Cambio sí, pero…

Si en algo ha fallado el presidente Petro ha sido en la escogencia de su equipo de comunicaciones, que ha tenido que salir a rectificar varias veces las cosas que dice. 

Opina - Política

2023-05-17

Cambio sí, pero…

Columnista:

Mauricio Galindo Santofimio

 

El título de esta columna lo podrán completar ustedes. ¿No así? ¿Así? ¿Más rápido? ¿Con más calma? ¿Sin afán? ¿Bien hecho?, en fin, cada uno lo dirá.

En todo caso, lo que sí hay que anotar, en primera instancia, es que cambio sí ha habido en este gobierno del presidente Gustavo Petro. ¿Para mal? ¿Para bien? También ustedes lo determinarán. Pero cambio sí ha habido.

Por ejemplo, no estábamos acostumbrados a ver a un presidente tan activo en Twitter ni tan enfrentado a la prensa o a todo aquel que se atreva a hacerle una crítica. Tampoco habíamos tenido un gobierno que estuviera tan pendiente de responder los comentarios que los ciudadanos le hacen, ni a ministros escribiendo tuits con el mismo fin. 

Eso es nuevo, pero no toda escoba nueva barre bien. El presidente de la República es una persona que ostenta una dignidad mayor y, por tanto, cuando dice algo, genera controversias, debates y discordias, sobre todo en un país polarizado como Colombia. Así mismo, los ministros del Despacho y cualquier funcionario que haga parte del Ejecutivo.

Cambio también ha habido en las relaciones internacionales, en las relaciones con las comunidades, en la forma como se comunica el Gobierno con la gente que lo apoya y con sus opositores; cambio ha existido en estos 9 meses en cuanto a la manera de gobernar. Por supuesto.

Pero no todo cambio es bueno ni todo lo que se innova funciona. No está bien que el jefe de Estado esté generando confrontaciones entre unos y otros, porque no es él el presidente de unos sino de todos. No está bien que mientras se arreglan las relaciones con Venezuela, cosa que era necesaria, se desbaraten las otras con El Salvador o con Perú. Y no se trata de decir qué está bien o qué está mal allá, sino de conservar los canales diplomáticos aquí, en este país desenfrenado y adepto a las peleas.

No es conveniente que Colombia, que se encuentra en la más grande división política y se ha sumido cada vez más en el rencor, se vea abocada, todos los días, a un escenario de pelea sin cuartel entre gobiernistas y detractores de la administración nacional. Porque ningún país avanza si no hay unión para las cosas fundamentales.

Lo de la oposición ya se sabe. Es destructiva, no aporta, sino que se va lanza en ristre, con insultos e improperios, contra todo y contra todos los que hacen parte del “gobierno del cambio”. Ni siquiera la ejerce de esa forma el expresidente Uribe, quien se ha visto más conciliador, pese a ser el mayor responsable de la polarización más dañina que el país haya vivido. ¡Increíble!, pero cierto. 

No, son los catastrofistas de siempre y los que creen que insultando al presidente solucionan los problemas nacionales, los que ven que todo es malo, pero no se atreven a proponer nada sino a descalificarlo a él y a su equipo con adjetivos venenosos y mensajes llenos de odio. 

Pero por el otro lado las cosas no parecen mejores. Los fanáticos seguidores del presidente Petro -los fanáticos, porque también hay gente muy seria, que analiza, que sopesa las cosas, y que reflexiona-, quizás impulsados por él mismo con sus tuits, se han dedicado a insultar a la prensa que llaman tradicional pero que devoran para informarse. Se han dedicado a denigrar en manada de quien medio se oponga a cualquier cosa que proponga su líder.

Y él los aplaude, y desde su balcón virtual los lanza a la palestra para que lo sigan alabando. Y va más allá: los llama a las calles cuando ve que sus reformas tienen problemas para ser aprobadas en el Congreso, cosa peligrosa con la que juega, como si fuera un agitador profesional y no el presidente, y que puede traer serios inconvenientes de convivencia y de seguridad, si es que un día de estos, Dios no lo quiera, les da a unos fanáticos y a otros por matarse en los andenes.  

Cambio sí ha habido, claro. En un país de gente resentida por años de maltratos y de olvido de gobiernos que la abandonó, que una persona le prometa mejores condiciones de vida, mayor equidad, más oportunidades, y le dé esperanzas, pues lo normal y obvio es que esa gente se haga matar por ella.

Pero esa persona es el presidente de un país democrático (así muchos digan que aquí no existe esa forma de gobierno, lo cual no les permitiría ni siquiera expresarse), y, por tanto, su deber es defender a todos los ciudadanos, tanto de izquierda como de derecha y de centro.

Y comunicar bien. Porque los mensajes que el Gobierno ha dado, en múltiples ocasiones, han generado zozobra, intranquilidad, inseguridad, y han sido erróneos. Si en algo ha fallado el presidente Petro ha sido en la escogencia de su equipo de comunicaciones, que ha tenido que salir a rectificar varias veces las cosas que dice. 

Él mismo falla en la manera como escribe en la red social del odio. No le importan las formas, comete errores ortográficos, de redacción elementales, y pareciera que su único interés es que hablen de él y de sus propuestas a ver qué de bueno o de malo hay en los comentarios, bien sea para apropiarlos o para desecharlos. Una nueva forma de gobernar, claro. Cambio sí ha habido, pero las formas también cuentan y, por supuesto, el fin no justifica los medios.

Hay cosas por resaltar, sin duda, pero con algunos peros: querer una “paz total” -que jamás existirá, por supuesto, y menos con el Eln que no cederá nunca a sus absurdas pretensiones de tomarse el poder por las armas-, es loable, y se puede llegar a una reducción de los grupos violentos y delincuenciales si hay orden, si hay método y si algunos funcionarios que están a cargo de esos procesos dan un paso al costado, dada su incapacidad para llevarlos a cabo y sus constantes errores que han hecho cometerlos, inclusive, al mismo presidente.

Pensar en los más necesitados es plausible, obviamente, pero ese discurso populista debe pasar de las palabras a los hechos. La miseria de La Guajira o del Chocó o de varias regiones del país, aunque heredada de años, es intolerable; y su solución, apremiante. Se espera que el que dice llamarse un gobierno del pueblo la encuentre. 

Las reformas y los varios proyectos que están en trámite en el Congreso tienen cosas positivas, pero también hay en ellos sugerencias en diversos aspectos que el Gobierno no debe desoír. Sin embargo, que sean puestos a consideración y aprobación del Legislativo, como debe ser, es una muestra de que la democracia y la separación de poderes aún existen. Ojalá la denominada “mermelada” brille por su ausencia, y que esas reformas sean aprobadas con los ajustes que, desde todos los sectores políticos, deban hacerse. 

El presidente Petro, quizás en su afán de hacerlo todo a la vez, en su obsesión enfermiza por Twitter y en su deseo por abarcar todos los frentes sin una asesoría que no sea la de su propio ego, ha cometido errores. Pero humano es, no un dios. Por tanto, algunos se le excusan, aunque se le exhorta a solucionarlos, a corregir el rumbo y a calmarse, so pena de caer en la nomofobia y en la falta de tiempo para ejecutar sus ideas.

Mención aparte, y para finalizar, hay que anotar que también ha habido cambios en la prensa. Un cambio para mal, ese sí, y por desgracia, porque algunos colegas (ellos saben quiénes son) se han dedicado a hacer proselitismo político, activismo, y a hacer oposición o a acompañar al Gobierno. Mal, muy mal. Ni lo uno ni lo otro es buen periodismo. 

El bueno, el que sirve, es ese que es capaz de decir y de mostrar las cosas buenas y, también, las malas, sin miedo, con rigor, con equilibrio y con ponderación, porque no se debe a ningún gobierno, sino a la gente. Si los fanáticos progobierno y los respectivos fanáticos opositores caen en el odio al periodismo, es porque, tal vez, muchas veces, nos hemos equivocado. Un acto de contrición de todos no estaría mal. De todos, del Gobierno para abajo.

Adenda. A mí sí me satisface sobremanera que muchas personas de diferentes disciplinas quieran ser hoy periodistas y se ufanen de opinar y de informar. Habla bien de la profesión que quieran serlo y hacerlo. El asunto es que no todos pueden ejercerla bien, porque esos que tienen esos deseos y se arrogan esas importantes funciones de la prensa, son, en su mayoría y, por desgracia, unos simples activistas y agitadores políticos.

( 1 ) Comentario

  1. Replyfernando calvo sanchez

    Este Analisis está muy bueno, sería interesante ver las otras aristas; como Peridismo,PartidosPoliticos,Entes de Control, Canales de Comunicacion Alternativos, para empezar, si han seguido este «JUEGUITO» o se han comportado como debería ser!
    Creo que la Mayoría estamos jugando igual, hasta los ciudadanos común y corriente,
    ¡¡¡incluyéndome claro esta!!!

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Mauricio Galindo Santofimio
Comun. Social-Periodista. Asesor editorial y columnista revista #MásQVer. Docente universitario. Columnista de LaOrejaRoja.