La sagrada familia

Opina - Cultura

2016-08-17

La sagrada familia

Todavía recuerdo cómo en el colegio católico en el que estudié percibía cierto aire de vergüenza en la mirada y el semblante de aquellos compañeros que no podían decir que vivían en una familia “normal”, sino que por alguna circunstancia eran adoptados, carecían de un padre o vivían con parientes lejanos. Fueron varios los casos. Parecía que hablaban más bajo o que rehuían al interrogante ¿Con quién vives? “Normal” era la palabra empleada por la profesora de religión cuando al mostrarnos el libro ilustrado del curso, que más bien lucía como un resumen de la Biblia, se refería a la triada padre-madre-hijos. No niego que una calma me rodeaba al confirmar que no estaba incumpliendo las leyes que irritarían a la divinidad, de modo que por ese lado me evitaba la molestia que quizás perturbaba a otros niños de la clase.

Aún así, la religión había dejado su marca: el sentimiento de culpa y la incapacidad de ir más allá sin que un dios o una palabra estuvieran vigilándome a mí y a todos los que me rodeaban en casa. Que porqué éste o aquél o ella no se comportaba como lo indicaban los mandamientos, era una pregunta que me hacía en el silencio de la noche, como si pretendiera expiar con mi pensamiento las incongruencias de los demás. Y sin embargo había algo que no coincidía según los designios de la naturaleza o de la providencia y mucho menos con los que venían señalados por la profesora de religión o por mi abuela en las Sagradas escrituras.

Al ser un estudiante devoto, educado en un colegio católico, la Biblia se convirtió para mí en un objeto de culto: allí estaba la verdad. Pero una vez las creencias se desvanecieron su contenido se volvió extraño, lejano, ambiguo. Ya la mirada había cambiado. Creo sinceramente que la Biblia es uno de los libros más maravillosos que se han gestado, es un invaluable compendio cultural, la herencia de épocas remotas, un arca de tesoros que nos permite viajar cada vez que la abrimos porque guarda un amplio espectro de la memoria, los miedos, las luchas y las ilusiones que le dieron forma a nuestra civilización. Mas infortunadamente su mayor defecto consiste en que por distintas causas unos la consideran un texto para seguir al pie de la letra, y hacen lo que sea para imponerla, en tanto otros la detestan y menosprecian su valor cultural. ¡Ah! Y con este asunto de “la familia” los ánimos han vuelto a exacerbarse.

Ciertamente la Biblia no presenta una sola familia ejemplar, por el contrario, lo que abunda es la multiplicidad. Siguiendo la narración la primera familia estuvo compuesta por Adán, por Eva… y por Dios, ya que éste fue el creador, de modo que no fue muy “natural” la estirpe que comenzó a poblar este mundo. De Adán y Eva nacieron Caín y Abel, la primera familia oficialmente conformada; hombre, mujer, hijos; el problema es que Caín asesina a su hermano.

Por su parte Abraham se casó con su medio hermana Sara, ésta le ofreció a Agar, una esclava, para sortear la amenaza de la esterilidad. Lot  fue embriagado por sus hijas y así tuvo relaciones y descendencia con ellas; Jacob fue simultáneamente cónyuge de Lea y de Raquel y procreó hijos con las sirvientas de cada una y con el consentimiento de ambas; el sabio rey Salomón tuvo setecientas esposas y trescientas concubinas, realmente no sé cómo haría; y en la más importante de todas las familias participaron una virgen, un hombre, el mismo Dios y su propio hijo. De ésta última proviene el término La sagrada familia. En el arte encontramos representaciones conmovedoras como elTondo Doni de Miguel Ángel o la Huída a Egipto de Caravaggio. Uno al ver estas pinturas se enternece con la composición, la forma, el contenido y los colores mas no espera que la familia ideal esté obligatoriamente conformada por un viejo de barba y una niña de quince años.

Es entendible cuando se afirma que la familia es la célula o el núcleo fundamental de la sociedad, sin embargo, cualquier conjunto social es tan complejo y paradójico que no ha existido una sola manera de constituirla, sino numerosas.

Para unos la familia es la aldea, con sus vivos y sus muertos como recuerda Eduardo Galeano; se parece a la idea de patria: hay quien teniéndola no la quiere y quien careciendo de ella anhela una, la que sea, así fuese con un perro, con alguien que le procure cariño o sufrimiento. Conocimos familias cuantiosas y nos representamos esas de colonizadores antioqueños que utilizaban la descendencia como mano de obra. Hoy, asistimos a la familia exprimida y apática: a la que le quedan dos o tres miembros.

En general todas se asemejan: son un espejo de la sociedad que compendian sus valores y perversiones guiadas en su mayoría por “buenas intenciones”. Debemos recordar además que a este país lo han gobernado las “mejores” familias, que siempre han existido tiranos o maleantes de bien que salen en las mañanas al balcón de la casa a recibir el sol y saludar al pueblo junto a la esposa y los hijos, orgullosos de continuar una venerable tradición.

Imagen cortesía de: aifs.gov.au

Imagen cortesía de: aifs.gov.au

Por eso la Biblia es también un reflejo del principio conflictivo que nos determina, está plagada de multiplicidad, de inmoralidades y contradicciones en los vínculos, es un libro tan humano que nos permite ver nuestros mejores y peores excesos: desde la bondad hasta la infamia, desde la nobleza hasta la corrupción, desde la más cruda realidad hasta los más elevados absurdos y fantasías; tiene un valor mítico del mismo modo que La Ilíada y La Odisea constituyen el repertorio más poético, escalofriante y encantador de la herencia griega.

Es respetable que para la cristiandad se trate de un texto sagrado; no obstante, dadas sus contradicciones para con un mundo que se transforma no es fiable como documento para regir la sociedad y menos cuando los principios de igualdad requieren normas de respeto incluyentes como lo es una constitución política de origen laico. Imaginen que acogiéramos algunos preceptos bíblicos, como ese del Deuteronomio 21:18-21 Si alguien tiene un hijo rebelde, que no obedece la voz de su padre y que no obedece la voz de su madre, y que ni siquiera siendo castigado obedece, su padre y su madre deberán tomarlo y llevarlo ante los ancianos de la ciudad. Entonces todos los hombres de su ciudad lo apedrearán y morirá.

Prefiero la tranquilidad de abrir cualquier libro del Antiguo o del Nuevo testamento sin el fanatismo que enceguece y leerlos con el drama, la risa o la tragedia que convocan las aventuras de los protagonistas y en particular de aquél que urdió los destinos y que sin aparecer aparece por doquier: Dios. Al fin y al cabo Dios es un personaje literario, una gran ficción, quizás la más grande y avasalladora que ha existido, a tal punto que ha logrado lo que todo artista desea: que la obra se salga de su lienzo, de sus páginas, de su mármol, y se incorpore, como el verbo se hizo carne, en el corazón mismo de la humanidad.

 

Publicada el: 17 Ago de 2016

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Eduardo Cano Uribe
Alguien que pinta y escribe... http://ecanouribe.blogspot.com.co @ecanouribe