Rosie y el feminismo

Opina - Sexualidad

2016-11-06

Rosie y el feminismo

Quizá muchos de ustedes estén familiarizados con el famoso poster de “We can do it!”, asociado a la figura de Rosie the Riveter, y apropiado como uno de los íconos feministas de finales de siglo XX. Paradójicamente, en sus orígenes esta imagen no era emancipatoria: hacía parte de la propaganda estadounidense destinada a promover el trabajo de la mujer en las fábricas durante la II Guerra Mundial, mientras los hombres estaban en combate.

No es muy claro cómo este símbolo fue reinterpretado por el feminismo para mostrar el empoderamiento de la mujer (y no su sumisión), pero hay algo en esa imagen que es muy útil para hablar de la igualdad de género hoy: la capacidad de actuar como iguales.

Para explicar a qué me refiero con esa capacidad, es necesario entender el feminismo lejos de las tergiversaciones de las que, por desgracia, ha sido víctima. En la concepción original, el feminismo apunta a construir la igualdad entre ambos géneros, contrarrestando las fuentes de discriminación y violencia hacia la mujer. Sin embargo, esta idea se ha malinterpretado a tal punto que se traduce en la transformación de las mujeres en las “nuevas opresoras” de los hombres y en la denuncia de cualquier cosa con tinte machista.

La tergiversación del feminismo ha creado – desafortunadamente – tanto a las famosas “feminazis” como a los hombres que desestiman las reivindicaciones justas de todo un movimiento, con base en estereotipos equívocos de una mujer empoderada. No hay nada más dañino para la causa que esto.

En este sentido, la forma de llegar a la igualdad de género no es encontrando el “falo opresor” en cada esquina, sino en ser capaces de actuar como iguales. Es decir, de utilizar los derechos que nuestras madres y abuelas han ganado en el pasado, para contrarrestar lentamente el machismo de nuestras sociedades. Votando, estudiando, emprendiendo, postulando a cargos públicos y reconociendo el rol de hombres y mujeres equitativamente: esa es la forma de cambiar las cosas, y de demostrar nuestra capacidad sin pelear. La igualdad y la no discriminación son carreras a largo plazo, puesto que el problema va más allá de lo político y abarca lo social.

En este plano social, la capacidad de actuar como iguales también es esencial. Desde pequeños y pequeñas, nos han inculcado conductas diferenciadas que nos impiden reconocer al otro. Por ejemplo, los hombres deben ser “caballerosos” y ceder el asiento o darle la chaqueta a las niñas cuando hace frío; las niñas se desempeñan mejor en roles familiares u hogareños. Estas formas de actuar les impiden a las mujeres reconocer en los hombres el cansancio o la fragilidad, y a ellos ver que las mujeres también pueden desempeñarse efectivamente en otras esferas.

Es aquí donde Rosie nos recuerda que la mujer también puede trabajar en una fábrica, pero haría falta la imagen de un hombre que pueda sentarse en una silla del transporte público como cualquier mujer. Esa sería la mejor muestra de feminismo: la capacidad de reconocernos en el otro y tratarnos como esperamos ser tratados.

No obstante, el trabajo más importante es inculcar en las generaciones futuras estos valores. Es imperativo dejar de enseñarle a las niñas que deben conseguirse un “marido que las mantenga” para ser exitosas; es necesario educar a los niños para que no irrespeten a las mujeres cuando caminen en la calle; es obligatorio dejar de decirles a los niños que no pueden llorar y a las niñas que no pueden salir sin un hombre. Si aplicamos estas pequeñas cosas en la formación de la nueva generación, estaremos cada vez más cerca de la igualdad y la emancipación. Lograremos el objetivo el día que no haya que recordar todo lo anterior.

Así que los invito a ser capaces de actuar en igualdad, si quieren reivindicar los derechos de tantas personas que han luchado por ellos. Los invito a tratar a los otros como quieren ser tratados, si quieren hacer justicia a tantas personas víctimas de maltrato. Los invito a formar a generaciones cada vez mejores, que comprendan lo que realmente significa ser iguales. Solo así, la imagen de una Rosie feminista tendría sentido a pesar de su origen. Sino, seguiremos en la paradoja un buen rato.

Publicado el: 6 Nov de 2016

Dora Carreño
Entre otras cosas, Politóloga de la Universidad de los Andes. Pd: Aquí solo expreso mis opiniones personales.