‘Tiempos atrás nació una niña en el corazón de Bogotá. Esta niña se volvió mujer, y esa mujer se volvió capaz y siguió su naturaleza… porque es [de esa gente que] nació para brillar”. Esa niña, esa mujer es Clara López Obregón, la nueva ministra de Trabajo del gobierno Santos, que despierta odios y amores en el nuevo gabinete presidencial.
Al aceptar la cartera del trabajo, Clara sigue su naturaleza de mujer. Esa naturaleza que las obliga a decir no, cuando en realidad quieren decir sí; como cuando hablan “del mismo modo, pero en el sentido contrario”. Por eso al publicar en su cuenta de Twitter el 16 de junio de 2014 “No me verán en el gabinete del Presidente Santos”, en realidad estaba pidiendo a gritos que Juan Manuel fuera tras ella, como en una historia de amor en la que los polos se atraen.
Aunque sus más cercanos copartidarios insisten en que Clara López acepta el nombramiento seducida por la mermelada del gobierno, no hay nada más lejos de la realidad. La nueva ministra si recoge los postulados de la tan publicitada austeridad inteligente. No se espera menos. Al país le consta que Clara es una mujer sin vanidades: su bigote, su corte de pelo y su guardarropa lo demuestran. No podría ser distinto; es una destacada economista.
Clara sigue su naturaleza y tal vez es presa de sus más primitivos instintos. Seguramente no es fácil. Clara deja de ser la “vaca sagrada” de la oposición para convertirse en una “vaca santista” con posición.
Para ponerlo en términos uribistas: el presidente Santos tiró abajo el alambrado, la cambió de potrero y ahora quiere cebar la nueva ministra en los pastos abonados del postconflicto. Es una analogía acertada no sólo por lo que representa López Obregón para la política de este país, sino también porque se llama Clara… como las vacas.
Para ser sinceros, el Polo la tenía bastante descuidada. Generalmente la izquierda en este país tiene limitaciones para mantener vigente la figura de políticos de gran talla como la Ministra López Obregón. Es apenas lógico, la torta burocrática que representa la jefatura de un partido no es suficiente para un ser que, según dicen, tiene cuatro estómagos. Por eso es tan reprochable que la gente del Polo capotee el nombramiento de la nueva Ministra del Trabajo tratando a Clara como una vaca ladrona y no esperaron a que se fuera del Partido para cerrarle el portillo. Pasan por alto la posibilidad que Clara, como toda mujer, no olvide… igual que las vacas.
Clara siempre ha estado en buenos pastos y, de hecho, lleva años rumiando el poder en este país. Fue secretaria Económica de la Presidencia de su tío Alfonso López Michelsen; contralora y concejala de Bogotá; fórmula presidencial de Gustavo Petro en las elecciones de 2010; alcaldesa encargada de Bogotá (luego de la destitución de Samuel Moreno) y cuando aspiró a la Presidencia de la República durante las elecciones de 2014 logró sumar 1,9 millones de votos.
Su experiencia en el sector público, su caudal político y sus buenos niveles de aceptación ratifican que Clara es toda ‘una vaca lechera y que no es una vaca cualquiera’.
Pero eso no es suficiente para el Polo que, como un toro de lidia, no hace más que mugirla y embestirla. Tal vez no le perdonan a Clara que se haya saltado la cerca cebada por el vecino; tal vez no soportan que ya sea otro quien la ordeñe y prefieren arriarla al matadero; tal vez le solicitaron la renuncia repitiéndole una y otra vez a Clara que: “Si la vaca no da leche, que no cague en el corral”.
Muy acertada la columna, pues con la crisis económica que atraviesa éste país, nada raro que las vacas ya estén cambiando el pasto por la mermelada.
A todos nos toca variar la canasta familiar.