Asuntos pendientes antes de morir

He sabido de familias que han desconocido el dolor de una viuda o un viudo, solo porque son homosexuales. Por eso hay que hablar de estos temas. Contarle a la gente que amamos, lo que nuestra pareja representa y qué decisiones podría tomar.

Opina - Relaciones

2020-08-26

Asuntos pendientes antes de morir

Columnista:

Elízabeth Castillo

 

Contarle a esa persona que te hace suspirar, que sí, que a pesar de la pantalla y de que “el internet está malísimo”, tiene unos ojos preciosos y te encanta cómo brillan cuando sonríe. Abrazar a ese familiar con el que tuviste una discusión estúpida. Dejar de enviarle mala vibra una y otra vez, a la gente con la que has tenido rupturas o distancias; respirar, soltar y reconocerte, mirarte tú.

Se puede hacer una lista muy larga de asuntos pendientes antes de morir, pero hace unos días en la #ConversaConElizabethCastillo estuvimos hablando de asuntos más terrenales que están pendientes antes de que nos muramos y sobre los cuales todavía tenemos o deberíamos tener el control. Me refiero a la disposición de los restos mortales; a la nacionalización o no de un cuerpo (tu cuerpo); a si quieres que tu ceremonia sea de carácter religioso o laico; o si prefieres que haya flores o bonos para sembrar árboles.

Hablar de la muerte nos asusta. No hemos aprendido a tener una relación tranquila con este evento que todas las personas tienen que vivir. Tenemos que vivir o pasar. Que nos va a suceder. Curiosa paradoja, porque si hay algo que nos hace iguales, es precisamente este hecho. Que como en el meme que circula en redes sociales, lo único cierto es que con o sin COVID, y con o sin meteorito, la realidad es que todos, todas (y todes porque la muerte no discrimina), vamos a morir.

Mi relación directa con la muerte está llena de retazos: un desconocido abaleado en el suelo y una fuente inagotable de su propia sangre emergiendo del cuello. Duelos familiares, la sorpresa, los funerales, el luto, las llamadas de madrugada, el llanto, la morgue, la rabia, el dolor y confrontar unos trámites que nadie, nunca, quiere hacer para alguien que ama. Y se deja constancia de que ama se conjuga en presente, así estés reclamando su cuerpo en la morgue o hayan pasado ya veinte años de ello.

Parte de lo que nos asusta de la muerte, es que siempre suponemos que morirán otros primero y no tenemos la certeza de cuándo será nuestro turno. Esa necesidad de certeza no hace más que distraernos de lo que pasa ahora mismo y esa disonancia, la incapacidad de estar presente, aumenta el miedo. Y, además, vivimos una pandemia.

Corren tiempos en los que nos alimentan el miedo. Por un lado, estamos afrontando, como especie, una amenaza común que nos ha recordado que somos mucho más iguales de lo quisiéramos reconocer. Por el otro, solo los humanos estamos afrontando esto, como especie. Así que, se alimenta el miedo al otro: ¡cuidado! ¡no te acerques! ¡peligro! ¡cada ser humano es un peligro en potencia para ti! porque te puedes morir.

Nadie puede asegurar que tiene certeza acerca del día y forma de su muerte. Nadie. Estamos en confinamiento y alarma por la COVID, pero (supongamos por una vez que no caerá en Nueva York) ¿quién nos garantiza que no caerá un meteorito enorme sobre Bogotá esta noche? ¿o cómo sabemos que seguiremos respirando en la mañana? Exacto. No sabemos. Pero lo que sí podemos hacer es tratar de ordenar, de definir cosas que podrán ayudar a nuestros deudos, si les llega el momento de decidir por nosotros.

Hace unos años viví una experiencia que me hizo plantear muchas cosas. Me di cuenta de que a pesar de haber recibido muchas veces la invitación, no me había suscrito a la Fundación por el Derecho a Morir Dignamente ni había suscrito mi voluntad que, en resumen, define que no autorizo encarnizamientos terapéuticos y que entiendo perfectamente que, si no puedo ser yo quien decida, la gente que me ama, tomará la decisión más responsable, amorosa y cuidadosa que sea pertinente, respetando mi voluntad.

También me percaté de que mis claves de tarjetas solo las manejaba yo y que es importante compartir esa información con alguien de confianza, porque aún si no hay peleas, una sucesión es larga y las cuentas bancarias pueden ser necesarias para cubrir asuntos urgentes, como el funeral.

Mucha gente tiene comprados sus servicios funerarios. En mi familia aprendimos que era lo mejor para todos y que ese acto, aunque prosaico, es muy amoroso porque transmite mucha tranquilidad, garantiza que a la par con el dolor de perder a alguien amado, tus familiares no van a tener que afrontar afanes económicos inesperados. Por lo menos a mí eso me da mucha paz.

Adicionalmente, he estado en funerales de gente lesbiana, gay, bisexual y especialmente trans, en los que se ha dicho mentira sobre mentira acerca de ellos. Solo para satisfacer la ceremonia o en consecuencia de la total ausencia de información sobre la persona fallecida, nadie le contó a quien oficiaba que falleció una mujer trans. O la negación nace del claro interés de la familia en mantener en secreto que Gustavo, murió siendo Eva y que quienes le acompañan la respetaron así como era, una mujer completa. Todos, menos su familia, que es la única a la que van a escuchar en la funeraria.

Por eso, para nosotros y nosotras la gente LGBT, no es un tema menor. He sabido de familias que han impedido que la pareja llegue a una UCI a despedir a su amado. He sabido de familias que han desconocido el dolor de una viuda o un viudo, solo porque son homosexuales. Por eso hay que hablar de estos temas. Contarle a la gente que amamos, lo que nuestra pareja representa y qué decisiones podría tomar. Y hay que dejar eso lo más claro posible. Ojalá por escrito.

No hay nada más cierto que la muerte y también son ciertos los suspiros y los ojos que brillan. Y uno puede perderse muchas sonrisas, por estar con miedo, encerrado, temiendo algo que ni siquiera sabe cuándo suceda. O si será como se lo imagina. Pero lo que sí se puede hacer, es definir algunos arreglos y tener algunas conversaciones que le darán tranquilidad a quienes te aman.

Como lo tengo claro, ya dejé claras varias cosas: cremación, música (de la que me gusta, lo que me obliga a hacer una lista y de malas si no les gusta, ¡se la aguantan!). Mis cenizas a un río favorito, de esos en los que corre el agua verde, helada, en los que me he sumergido tantas veces y la bandera del arco iris en el funeral. Y le advertí a mis padres, hermanas, sobrina y a mi hijo: si no cumplen, les jalo las patas (suena carcajada macabra). Resuelto todo eso, solo me queda seguir viviendo cada día como si fuera el último y por eso mismo, seguir sin miedo, disfrutando de las sonrisas.

 

( 1 ) Comentario

  1. Muy tranquilizante poder hablar de estos temas. gracias por darnos un lado tranquilo y amable de ver la situaciones de duelo.

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Elizabeth Castillo
Mujer. Lesbiana. Mamá. Abogada. Activista. Feminista.