Pulso

Opina - Sociedad

2016-09-12

Pulso

“El mundo está loco. No hay droga más letal y peligrosa que el alcohol; y, quienes la consumen suelen escandalizarse con la marihuana. Hipócritas”.

Estas son palabras, que escribió en su muro del “Face” una valiosa amiga que quiero con el alma. Promotora del Hip-Hop criollo, mujer emprendedora. En la letanía que a continuación voy a hilvanar, procuraré “reordenar” en parte, la sentencia que incrusté en el capitel de mi columna, indisponiendo algo quizá de paso, a mi querida Luisa X.; su tierna autora.

Todo, puede resultar peligroso y letal. Hasta el ingrediente más inofensivo, el líquido más saludable, el sentimiento más hermoso y, hasta el placer más exquisito. Y el fumar marihuana en exceso jamás será la excepción. Seguramente Luisa tiene razón, si bajo su premisa ubicamos a un alcohólico crónico que soterradamente se escandalice y condena la marihuana. Un borracho empedernido reprochando vicios, es un prototipo del cínico sin escrúpulos. Tan inaceptable como el que en ese estado u otro habitúa pegarle a la mujer pero no le permite a esta fumar por temor al daño que en ella pueda causar el tabaco, o le prohíbe verse con amigas, por las “malas mañas” que pueda adquirir de estas. Aborrecible descaro.

El borracho e incluso el dipsómano (y el yonqui por supuesto) arraigado que puede valerse por sí mismo y “disfrazar” su vicio, son entes perfectamente igual de repudiables. El bebedor frecuente hiede a licor por lo general. Fastidia. Irrita en su espeso hábito y hálito, dejando una estela de anís por donde quiera que vaya. El adepto al licor, por lo general, atrae malas amistades, captura desgracias, repele virtudes y, ancla en su infortunada práctica el rechazo, el riesgo y la pernicia. Casi siempre termina sumido en desgracia, completamente solo o, consolado por hipócritas y oportunistas. Cuando no, exclusivamente, por algunos familiares piadosos que valientemente asumen la carga.

El borracho es un ente con quien nada ni nadie quiere tolerar; ni quisiera lidiar, o volver a muletear jamás en la vida. Y, lo propio con el marihuanero enraizado en su hierba.

Imagen cortesía de: sophimania.pe

Imagen cortesía de: sophimania.pe

El consumidor ocasional quizá hoy día, no tenga porqué ser blanco de reproche alguno, si aún sigue teniendo control de sí y, está lejos de la “fármaco-dependencia”. Porque allí es cuando empieza a degradarse el hombre y empieza a desabrigarse el vicioso; cuando el autocontrol empieza a atomizarse y la autoestima a desgranarse. El marihuanero asido a su hierba, hiede a ella. Perturba su entorno, espesa el ambiente, captura el rechazo y atrapa la desidia y el abandono. Igual que el borracho. Parecido al leproso. Guardando las justas proporciones, claro está. El leproso lo es, no porque quiera, sino porque le toca. (Algunos dirán que el marihuanero lo es no porque quiere sino porque..necesita; pero no es allí donde quiero ahondar en esta columna)

Al marihuanero, diferente al bebedor ocasional o “social”, su vicio lo posee. Sus prioridades, pesares, anhelos, virtudes, posibilidades y oportunidades le pertenecen no a él sino a su adicción. Se torna en un sujeto frágil, vulnerable, mórbido, peligroso y, quién jamás será depositario de responsabilidad ni confianza alguna ni depósito del buen ejemplo y probidad. Tal cual lo sería un beodo. Todos hemos visto cómo la marihuana en exceso sin entrar en otros herbajes o anfetaminas más nocivas, roe al individuo. Lo hemos visto en “ollas”, parques, calles y demás. Aislamiento familiar, laboral, escolar y etc.; una alambrada de púas que anula al individuo. Lo aplaca para luego absorberle poco a poco desde la epidermis y la psiquis, hasta la hiel.

Así las cosas, al margen de la milenaria disciplina que implica el degustar, abrazar, auscultar o simplemente contemplar el arte de la enología, o, del buen beber en general, confrontándolo con un estatus que la marihuana no tiene y está lejos de alcanzar, reitero, el abusar de cualquiera de las dos alternativas de…esparcimiento, puede resultar en palabras de Luisa, letal y peligroso, por supuesto. Y, condenable, de contera. Pero, al enyerbado consumidor ocasional, amablemente, sí le endilgaría la responsabilidad de… respetar el espacio y el lugar que en el mundo y durante siglos se ha ganado el etanol, la diestra fermentación y el arte de la destilación; frente a la legión de componentes químicos que conforman el cannabis, tan maléficos para el sistema nervioso y tan funestos para los circuitos cerebrales. (.)

( 2 ) Comentarios

  1. Señor Carrillo, su desinformación sobre los temas que aborda en su columna contrasta con la descripción de su perfil profesional y pone en duda su auto denominada coherencia, su amor a las letras y su exploración nata:

    «(el marihuanero) jamás será depositario de responsabilidad ni confianza alguna ni depósito del buen ejemplo y probidad.» Los actuales presidentes de Colombia y Estados Unidos han admitido haber hecho uso de la «yerba maldita» y tienen en su haber la responsabilidad y la confianza de millones de personas llevada a buen término. La lista de personajes «fumones» mundialmente reconocidos es bien extensa, e incluye nadadores (Phelps) Millonarios (Bill Gates) Innovadores (Steve Jobs) Actores (Jack Nicholson) Músicos (The Beatles) y un sin fin de casos en los más de 100 años que se viene usando de forma recreativa, sin llevar a la humanidad al «aislamiento familiar, laboral, escolar y etc.» y sin aislar al individuo en una cerca de alambre de púas.

    Decir que la marihuana en exceso roe al individuo comparándola con otros herbajes y anfetaminas es como decir que la leche en exceso puede conducir a los peligros del licor adulterado con altos contenidos de alcohol.

    Las anfetaminas son estimulantes del sistema nervioso y su composición química no tiene una sola similitud con la del cannabis, que como depresor del sistema nervioso, actúa de una forma muy diferente en el organismo. El cannabis no tiene efectos maléficos en el sistema nervioso ni es funesto para los circuitos cerebrales.

    Su ignorancia no tiene límites. Quizá si investigara a conciencia antes de publicar sus columnas llenas de mentiras, algún día su nombre aparecerá «en periódicos de consagrado renombre» como delira en su inflada presentación.

    • «Néstor» si es que ese es su nombre y no un «alias», quizá. Bienvenida siempre la crítica constructiva y aterrizada. Desapasionada y sobria. En la columna, ni pretendo desconocer ciertos efectos positivos del cannabis medicinal ni el que afamados personajes exitosos o no le hayan «jalado». No es el eje de mis líneas. Demacra usted la esencia de la misma. Que no es otra cosa desde su médula, que reprochar excesos. Por que el marihuanero consumidor excesivo y endiablado, se pierde en su hierba, eso lo ve, lo sabe, lo percibe y lo huele hasta un niño de 3 años. En algunos parques, los infantes son los primeros que denuncian ello. Si a usted la quimérica, sudorífera y soporífera hierba le produce efectos efectivos; estupendo. Supongo que muy seguramente, consumida con cierta prudencia y en tratamientos específicos, puedan producirlos. Jamás lo he desconocido. Maravillosos sus efectos no solo delirantes sino benéficos.

      Fúmesela lejos de mi en todo caso. Mil gracias.

      Bella tarde..

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Fernando Carrillo V.
Abogado del la U. Libre de Colombia, nacido en Bogotá, amante de las letras, siervo del diccionario y discípulo de la palabra bien hilvanada, coherente e impactante. Lector asiduo y explorador nato. En mi Haber literario reposan sendas publicaciones en periódicos de consagrado renombre y participaciones exitosas en concursos de micro relatos a nivel internacional. En la actualidad soy asesor jurídico independiente y consultor en materia gramatical y de redacción, en la composición de tesis, y elaboración de documentos investigativos y textos en general.