¿Populismo vs populismo en la segunda vuelta?

Si bien Uribe representa a una población que ha sufrido la violencia, Petro también y sabemos cuál es la que está demandando verdad histórica para ser reparados.

Opina - Sociedad

2018-06-05

¿Populismo vs populismo en la segunda vuelta?

Esta pregunta quizás pueda rondar en varias cabezas colombianas desde hace varios días y mucho más frente a la tibieza de la Coalición Colombia y su representante en las elecciones a la Presidencia en la primera vuelta.

Pero hablar de populismo en esta coyuntura no solo es importante por eso, por la decisión de varios dirigentes políticos de votar en blanco como De la Calle, sino porque el pensamiento filosófico en Latinoamérica y los intelectuales, tiene una “estrecha vinculación con la vida política y su preferencia por temas relacionados con la reflexión socioanalítica”.[1] Esperemos que Mockus y Claudia, la responsable de la coalición, decidan por encima de sus intereses y egos.

Para empezar, hay que plantear entonces qué vamos a entender por populismo:

“A pesar de todas sus incoherencias, el populismo fue la creación social y cultural más genuina de América Latina en el siglo XX. El populismo transformó incluso a aquellos que se oponían a él. Modificó la cultura de nuestras gentes, su sexualidad, sus maneras de amar, de pensar, e incluso de danzar y caminar: en suma, la totalidad de la vida cotidiana. Solamente bajo el populismo, con la integración de las masas al mercado, la sustitución de importaciones, la urbanización y otros cambios sociales de grado y de ritmo diferentes, la modernidad pudo ser impuesta definitivamente en América Latina y con un estilo latinoamericano (…) El populismo fue el instrumento de nuestra compleja integración en la experiencia universal y paradójica de la modernidad. (1995:58).

El contexto en el que se vive esta experiencia del populismo en Latinoamérica tiene varias características, entre ellas, la crisis económica en Europa que permitió en los años veinte “un proceso de industrialización sobre la base de la sustitución de importaciones y la conformación de un mercado interno”. Todo este proyecto económico y político fue emprendido por “burguesías nacionalistas” que decidieron retomar el “proyecto civilizatorio” de construir nación de las élites criollas en el siglo XIX; sin embargo, ya el problema se trasladó de la construcción de la nación a la unificación de la misma.

Para llevar a cabo dicho proyecto “durante el periodo entre las dos guerras mundiales” se encargaron de crear un Estado “capaz de incorporar las diferentes culturas en un solo “sentimiento nacional”. Esta “burguesía nacionalista” se ocupó de “asegurar una unidad espiritual” para “sostener los proyectos de la modernización”.

Planteaban entonces que la unidad de la nación “debería garantizarse por el rol protagónico del Estado” en la producción de un “repertorio de símbolos y estereotipos representativos de la identidad nacional. Todo esto fue posible gracias al populismo.

En este orden de ideas, el populismo, “no se trata de la democracia liberal estadounidense o europea, que garantiza las libertades civiles y el pluralismo, sino de una visión sustancialista, de la democracia en la que se imagina una identidad única del pueblo encarnada en la figura máxima de un líder”. Es aquí donde radica el principal temor del populismo, el autoritarismo.

Sin embargo, “desde esta perspectiva, el populismo puede ser visto como una democracia de masas. No son los ciudadanos, ni la sociedad civil, sino “el pueblo” —visto como una masa sustancial y homogénea— referente del populismo (O´Donnel 1982).

Fue sobre este contexto que se logró homogeneizar las diferentes identidades de las ciudadanías bajo las categorías filosóficas del pueblo y la nación. Sin embargo lo que podría ocurrir en Colombia es distinto, pues vivimos en un tiempo donde las grandes identidades culturales como: la de clase, de género y “raza”, por medio de las cuales, se vieron legitimadas las manifestaciones del populismo no permanecen intactas y, necesariamente no te dicen qué significa ser un sujeto dentro de las mismas, ya que las luchas actuales se dan en el plano de la posmodernidad, el derecho a ser diferentes, e incluso, hasta con identidades que se supone no tendrían que ver nada una con la otra.

Lo que quiero decir es que, en caso de que Petro sea un populista, como consideran algunos/as, no tendrá que serlo bajo el manto del autoritarismo, porque no tendrá que homogeneizar, pues la gente ya no reclama ser idéntica a algo o alguien, sino y precisamente todo lo contrario, que se les permita ser diferentes.

En este sentido el principal temor queda disipado y más aún cuando el que dicen va a ser un populista, viene de conocer realidades que muchos comparten en Colombia; es decir, si existe alguna identidad compartida se daría en el plano de “vejámenes” (sufrimientos) para ponerlo en términos de la profesora María Teresa Uribe de Hincapié, pues y con todo lo que se le acusa a Petro ha resistido aún y en una sociedad que ve con indiferencia que fue torturado.

No se trata entonces de poner de víctima a Petro, aunque lo es, sino de decir que él representa otra historia de país, diferente a la que representa Uribe y eso en el plano de la segunda vuelta hay que reconocerlo. Además, no estoy diciendo que haya, como afirman muchos inconscientemente, una violencia buena y una violencia mala en Colombia, estoy diciendo que, si bien Uribe representa a una población que ha sufrido la violencia, Petro también y sabemos cuál es la que está demandando verdad histórica para ser reparados.

Duque representa el anti-populismo, pero no porque no sea autoritario, ni sus políticas muchos menos, sino porque nunca podrá ser lo que él no es, parte del pueblo.

 

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Nota: todo lo citado en este texto corresponde al texto: Crítica de la Razón Latinoamericana de Santiago Castro Gómez, en el capítulo III Populismo y filosofía.

Imagen tomada de Mdz

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Julián Stiven Velásquez