El grafiti como forma de protesta

Las imágenes de grafiti sirven para contrariar lo impuesto desde arriba, para criticarlo, cuestionarlo o simplemente burlarse. Por eso que se criminalice este acto no es más que un intento por silenciar voces y la creatividad de ciertos grupos sociales.

Opina - Sociedad

2018-12-08

El grafiti como forma de protesta

Durante las últimas protestas estudiantiles, en la ciudadanía en general y,  sobre todo, en los medios de comunicación y autoridades gubernamentales crece la preocupación por el grafiti, un acto que consideran vandalismo pero que en realidad es una de las tantas formas que adopta la protesta social.

El grafiti es una forma de expresión clandestina fugaz, sus mensajes suelen ser cortos y concretos y pueden tratar de distintos temas. El grafiti es un tipo de arte urbano que no debe confundirse con el street art un pariente suyo un poco más sofisticado. El grafitero ve en cualquier muro un espacio para su libre expresión, no tiene límite, ni pudor para decir lo que al poder le incomoda.

Las imágenes de grafiti sirven para contrariar lo impuesto desde arriba, para criticarlo, cuestionarlo o simplemente burlarse. Por eso que se criminalice este acto no es más que un intento por silenciar voces y la creatividad de ciertos grupos sociales.

En la actualidad que se pinte sobre una pared se considera un atentado contra la propiedad, sea pública o privada. La sociedad quiere que sus ciudades y los muros de estas estén siempre limpios e impolutos, como si la imagen de blancura eliminara todos los padecimientos sociales. Este imaginario de lo “limpio” es un acto político que, según Cecilia Arteta y Edna Cerquera, busca encubrir voces críticas.

Una razón importante por la que el grafiti se da es por el inconformismo en contra del monopolio de la comunicación. En Colombia, y en muchas partes del mundo, la información y la comunicación están secuestradas por un reducido grupo ligado, generalmente, a una elite económica, pocos son los individuos pertenecientes a un grupo marginado que logran hacerse un lugar dentro de las radios, periódicos y en general canales “autorizados” por los cuales la comunidad puede conocer las distintas realidades que componen el país. Ante esta realidad en la que se invisibiliza , aun en pleno siglo XXI, poblaciones como los estudiantes estos encuentran en los muros un canal de expresión que les permite comunicar consignas.

Pintar grafiti no se hace exclusivamente en paredes, últimamente se hace en buses articulados como los de Transmilenio en Bogotá y sus equivalentes en las distintas ciudades del país. Pintar un bus es considerado un daño a la propiedad pública debido que debe invertirse dinero en pintura para cubrir las consignas como “viva la u”.

Nunca he visto un articulado que deje de funcionar o que pierda su capacidad de de transportar personas por llevar algo escrito en su armazón metálico, pero así somos, lo queremos todo impoluto aunque eso no signifique nada, aunque la inseguridad, la violencia y la inoperancia nos estén carcomiendo, no gusta esconder el polvo debajo de a alfombra.

Se puede pensar que hoy en día una consigna no necesita estar en una pared o en un bus de Transmilenio para ser visible, que bastaría con adornar de forma creativa tu mensaje en una imagen y rotarla en una red social, sin embargo, no debe olvidarse que el grafiti, al ser una forma de protesta, tiene el objetivo de incomodar, retar al poder.

Hay manifestantes que predican sobre formas políticamente correctas de protestar que nunca dan resultado por el simple hecho de que no son incomodas, no hacen que nadie se inmute ante ellas.

En el libro ciudad letrada, de Ángel Rama, se hace una pequeña mención a como los españoles en la ciudad de cuzco impedían que los indígenas escribieran y estos como protesta pintaban sus consignas en los muros de la ciudad.

Tal vez no estemos en aquellos tiempos en los que la mutilación y la tortura eran castigos relativamente normales, pero el poder, hoy de manera sutil, se las ingenia para mantener al margen discursos que atenten contra el status quo, prueba de ello es como la prensa desvió la atención sobre escándalos como el de odebrecth.

En Colombia es algo normal pasar por una calle llena de grafiti y escuchar a los amantes de lo limpio quejarse de lo feo que se ve una pared con eso; sin embargo, en otros países como Alemania o Argentina el grafiti de sus calles es exhibido como atractivo turístico, llegando a organizar festivales como el que se realizó en 2014 en la ciudad de Penag en malasia, incluso muchas de estas piezas artísticas llegan a las galerías junto a los cuadros de artistas de gran nivel. Estos son invitaciones desde el primer y segundo mundo a cambiar nuestra mirada sobre el grafiti.

En Colombia, aunque no nos guste este tipo de arte como atractivo turístico y no entendamos porque en otros países es tan valorado, al menos hay que hacer un esfuerzo por comprender que en tanto siga habiendo manifestaciones en las calles muy probablemente aparezcan una vez disuelto el tumulto paredes llenas de mensajes.

Mientras haya marginados, estos harán de las paredes blancas de nuestras ciudades un lienzo para expresar sus ideas y si los que ostentan el poder siguen invisibilizando y encubriendo las voces críticas que los cuestionan mediante los canales de comunicación tradicional el grafiti seguirá siendo una de las formas que adopta la protesta social.

 

Fotografía cortesía de graffitiencolombia.blogspot.com

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Johnatan Cabria
Profesional en lingüística y literatura. Lector de economía