Colombia… una lucha constante

Creen que Colombia es un regalo y ejemplo para Latinoamérica y que su única preocupación es Venezuela. Es por eso que cuando le preguntan a nuestro «querido» jefe de Estado sobre las problemáticas de su país, el solo responde: «¿de qué me hablas viejo?».

Opina - Sociedad

2019-12-10

Colombia… una lucha constante

Autor: Juan Jacobo Casas Roncancio

 

Cuando se nos pregunta: “oye, ¿y a ti te gustaría irte a vivir a otro país?”, la respuesta más clara es: “claro, ¿acaso no ves como estamos? La salud terrible, la educación desfinanciada, la seguridad totalmente perdida y ni que hablar de las condiciones laborales. Lo más razonable que podemos hacer es ‘empacar y salir’”.

Estas respuestas están acompañadas de un sentimiento de indignación, incertidumbre e intranquilidad. Las personas que contestan de esta forma, son los mismos que se levanta a las 4 a.m. para ir a laborar, son los mismos que usted se encuentra en el Transmilenio o en el metro a las 6 a.m., son aquellos que deben esperar en una fila de hasta 5 horas para que les autoricen una cita con un especialista.

Todos ellos al igual que usted y yo hacemos parte de esta realidad. De la realidad del hombre de a pie, del estudiante sin desayunar, del abuelo sin pensión, del enfermo sin atención, del profesional sin labor, del colombiano sin dignidad.

Desde el día 21 de noviembre, miles de personas se han movilizado para demostrar su angustia, su disconformidad, su impotencia, su rabia, su dolor. Llamando a gritos a un Gobierno que se ha desconectado y aislado de la sociedad, siendo totalmente ajeno a las necesidades de su pueblo, al pueblo que le dio el poder.

Un gobierno que vive en su mundo de fantasía; un mundo en el cual Iván Duque y su compañera Marta lucía Ramírez creen que son los héroes de esta historia. Creen que Colombia es un regalo y ejemplo para Latinoamérica y que su única preocupación es Venezuela. Es por eso que cuando le preguntan a nuestro «querido» jefe de Estado sobre las problemáticas de su país, el solo responde: «¿de qué me hablas viejo?».

Desde de ese 21 de noviembre hasta el día de hoy, hemos visto cómo miles de personas se han movilizado desde todos los rincones del país solo para exigir una cosa: dignidad. Armados de pancartas, arengas e incluso cacerolas, miles de ciudadanos de todas las edades salieron a marchar, a sacar de su cuento de fantasías a nuestro «querido» presidente para mostrarle la realidad en la que vive, y que no todo es Venezuela.

No obstante, dichas manifestaciones han estado manchadas de sucesos poco destacables, entre ellos, el allanamiento de varios talleres artísticos sin justificación en la ciudad de Bogotá, el asesinato del joven Dylan por parte de uno de los integrantes del Esmad, los desmanes provocados por personas ajenas al movimiento ciudadano, y los variados casos de violencia, tanto en contra de la Fuerza Pública como de la propia ciudadanía.

Esta es la realidad colombiana, esta es la realidad por la cual pasamos más de 48 millones de ciudadanos, esta es vida diaria de nuestra nación. Una nación que ha estado impregnada de sangre y dolor, de violencia y abandonos, de miedo e incertidumbre.

Entonces, ¿qué podemos hacer? Cada uno de nosotros es responsable de sus acciones y de cómo estas tendrán repercusiones en nuestra vida diaria. Muchas personas piensan que lo mejor es solo seguir laborando, ir a trabajar como si nada y que la idea de protestar es una pérdida de tiempo; que solo provoca desmanes y violencia.

Señores, la marcha no se puede estigmatizar por un porcentaje pequeño de personas que de  manera descarada utiliza estas manifestaciones para realizar sus actos delictivos. La marcha no debe ser una cruz o un signo de peligro para el manifestante. La marcha debe ser una herramienta para mostrar la inconformidad y presión ante medidas inútiles e incompetentes.

Lo único que puedo decir es que al día de hoy pasamos por una de las coyunturas sociales más importante de Colombia y del mundo, posiblemente. Varios ciudadanos del mundo se han movilizado para mostrar su angustia y rechazo a las injusticias de un Gobierno que ha demostrado su inoperancia, su ineptitud e ineficacia.

Es la lucha constante de una país que vandaliza al manifestante, agrede al ciudadano, y deja libre al asaltante. Bienvenidos al país que castiga con la muerte al marchante y felicita al ladrón, bienvenido a la nación que cree que su vida gira en un salario mínimo de $238 dólares, bienvenidos a la lucha constante de un país llamado Colombia.

 

 

Foto cortesía de: @cyclotis.f

 

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Juan Jacobo Casas Roncancio
Estudiante del pregrado de ciencias políticas de la universidad de Antioquia. A través de mis palabras quiero aportar una nueva perspectiva sobre el ambiente político. Exponiendo una nueva perspectiva descentralizada de los medios de comunicación convencionales.