Culture

La ilusión de libertad en una cultura de excesos

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No todo lo que elegimos, lo deseamos.

Hay hábitos que no nacen del deseo, sino de la repetición. Están ahí: normalizados, accesibles, celebrados. Y con el tiempo, se vuelven gestos automáticos que confundimos con libertad, aunque muchas veces ya no sepamos ni por qué los repetimos.

Vivimos rodeados de exceso: sustancias, vínculos, fiestas, sabores, proyectos. Todo está disponible, todo está a la mano. Y en esa disponibilidad constante, algo se nos escapa: parte de nuestra voluntad.

En un estudio publicado por la Universidad de los Andes, la antropóloga Diana Marcela Aristizábal afirma que el consumo “se ha convertido en un lenguaje simbólico que define la pertenencia”.

No consumimos solo por necesidad, consumimos para encajar, para existir en la mirada del otro, para no quedar por fuera del relato. Y va más allá de lo que compramos, se manifiesta en lo que compartimos, en el ritmo que seguimos, en los hábitos que mostramos. No es solo un acto individual: es un lenguaje social, y como todo lenguaje, tiene sus códigos; estar “al día” en estos códigos es una forma de pertenecer.

Bien decía Pierre Bourdieu: el capital simbólico solo existe si otros lo reconocen. Entonces repetimos, aunque ya no lo deseemos y lo que hacemos, termina configurando lo que somos, incluso cuando ya no lo deseamos.

Ahí es donde el gesto simbólico se vuelve hábito, y el hábito se instala como identidad. Aristóteles lo explicó hace siglos: no somos primero valientes y luego actuamos con coraje. Actuamos, y a través del hábito, nos volvemos valientes; pero también, lo que se repite sin reflexión se convierte en habito y no en elección.

Muchas de estas prácticas ni si quiera están cargadas de deseo. Nos metemos en rutinas, en placeres reciclados que ya no disfrutamos tanto, ni nos gustan, pero seguimos ejecutando como si fueran parte de lo que somos.

Incluso el algoritmo ya sabe qué deberías querer. Lo que te aparece en el feed y hasta en la playlist, se siente como una opción, pero en realidad es programación. Reaccionamos más de lo que decidimos.

¿Dónde queda la voluntad en una era donde todo parece diseñado para captar tu atención antes que tu conciencia?

¿Qué pasaría si nos preguntáramos qué hábitos estamos reforzando o qué versión de nosotros se va instalando sin darnos cuenta?

Tal vez hoy el gesto más revolucionario no sea quererlo todo o tener acceso a ello, sino saber elegir lo que no queremos.

Porque si el hábito construye la identidad… hay que elegir bien lo que hacemos en automático. El exceso parece, pero no siempre es libertad. A veces es solamente obediencia.

Referencias:

  • Aristizábal García, Diana Marcela. 2020. “Estudios sociales sobre el consumo. Trayectorias disciplinares de un campo de estudio en construcción”. Revista de Estudios Sociales 71: 87–99. https://doi.org/10.7440/res71.2020.07
  • Bourdieu, Pierre. 1991. El sentido práctico. Madrid: Taurus.
  • Aristóteles. Ética a Nicómaco. Traducción de Antonio Gómez Robledo. México: Porrúa, 2000.

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