Perdidos en el paraíso

Gobiernos que pasan de padres a hijos como si fueran monarquías medievales, y pueblos obligados a aferrarse a una camándula para que no les nieguen derechos tan fundamentales como la salud.

Opina - Sociedad

2018-07-07

Perdidos en el paraíso

En Macondo llovió cuatro años, once meses y dos días (más de lo que dura un mandato presidencial). Sus habitantes se fueron acostumbrando, se quedaron quietos, sentados esperando; algún día tendría que escampar. A la lluvia como fenómeno natural, no queda otro remedio que aceptarla; pero la lluvia como metáfora del poder que se ejerce desde afuera, nos la han hecho creer como incontrolable, como si fuera voluntad de Dios y, por ende, tolerable. Esa imagen de aquel invierno tal vez sea una de las más acertadas lecturas que se pueden hacer de este país.

La naturalización de este fenómeno tiene dos nombres concretos: corrupción e inequidad, las cuales en Colombia no las genera el vaivén de los acontecimientos, sino la potestad que les hemos dado a ciertos grupos “económicos y políticos” de marcar y direccionar la agenda del país.

Por aquí siempre nos ha llovido esa clase de desgracias, guerras que duran medio siglo, gobiernos que pasan de padres a hijos como si fueran monarquías medievales, y pueblos obligados a aferrarse a una camándula para que no les nieguen derechos tan fundamentales como la salud. Han sido inviernos recios de nunca acabar.

Pero volvamos a Macondo, allá donde se juntan nuestros paraísos y nuestros pecados. En las primeras líneas de Cien Años de Soledad, Gabriel García Márquez pinta y da movimiento a una especie de paraíso terrenal de aguas cristalinas. Mas no hay que ir tan rápido porque los paraísos suelen engendrar u ocultar algunos crímenes. Páginas adelante, el premio Nobel nos aclara una cruda verdad, José Arcadio Buendía y sus compañeros de expedición buscaban el mar.

Después de veintiséis meses, ya agotados, acamparon al lado de un río, y decidieron que no continuarían el camino; aceptaron que estaban perdidos. ¿A causa de qué llegaron allí? Pues de huirle a un asesinato, el de Prudencio Aguilar. Pero resulta que los muertos no pertenecen al lugar donde caen, sino a la conciencia de los hombres, que es a la postre inevitable. No reconocer nuestra historia y los crímenes que la rodean es el camino de la perdición.

Estaban perdidos en el paraíso, así sin más, perdidos en el pleno trópico del mundo. Soñando con descubrir tesoros a pesar de vivir en el edén. Y si viramos los ojos desde las páginas de Cien Años de Soledad hacia nuestra realidad, tal vez tengamos que aceptar que Colombia es una metáfora de ese libro, que somos una versión ampliada de aquel mundo macondiano en el que la Masacre de Las Bananeras es negada con esa frase lapidaria: “aquí no ha habido muertos”.

Es la misma negación de la historia bíblica, Adán y Eva no reconocen su falta, Caín alega que él no es responsable de su hermano; a sabiendas que lo ha matado con sus propias manos. Es esta acción: la negación, que no nos permite avanzar y nos mantiene perdidos en el paraíso. Ojalá y llegue una generación que no se aferre a la omisión y al olvido, sino que empiece por decir: “nosotros hemos sido todos, hemos sido víctima, victimario, espectador, y ahora todos seres hermanos”.

 

Ilustración cortesía de Luisa Rivera.

( 2 ) Comentarios

  1. ReplyEddi Esperanza González Santafé

    Totalmente identificada con su análisis y tristemente consciente con la realidad de nuestro hermoso país.

  2. ReplyJorge Hernando Saray mora

    Mi apunte acerca de este artículo:
    EL CATEO DE UN PUEBLO PROSTITUIDO
    Reza el adagio popular a manera de enseñanza; el trabajo más antiguo es la prostitución. Siempre habrá una razón para que se cierre el trato maldito. Así, el pueblo colombiano, basado en sus insatisfechas y crecientes necesidades, encontrará una excusa para entregar sus devaluadas voces, sus lamentos convertidos en augurios de hambre y miseria.
    Es la mera costumbre de dejar que te claven. Estarás penetrado hasta lo profundo del alma. Te duele, no lo gozas pero es ya, parte de tu naturaleza. Es así como te sientes bien, y así te tienen, Clavado !!.
    Hay de ti pueblo PROSTITUIDO, corroído y maltrecho que heredas mierda a tus hijos.

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Alejandro González Santafé
Filósofo y escritor.