nos quejamos de la corrupción que roba miles de millones de pesos a Colombia cada año, pero vende el voto porque necesita un trabajo, su hijo necesita un puesto en una universidad o necesita comida en su mesa ese día. Es un fenómeno sistémico y estructural, peor aún, permitimos que el propio sistema nos empuje a una incoherencia tal que negamos una problemática histórica de violencia y contradicciones.   La desconexión y la incoherencia pareciera estar en el ADN colombiano, lo cual es preocupante, la educación juega un papel fundamental en estos déficit. Recordemos que en 1994, bajo el Gobierno de César Gaviria, se eliminó la cátedra de Historia del plan de estudios de los colegios, lo cual terminó por ser una fusión con las Ciencias Sociales, y hasta el mandato de Juan Manuel Santos se logró la vuelta de esta asignatura en la educación de los bachilleres en el país. Cómo se puede esperar conexión y coherencia de una sociedad a la cual se le enseñó la Historia de Colombia desde la posición elitista, para luego desvanecerla entre mantos de Geografía e Historia Universal.

De ninguna forma, lo dicho busca menoscabar a las Ciencias Sociales; todo lo contrario, ellas son una herramienta que utilizada de la forma correcta puede ser de gran valor dentro de la construcción de una nueva sociedad que esté cimentada en una reforma en los valores y un nuevo contrato social.

Ahora, volviendo al contexto actual que recoge tantas dinámicas dentro de un mismo territorio, no podemos ser indiferentes a un hecho que está —claramente— afectando el presente y el futuro del país, la falta de comunicación efectiva en cada esfera que existe dentro de nuestra convivencia macondiana, las personas, sin importar qué función o posición ejerzan en el país —empezando por los altos cargos del Gobierno— son incapaces de comunicarse de manera efectiva y con un propósito claro. La estructura que se da en cada colegio del país de «emisor, mensaje, canal, receptor, código», está rota, esperando ser rescatada en alguna esquina polvorienta y olvidada. Los ejemplos de la cotidianidad desbordarían las páginas en las que se escribirían; no obstante, una en los últimos días llama la atención más que el resto, y tiene que ver con la nueva dinámica del país: «reformar». Parece que es una palabra tendencia en Colombia, en sí mismo pareciera que el país está en un proceso de reformación, y entre los proyectos que propone el Gobierno de Iván Duque para su «reformación» —con sus propios intereses— se encuentra la llamada «reforma a la justicia». Uno entiende que por diferencias ideológicas o personales los proyectos de senadores y congresistas no estén del todo concertados con sus colegas, pero hablamos del Gobierno, están en el mismo equipo, ¿no? Resulta ser que la comunicación entre Presidencia y ministerios no está tan bien como uno quisiera, y eso no es de extrañar. El propio ministro de Hacienda, José Manuel Restrepo, envió una carta al ministro de Justicia, Wilson Ruiz, en la cual comunicó que debido a la situación (eufemismo para crisis) fiscal del país, era inviable financieramente realizar la Reforma a la Ley Estatutaria de la Administración de Justicia. Hoy la ley ya ha pasado por el Senado y la Cámara, ahora está a la espera de la sanción presidencial, y eso es todo lo que usted necesita saber sobre la comunicación y la (in)coherencia del Gobierno Nacional.

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Julián Camilo Merchán Jiménez
Estudiante de Ciencia Política. Universidad Nacional de Colombia