Sobre la paz corporativa y otros demonios (I)

Opina - Ambiente

2017-02-06

Sobre la paz corporativa y otros demonios (I)

El tema de la paz no ha dejado de moverse en estos últimos meses, aunque evidentemente, en la opinión pública, se ha enfriado poco, al mejor estilo de los chismes de farándula de los vulgares noticieros de medio día y su disimulada repetición de las 7 de las noche.

En todo caso no hay que preocuparse. Los Elenos (ELN) son un perfecto atizador de la polémica y mutada paloma que se ha cagado en la estatua de Bolívar y su bandera de igualdad y libertad, de la manera más irreverente. Sin embargo este excremento tiene un sutil perfume de esperanza que sin duda los colombianos deberíamos aprovechar. De lo contrario seguirá siendo solo Caca for him and her, la nueva fragancia de Juan Manuel Santos.

Un caso muy ilustrativo de lo anterior es la problemática que se presenta a lo largo y ancho del país, con la vigente matriz minero-energética y la locomotora del progreso, que es el otro símbolo de la solapa de nuestro galardonado presidente con el que desvergonzadamente presume. No hace falta ser un genio para notar la haraganería de la clase política colombiana, que recibe de patas abiertas la ideología neoliberal y neoextractivista encarnada en las multinacionales que nos han medido el aceite. Pero no se engañen, no ha sido un ligero palpo con el dedo. Nos han metido el puño completo a tal punto que ya Colombia camina renga, por no decir que va en silla de ruedas completamente lisiada.

La evidencia está en los tristemente célebres acontecimientos como los ocurridos con el Quimbo sobre el río Magdalena. Una represa construida para alargar la vida útil de otra represa (Betania) que ya había indispuesto a muchos en el Huila desde hace más de 30 años. Pero no han sido los únicos afectados; incluso en oriente antioqueño las comunidades rivereñas del Río Samaná, notan la disminución de las subiendas de Bocachico que suben desde el Magdalena, y obviamente estos peces, y otros especímenes, no fueron dotados de soga y arnés para escalar dos muros de más de 100 metros de altura en su recorrido natural.

Cabe aclarar que al Samaná también quieren meterle un par de muros (Hidroeléctrica Porvenir II y Microcentral Palaguas) para contener el líquido vital, lo que representaría miles de hectáreas inundadas, miles de toneladas de metano, cientos de personas desplazadas y otros cuantos centenares de revictimizadas ya que apenas están retornando desde el 2010 a su tierra de la que huyeron por el azote de la violencia guerrillera y paramilitar.

Pero la cosa se pone peor. El Profesor Miller Dussán (una de las grandes mentes de la Mesa Social Minero Energética y Ambiental por la Paz) afirmó durante el Encuentro de Comunidades Afectadas por Proyectos hidroeléctricos en el Oriente Antioqueño, realizado el pasado sábado, que el 43.5% de toda la energía del país se genera en Antioquia y ésta basta para cubrir la demanda colombiana. Es decir el 56.5% de lo que se produce sobra.

Hidroeléctrica El Quimbo. Imagen cortesía de: El Heraldo

Es ahí donde cabe la pregunta ¿para qué pu*#%& queremos más hidroeléctricas? La respuesta es fácil: Energía para exportar, agua para extracción de hidrocarburos con modalidades como el fracking y agua para megamínería. No por nada la declaración del agua como bien común, fue una propuesta fallida en el congreso y no por nada se negocia con la insurgencias, porque el acuerdo con las Farc no se firmó solo para evitar la violencia directa, sino también para exprimir hasta la médula los territorios que estaban bajo sus dominios.

Sí, así es, las guerrillas resultaron más eficientes como guardianes de la naturaleza que el Ministerio de Medio Ambiente, y por eso aunque la paz siga siendo paz y siga siendo buena, el apellido de corporativa, apostillado por el profesor Dussán, la prostituye y abre la posibilidad, de que el posconflicto se trasforme en un preconflicto, porque no se podrá lidiar con las causas de fondo de la guerra interna del país, que no son un misterio para nadie, tal y como lo propone Boaventura de Sousa en el libro, aún sin publicar, Democracia y transformación social.

Quizá Einstein tenía razón al decir que las guerras en el futuro serían por el agua. Aquí ya lo estamos viendo. El preciado líquido que debería ser garantía de la soberanía y seguridad alimentaria es usado para la explotación y la mercantilización, posicionando la naturaleza como cualquier vulgar entidad prestadora de servicios.

Y no me digan que una hidroeléctrica entra en el famoso modelo de desarrollo sostenible propuesto en Estocolmo en 1972 y ratificado en Río de Janeiro 20 años después. Desarrollo y sostenible son, de manera casi matemática, inversamente proporcionales. El desarrollo busca generar capital y el capital busca la ganancia en el menor tiempo posible consumiendo demoníacamente rápido los recursos y lo sostenible alude a la naturaleza, cuyo ritmo es totalmente opuesto, ya que requiere largas temporadas de recuperación y años para restablecer el equilibrio.

Es verdad que el panorama no es el más alentador, pero quisiera concluir esta primera parte usando palabras más sabias que las mías, robadas de la pluma de Boaventura de Sousa: “Estamos frente al caso paradigmático de la incertidumbre […] cuyo desenlace está en las manos de los colombianos y colombianas”. ¿Qué podemos hacer entonces? esa es la pregunta que nos queda por responder.

 

Brayan Montoya
Comunicador Social- Periodista. Especialista en Epistemologías del Sur. Ha sido investigador sobre problemáticas socioambientales y formador en comunicación popular. Un convencido de la transformación social y los valores comunitarios a través de la creatividad y el trabajo colaborativo. Ha hecho parte de procesos como la 2da Asamblea Nacional por la Paz (2015), La Red Interuniversitaria por la Paz (2015-2017) y el Movimiento Social por la Vida y la Defensa del Territorio -Movete-(desde 2016).