El día de ayer en la Zona T de Bogotá (al norte de la ciudad), más específicamente en el Centro Comercial Andino, ocurrió un atentado terrorista en uno de los baños para mujeres ubicados en el segundo piso del lugar. Tras este lamentable hecho, donde murieron tres mujeres (dos colombianas y una francesa) y donde otras cuantas resultaron heridas, se desataron una serie de comentarios de los que siempre están atentos a cualquier “papayazo” para crear el imaginario de que la violencia y las tragedias del país son muestra de un proceso de paz fallido.
¿Qué tan inhumanos y oportunistas hay que ser para aprovecharse de las tragedias y volverlas un instrumento para hacer una política plagada de malas intenciones? ¿La sed de poder y el rencor no les permite entender que no toda tragedia corresponde a ese proceso de paz que no les permite seguir con el lucro de la guerra? Primero están las víctimas y la discreción ante asuntos tan delicados donde la muerte y la tristeza embargan a la sociedad.
Si bien la violencia y el conflicto armado no desaparecen, pues las Bacrim, los paramilitares, el ELN y los disidentes de las FARC siguen haciendo de las suyas en zonas rurales y suburbios en ciudades como Cali, Medellín o Bogotá, es necesario aclarar que tragedias como las de Mocoa (que no tuvieron nada que ver con actos bélicos) o como los sucedidos ayer en Bogotá no hacen parte o no se atribuyen a las FARC o al ELN como lo han hecho pensar algunos personajes de la derecha para confundir a las personas y así, volver a generar el odio y el interés exacerbado por la continuación de la guerra.
No resulta tan descabellado hacer una analogía entre aquellos que están pendientes de qué ocurre para salir a decir que el país está lleno de impunidad y de injusticia y aquellas aves de carroña (chulos) que están al tanto de su entorno para cazar o alimentarse de otros animales indefensos o en descomposición.
En pocas palabras, hay políticos de carroña que solo buscan la crisis y el miedo para apresar las mentes aturdidas por la tragedia.
Para la muestra tenemos los siguientes botones: cuando sucedió la tragedia de Mocoa, donde cientos de personas fallecieron y miles resultaron afectadas por la inundación que fue provocada por la deforestación cercana a ríos y la construcción de viviendas en terrenos inestables, salió a decir Daniel Cabrales, senador del Centro Democrático, que lo sucedido en Mocoa había sido culpa de unos explosivos dejados por las FARC. Estas declaraciones, dadas el 01 de abril en la ciudad de Montería, tenían la misma intención que la cobarde y mentirosa estrategia del No en el plebiscito: que la gente se emberracara (por algo que no es verdad).
La explosión en el C.C Andino el día de ayer fue otra tragedia utilizada para hacer política (cobarde y malsana, pero política al fin y al cabo) donde todo el humo y toda la malicia saldrían a flote gracias al senador Uribe y a unos cuantos que le siguen la cuerda. Y si no, veamos algunas muestras:
No cabe duda que poseen un lenguaje bélico. Y en momentos de tensión e incertidumbre, esas palabras logran aumentar aquello que Hobbes mencionaba sobre el miedo del ser humano al darse cuenta que si todos somos iguales en algo es en la capacidad de asesinar al otro. Ese miedo, ese vocabulario que configura la mente de quienes siguen a estas personas solamente expande la preocupación y el desconcierto por la violencia del país.
Y aunque quisiera abstenerme de decir que el Centro Democrático es un partido lleno de personajes hábiles que se escabullen entre el terror y la mentira, me cuesta negar que en el partido de derecha se hace política de manera sana. No es generalización, pero la mayoría de discursos que de allí provienen, contienen acusaciones que no son ciertas, afirmaciones con un lenguaje fuerte y retador. No opto por pensar en que no deberían existir, como se suele decir en las calles en una conversación entre amigos, pues ellos también aportan a la democracia a pesar de sus inclinaciones por las balas, pero sí quisiera aportar a comunicar, a informar a tiempo sobre lo que en verdad sucede para evitar nuevas manipulaciones y nuevas estrategias de tergiversación de los hechos para confundir y “emberracar” a los habitantes del país.
Cabe aclarar que tampoco defiendo el gobierno Santos, y menos cuando éste sigue dejando en un segundo plano temas como el de educación y salud. Pero tampoco voy a salir como perro rabioso a decir que es un terrorista que avala hechos tan lamentables como el que sucedió ayer en Bogotá. Hay que pensar antes de hablar, y más aún cuando sé es figura pública, pues para muchos son ejemplos a seguir y sus mal intencionadas palabras pueden llevar, de nuevo, a la ignorancia y a la injustificada sensación de odio.
No seamos oportunistas, y menos si no tenemos información verídica. Eso no solo habla mal de lo que somos al aprovecharnos de la sensibilidad de las personas, sino que también deja ver que a muchos sólo les interesa propagar el miedo, la inseguridad y la crisis. Basta de intenciones bélicas.
Si en verdad les nace ser solidarios mantengan la calma y no promuevan el pánico y la desinformación. Por respeto a las víctimas y al estado de vulnerabilidad de la sociedad, hablemos con la verdad y presionemos a las autoridades para que capturen a los responsables de la sangre derramada.