El jueves 7 de febrero del presente año falleció el cantante colombiano, Fabio Legarda, más conocido en el mundo musical como Legarda y, el 8 de febrero, una adolescente de 15 años, víctimas mortales de balas perdidas: detonante para cuestionarse sobre el porte legal de armas.
Este tema ha generado controversia, desde que se conoció que la bancada del Centro Democrático, junto con los Conservadores, firmó una carta con destino al despacho del mandatario Iván Duque, con la finalidad de que se ajuste el decreto de desarme en Colombia. La propuesta estuvo respaldada por el representante a la Cámara Christian Gárces, promotor de la recolección de dichas firmas, donde expone: “Necesitamos que los colombianos expuestos a riesgo constante no solo cuenten con mayores garantías legales para defenderse del crimen y la agresión, sino de herramientas de protección, entre las cuales está el porte legal de armas de bajo calibre, siempre que se garantice que el Estado conservará el monopolio de estas y defina un proceso estricto y transparente para que quienes lo requieran puedan acceder a ellas”.
Según el Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (Cerac) aproximadamente 170 personas (entre heridos y muertos) fueron víctimas de balas perdidas en el año 2018 en el territorio colombiano, así lo afirma el diario El Tiempo. Al tener presente estas cifras, se evidencia que estas muertes son consecuencia de la modalidad del hurto acompañado del temerario fleteo, que en un abrir y cerrar de ojos apaga la vida de quienes “por casualidad” estuvieron en medio de la velocidad de aquellas balas que impactaron sus cuerpos.
A partir de las cifras, de la propuesta de otorgarle a la sociedad civil el uso de armas y el desgarrador conflicto armado que durante más de cinco décadas ha sido “parte” de la historia del país, nace el interrogante ¿Armar a la sociedad es la solución más acertada, para que problemas como el hurto, la inseguridad latente que se presenta tanto en las zonas urbanas como en las rurales, sean resueltos con la autodefensa cargada con balas?
Como ciudadana colombiana, considero que es algo ilógico que exista la posibilidad de que se entreguen permisos para que los particulares lleven las armas en “circunstancias excepcionalísimas” en la nueva directriz sobre el porte de armas, que también mantendrá el monopolio de la fuerza en el Estado, tal como lo anunció el presidente Iván Duque, el pasado 9 de febrero.
Pues en una sociedad, que ha vivido en medio de una guerra interna y que en su cultura posee tendencias ligadas al “el vivo vive del bobo” “si le pegan, pues usted se defiende devolviendo lo mismo y si puede con mayor intensidad”, no cabe la remota idea en que cada persona, deba defenderse o para muchos “desquitarse” o imponer su posición a través de las balas.
En la tarea de reflexión surge el siguiente interrogante ¿De qué manera esa posibilidad de entregar dicho permiso en circunstancias excepcionalísimas, no generará una ola de violencia diaria y más directa en todo el territorio colombiano?
Estudios de la Universidad de Harvard indican que hay una correlación positiva entre porte de armas y violencia homicida, (Vea más: https://bit.ly/29ZtPPI) es decir, entre más armas, menos seguridad y más homicidios, de tal modo, que si se arma a la ciudadanía, la famosa frase “justicia por sus propias manos” tendrá resonancia extrema, ya que la sociedad colombiana, en primera instancia, duda del proceso de judicialización en casos como hurto, feminicidio, asesinatos y demás problemáticas que abundan en el diario vivir, y además muchas personas, no todas, poseen un alto nivel de intolerancia y poca racionalidad por el respeto a la vida del otro. Entonces, armar la sociedad, en definitiva es arrebatarle los sueños y la vida a su ser querido, a su vecino o a la persona que se sentó esta mañana a su lado camino a su estudio o trabajo.
La mejor herramienta para que la sociedad posea una seguridad viable es tener una educación de alta calidad en temas sociales, políticos, ambientales, económicos y demás, para que el respeto, la tolerancia y, el amor por los otros, sea la vía de acceso a una Colombia sin violencia.