En Colombia somos un país de 49 millones de habitantes, de los cuales aproximadamente 30 millones, es decir el 61.2% de los pobladores, estamos habilitados para votar, esto significa que en teoría existen altísimas probabilidades de cambio, de tomar un nuevo rumbo como nación y está en nuestras manos.
A medida que avanza la contienda electoral con vistas a elegir al próximo presidente de Colombia, los partidos políticos pusieron las cartas sobre la mesa y muchas cosas han quedado claras: En primer lugar se ha decantado el abanico de aspirantes, dejando listo el tarjetón para la primera vuelta. Algunos desconocidos, con muy pocas probabilidades por cuenta de umbrales y de reglamentación burocrática y politiquera se vieron en la obligación de desistir de la idea; otros ante la incapacidad de ponerse de acuerdo entre sus copartidarios han tenido que ser derrotados en onerosas, aburridas y desgastantes consultas populares.
En segundo lugar quedaron definidas las coaliciones, figura democrática que los partidos políticos usan como jugada de ajedrez, una especie de enroque corto que los aliados muestran como la fórmula salvadora, pero que no va más allá de ser un movimiento estratégico que sirve para defender sus cuotas burocráticas.
Por un lado, la derecha con el Centro Democrático, los conservadores, los de la U, un sector de los liberales, los religiosos y cuanto pseudoburgués aparecido por allí, se unen en torno a impedir a como dé lugar la llegada de la izquierda al trono de Bolívar; por el otro, los de “centro” se han aliado con el propósito de derrotar la corrupción de los mismos de siempre y como es obvio esas coaliciones están dispuestas a todo, menos a tomarse la foto con la izquierda, la cual se queda apartada como la mierda del gato.
En tercer lugar, más claro que el agua, es que no importa qué tan separadas y distantes estén las ideologías políticas, a todos los une el mismo discurso: “el miedo”. Efectivamente, esta campaña electoral ha girado en torno a inocular en la mente del sufragante que cada uno de los candidatos es el “mesías” y que el otro, es decir, su oponente es el “demonio”, es así como hemos sido testigos de cómo desde las distintas orillas del pensamiento político las propuestas de bienestar para el pueblo brillan por su ausencia, por el contrario la calumnia, el insulto, la injuria, las falsas acusaciones, la polarización y el odio han sido el pan de cada día durante el transcurrir de esta batalla por el poder.
Así las cosas y con el espectro político despejado, lo que se cierne sobre Colombia es un panorama oscuro y sombrío, de ganar las elecciones el señor Gustavo Petro, no creo en lo particular que él nos vaya a llevar a convertirnos en Venezuela, pero lo que sí va a ocurrir es que no lo van a dejar gobernar porque el “presidente eterno”, Álvaro Uribe y sus áulicos no van a quedarse quietos, ellos no están dispuestos bajo ningún precepto a aceptar una derrota en las urnas y menos si esta es proporcionada por la izquierda, de modo pues que se va a desatar una guerra fratricida que estará aupada por la prensa.
No olvidemos que Petro fue alcalde de Bogotá y debió enfrentar una guerra sin cuartel desde todos los flancos, que se apoyó en los medios de comunicación que no dudaron un segundo en adelantar una campaña masiva de desprestigio. Exactamente eso mismo va a pasar y en mayores proporciones de ganar las elecciones y desde ese punto de vista, la candidatura de Petro es inviable.
De ganar las elecciones el ala derecha, el panorama nacional no será para nada alentador pues el ánimo revanchista y vengador de Uribe salta a la vista, de hecho el discurso programático del candidato Iván Duque no es más que la lectura del libreto de la doctrina uribista; volver trizas los acuerdos del fin del conflicto con las FARC, eliminar las altas cortes fusionándolas en una sola, callar a los periodistas críticos de su filosofía son síntomas premonitorios de un gobierno autoritario, basado en el terror que infunden las políticas de la “seguridad democrática”, con impunidad para sus aliados, pero la condena para sus detractores.
Por los lados del centro, su actuar no precisamente nos dejará ver la luz al final del túnel, millones de colombianos en el fondo, ciframos la esperanza en aras del equilibrio de la balanza para que naciera una alianza realmente salvadora, que se convertiría en el palo, en la rueda para las aspiraciones de quienes tienen el deseo de pisotear la democracia. Pero no ha sido así, los verdes y un sector del Polo se unieron para vendernos una fórmula aparentemente ganadora, pero que no va a llegar a ningún Pereira; más argumento tiene una novela de Corín Tellado que el falso romance que nos quisieron montar los de la Coalición Colombia con Humberto de la Calle y su cuentico de sentarse a tomar café, para terminar carameliándonos con una consulta ante el CNE para saber si está habilitado para volver a otra consulta antes de elecciones y definir si se une o no a los verdes. ABSURDO, desde todo punto de vista, absurdo y además engañoso para el electorado.
Que los de la Coalición de centro hayan mirado por encima del hombro las aspiraciones del sector de la izquierda, que Sergio Fajardo y Humberto de la Calle sean puro tilín tilín y nada de paletas, que la izquierda y la derecha nos ofrezcan un futuro sombrío, nos obliga a interiorizar la magnitud del problema que se avecina y a tomar consciencia que como electorado, como constituyente primario debemos actuar, y ese 61.2% de capacidad electiva, debe salir a las urnas a pasarle factura a todos los sectores que hoy hacen parte del problema, pero no quieren hacer parte de la solución. Colombianos, tenemos la obligación de salvar la patria, su voto cuenta y si es en blanco también.
Estoy de acuerdo en derrotar a los que no quieren la Paz.Hay que sacar a Uribe del panorama nacional.Nos hace mucho daño .