Sobre El sendero de la anaconda

En particular, quedé esperando de Davis señalamientos concretos de los problemas, amenazas y desafíos que hoy se ciernen no solo sobre el Apoporis y Chiribiquete, sino al resto de la selva amazónica: allí confluyen intereses corporativos de todo tipo.

Opina - Ambiente

2019-07-12

Sobre El sendero de la anaconda

Autor: Germán Ayala Osorio

 

Después de ver el documental El sendero de la anaconda son muchas las sensaciones que, incrustadas en mi mente a manera de preguntas, me obligan a exponerlas en esta columna con el propósito quizás de que estas sean compartidas por quienes también pudieron ver este maravilloso registro de la majestuosa selva que aún queda en pie en esa parte del territorio colombiano.

No es fácil abordar y  registrar en poco tiempo la complejidad de los ecosistemas que sobreviven en los territorios registrados por el equipo documentalista. Quizás ese sea el mayor  “problema” del documental El sendero de la anaconda.

No por listar una serie de factores y circunstancias se logra exponer con claridad la compleja condición sistémica de los ecosistemas allí presentes y las dinámicas y las lógicas en las que se producen las interacciones que los seres humanos propusieron en el pasado y proponen hoy en esos territorios.

En particular, con aquellos que, sentados en otra dimensión simbólica, toman o dejan de tomar decisiones que hoy afectan el equilibrio y la vida misma de las selvas que acompañan al serpenteante recorrido del río Apoporis.

La narración en el documental cae en un ir y venir que, dada la complejidad de las circunstancias contextuales, naturales y civilizatorias, no permite al espectador comprender lo que sucedió en una no muy lejana historia con los ecosistemas asociados al río Apoporis y con el propio Chiribiquete.

Las transiciones rápidas de hechos pasados y presentes, sumado a ello la intención manifiesta de reconocer el trabajo de Richard Evans Schultes, botánico y explorador norteamericano, en la voz de Wade Davis, un etnobotánico y antropólogo colombo-canadiense, pueden impedir que los públicos comprendan en toda su dimensión no solo lo que sucedió ayer con y en esos territorios, sino lo que sucede hoy, gracias a procesos de deforestación que hoy se dan dentro del Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete.

La deforestación en la Amazonía norte de Colombia no deja de ser una  preocupación. El último boletín de alertas tempranas de deforestación del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM) dejó claro que el principal núcleo se encuentra en el occidente del departamento de Caquetá, en inmediaciones de los ríos Yarí, Caguán y Quemaní afectando, incluso, al Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete”.

Loable y plausible la intención de reconocer el trabajo de Schultes y de manera concomitante las propias acciones de Davis en pro de que se conozca y se comprenda la importancia de conservar o de hacer un uso responsable y sostenible de los servicios ambientales que ofrecen los ecosistemas selváticos, celosamente1 cuidados por pueblos indígenas.

Pero a la hora de narrar hechos del pasado y del presente y, de dar cuenta de la complejidad biológica de los ecosistemas y las sucesivas complicaciones (afectaciones socio ambientales) que genera la presencia humana con fines de explotación, el documental cae en un registro deshilvanado de hechos.

“Pero esa misma complejidad se convierte en un enemigo de la narración, erosionando su efectividad. Con frecuencia el espectador se pregunta cosas como: ¿Esa es una tribu entre cuántas? ¿Esa es una planta?, ¿De cuáles? ¿Dónde estamos en este momento? 

Aunque El sendero de la anaconda trata de encontrar una estructura alrededor de las experiencias de Wade Davis y Martin Von Hildebrand, su tema es tan inabarcable que por momentos deja al público añorando un baquiano”.

Nadie puede desconocer el trabajo de estos extranjeros que quedaron atrapados en la magia y en el sentido consustancial de las cosmovisiones de los pueblos indígenas que sobrevivieron a violentos procesos civilizatorios y de intervención étnico-cultural de “hombres blancos” que, de la mano de una idea universal de desarrollo y progreso, buscaron erosionar su orden simbólico y su dignidad para luego arrebatarles sus territorios y extraer de estos las riquezas que se esconden detrás de eso que muchos llaman diversidad biológica.

En particular, quedé esperando de Davis señalamientos concretos de los problemas, amenazas y desafíos que hoy se ciernen no solo sobre el Apoporis y Chiribiquete, sino al resto de la selva amazónica.

Allí confluyen intereses corporativos de todo tipo y acciones de particulares que se aprovechan de la débil institucionalidad ambiental que opera en Colombia, a pesar de contar el país con una Constitución verde y garantista en materia de derechos ambientales.

Se aplauden las actividades científicas desarrolladas por el Instituto Sinchi, registradas en el documental, pero al tiempo que se investiga y se registran especies, hay que empezar a exigirle al Gobierno de Iván Duque acciones concretas conducentes a fortalecer la institucionalidad estatal local y de apoyar, con el concurso de los pueblos ancestrales allí asentados, actividades de vigilancia y denuncia de las actividades legales e ilegales que están afectando el equilibrio ecológico de los ecosistemas; y de igual manera, emprender, con decisión, la recuperación de los ecosistemas ya afectados por las acciones depredadoras de ganaderos, mineras y latifundistas2.

Grupos de ganaderos y latifundistas y empresas mineras (extranjeras y nacionales) tienen hoy sus garras puestas en estos territorios selváticos, poniendo el riesgo no solo la vida de los frágiles ecosistemas naturales-históricos, sino la de los pueblos indígenas.

Pueblos indígenas que han resistido y resisten aún las embestidas de una cultura occidental ambiental y ecológicamente equivocada, a juzgar por los problemas que hoy enfrenta el mundo por el cambio climático.

Claro, hay que tener en cuenta que realizar un documental de estas dimensiones cuesta mucho dinero y se necesita de un respaldo institucional importante, como el que brindó el Canal Caracol. Por esta circunstancia el documental El sendero de la anaconda es políticamente correcto.

Por todo lo que viene sucediendo en y con la Amazonía colombiana en materia de deforestación, con la llegada del modelo de la gran plantación para la producción de agrocombustibles y los procesos de potrerización, es urgente la realización de documentales que sirvan para denunciar lo que tímidamente la gran prensa registra sobre los procesos de intervención insostenible que hoy se llevan a cabo en toda la extensa Amazonía colombiana.

Lo que sí hay que aplaudir del documental en cuestión es que no cayó en el discurso promocional del documental Magia Salvaje. Se necesita que este documental sea exhibido en colegios y universidades de manera masiva y gratuita, con el propósito de “atacar” ese vacío educativo y ético que arrastramos como sociedad.

Termino con apartes de la columna que escribió Brigitte LG Baptiste, a propósito del documental:

Hoy sabemos que la selva entre los Andes y el Atlántico es una gigantesca serpiente que completa el círculo de las aguas entre la cordillera y el océano, por el suelo en forma de ríos y cascadas, por el cielo en forma de nubes y tormentas.

Sabemos que del mantenimiento de ese circuito de humedad depende, sin exagerar, la persistencia de la humanidad en el planeta: si se rompe, el sistema climático global entrará en una etapa caótica de la cual no hay noticia en tiempos humanos.

Sabemos que si continúan la deforestación y el narcotráfico, Colombia desaparecerá como nación. Y sabemos que podemos vivir en la selva, porque hay decenas de civilizaciones que aún hoy vigorosas están dispuestas a proyectar la historia miles de años atrás para compartirla con los colombianos, mal educados para pensar que todo empezó en una aventura comercial ibérica en el siglo XV”.

 


 

1. En el documental se registra la participación de algunos miembros del pueblo indígena en actividades de minería y su claro arrepentimiento.

2. La dependencia ética y política del presidente Duque, del senador, ganadero, caballista y latifundista Álvaro Uribe Vélez, le impide orientar una seria política ambiental de conservación de ecosistemas boscosos e hídricos de gran valor hoy, dados los desafíos y los retos que le impone a los seres humanos el cambio climático.

 

 

Foto cortesía de: El Espectador

 

 

( 1 ) Comentario

  1. El documental muestra de manera fácilmente comprensible la pasión y el trabajo científico del señor Shultes, la importancia del territorio, sus comunidades y su biodiversidad para la sostenibilidad del planeta y la belleza y magestuosidad de la naturaleza. Su mensaje es muy valiosos y si alguien, gracias a la existencia de ese respetable trabajo considera que debe plantear las diferentes problemáticas relacionadas, pues bien, pero no veo la validez de la crítica sobre las líneas narrativas planteadas.

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Germán Ayala Osorio
Docente Universitario. Comunicador Social y Politólogo. Doctor en Regiones Sostenibles de la Universidad Autónoma de Occidente.