Doris de 41 años es oriunda de Aracataca, Magdalena, desde muy pequeña sufrió las consecuencias de la guerra. Aún siendo niña fue violada por un guerrillero y como si fuera poco le asesinaron a sus tíos, le tocó abandonar su tierra para entrar al largo listado de los desplazados por la violencia en nuestro país.
Se radicó en el Atlántico donde ella y su familia empezaron de cero. “Era una persona violenta e intolerante. Ese dolor que yo llevaba dentro de mí lo descargue hacia los demás” puntualiza.
El resentimiento dominaba su vida a tal punto que desarrolló 3 isquemias cerebrales, estuvo varias veces en cuidados intensivos y cerca de la muerte. Doris quien aún tiene en su cuerpo las cicatrices del abuso sexual relata que “Yo no podía avanzar con esa piedra amarrada a mi pie. Cuando reconocí lo que me había pasado pude perdonarme por haberme callado tanto tiempo y perdonar a aquellos que me hicieron daño”.
Muchos de los que no han padecido el horror de la guerra quisieran ver destruidos a los victimarios. Lo realmente curioso es que muchos de los que sí la han sufrido en carne propia aseguran que uno de los pasos para realmente sanar, es cortar por medio del perdón el daño que éste le hizo.
Hace 4 años esta mujer empezó una transformación que no solo merece ser contada también merece toda la admiración. Encontró en la poesía su escape y su forma de sanar. Hoy es una líder, dedica su tiempo a dictar talleres del perdón a las víctimas del conflicto armado pero también las ayuda a recomponer su vida a través de cursos artísticos y carreras técnicas.
Recorre todo el Departamento con sus conferencias, monta obras de teatro con personas que han pasado por situaciones similares y está trabajando para cumplir su más grande sueño, tener una fundación que ayude a financiar los tratamientos médicos y psicológicos a familias que no poseen recursos.
La resiliencia es la resistencia ante la adversidad y la capacidad de reconstruirse. También consiste en aprender del momento difícil que se enfrente y transformarlo en oportunidad de desarrollo personal.
Esta mujer es la muestra de que sí se puede lograr superar una situación dura por más traumática que sea y salir victorioso. “El veneno del perdón, del odio y del resentimiento no le llega a la persona que te ha hecho daño, te lo tomas tu mismo y empiezas a autodestruirte”.
Este proceso que enfrentan las víctimas del conflicto armado me recuerda a los budistas del Tibet, que trabajan arduamente durante varios meses haciendo mandalas de arena majestuosos. Cuando están terminados los presentan a Buda para finalmente destruirlos y así mostrar que tarde o temprano todo se termina y el apegarnos a situaciones adversas solo genera sufrimiento. Este ritual nos enseña que nada es para siempre.
La violencia en Colombia ha dejado víctimas mortales y desplazamiento pero también heridas sicológicas profundas que en la mayoría de los casos son una carga que no deja vivir. Es inspirador ver como aquellos a quienes les han truncado sus sueños nos enseñan que cuando hay odio en el corazón nunca se deja de sufrir. “En mi nueva vida la herida está ahí pero ya no me duele. Perdonar no es olvidar, Perdonar es recordar sin dolor” concluye esta guerrera.
Publicada el: 21 Jun de 2016