El mundo en retrospectiva y el retroceso de la razón

Y así es como se camina por la senda de la historia colombiana, basándose únicamente en la avaricia de esos pocos, o en la necesidad consumista de toda una sociedad ciega, con su razón en retroceso, donde prevalece la falta de conciencia.

Opina - Sociedad

2019-05-20

El mundo en retrospectiva y el retroceso de la razón

De  las personas de la antigüedad, hoy se puede decir que tenían un grado mayor de inteligencia, o tal vez, un grado mayor de raciocinio o sentido común. Esto se puede inferir cuando comparamos sus acciones, con las que hoy en día las nuevas generaciones transgreden a la naturaleza.

Aunque el comportamiento en la antigüedad era mucho más belicoso y guerrerista, se sobreentiende que esta conducta se hacía buscando el gran privilegio y las bonanzas de sus naciones y, aunque si bien, se veían más beneficiados algunos pocos (aun por los siglos de los siglos), era el paso para que las civilizaciones se arraigaran y crecieran a pasos exponenciales, aprovechando la fertilidad de la tierra.

Esto nos deja como enseñanza que la guerra jamás será la solución a ningún conflicto o lid, pero sirvió para satisfacer la avaricia de muchos personajes o su deseo de ‘progreso’. Podemos deducir, por lo tanto, que su objetivo era claro. Llegaban a abrazarse, a ceñirse bajo la dependencia del influjo próvido del bien más preciado del mundo: el agua.

La historia nos mostró en Mesopotamia, el Tigris y el Éufrates; en Egipto, el admirable don del Nilo; en India, el gran río Indo; en China, los anchos Hoang-Ho y Yang-Tze-Kiang. Todos ellos peleados, ansiados, deseados. Fueron el lugar donde se originaron los asentamientos más importantes, padres de algunas de las civilizaciones más fastuosas de la historia. Se ordenaron y radicaron al lado de los afluentes acuíferos, todos ellos hoy vivos, todos ellos hoy corriendo, todos ellos hoy fluyendo.

Colombia, el segundo país más biodiverso, uno de los territorios más ricos en fuentes hídricas y donde la envidia por ese tesoro inoloro, incoloro, se divide en cinco vertientes hidrográficas, muestra de la bonanza de la naturaleza; acaba por convertirse en el lugar donde, sin consentir la importancia del recurso, se toman armas, herramientas, influencias y cualquier elemento contundente contra esta indefensa existencia.

Sin misericordia, se corta la creciente fuente de la vida, se mata, se liquida, se asesina el río y toda su multiplicidad valiosa para todo un país, para millones de seres humanos y todo un ecosistema que lucha por sobrevivir. Ellos no importaron más que el interés de riqueza para unos pocos.

Y así es como se camina por la senda de la historia colombiana, basándose únicamente en la avaricia de esos pocos, o en la necesidad consumista de toda una sociedad ciega, con su razón en retroceso, donde prevalece la falta de conciencia, avanzando al precipicio, viajando hacia el suicidio y  la extinción.

Dedujimos que el fracking será la respuesta al ansia de agua limpia, el glifosato será el nuevo  método de purga para plantas y humanos, el oro será el nuevo alimento y menesteroso maná y, el smog, la brisa fresca que acariciara los rostros.

Hoy por hoy a las generaciones actuales parece no importarles, parece no agradarles, incluso pareciera que creen que no necesitan el agua, el río, los paramos, la vida. Debe ser que, después de todo, el humano ha involucionado hasta el punto de no necesitar un vaso de agua, o debe ser que, el dinero en el futuro, podrá saciar toda sed humana e inhumana. Puede que todo se solucione como un inodoro vaciándose y volviéndose a llenar.

 

 

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Djack Muriel Pérez
Tecnólogo en sistemas, ambientalista, consciente. Miembro activo de Cofradía para el cambio. Crítico y opinante. El cambio es posible.