El centro en política no existe

El centro no es otra cosa que cerrar ojos, oídos, boca y mente a lo que puede pasar. Porque con todo se está de acuerdo y con nada se discute.

Opina - Política

2020-12-15

El centro en política no existe

Columnista:

Mauricio Ceballos

 

Hace algunas semanas el presidente de la República dijo pertenecer al extremo centro. Y más allá de analizar la frase que en sí misma encierra una contradicción grandilocuente, pensemos en la alusión directa a la mitad política. Pues bien, esta afirmación al igual que muchas que a diario pronuncia el político, como un sartal de estupideces que se sueltan como al caminar, casi sin pensar, provocó que otra vez el tema se ponga en discusión en boca de políticos, periodistas y analistas que con razón o sin ella, hablan, hablan y hablan.

Yo, sin querer pararme en el púlpito de la argumentación, también humildemente, quiero contribuir al debate por medio de esta columna. Lo primero que quiero esbozar, es que el centro político no existe. Veamos pues la definición de sofisma, que es la que más se acomoda a la concepción que se tiene sobre el tema:

El diccionario nos enseña que sofisma es, argumento falso o capcioso que se pretende hacer pasar por verdadero. Es decir, cuando sin querer o queriendo, se quiere engañar a otro bajo premisas falsas. El doctor Gilberto Tobón en entrevista con Hollman Morris del Tercer Canal, afirmó que el centro político es una mentira que da dividendos. Es un engaño que pretende que la sociedad no tome posiciones. Pues al no tenerlas sobre determinado tema, le pasa como a las ovejas en el libro La rebelión en la granja de Orwell, en el que se ponía de manifiesto su ignorancia sobre lo que estaba pasando a su alrededor, eran mucho más fáciles de manipular.

Y el centro no es otra cosa que eso. Es cerrar ojos, oídos, boca y mente a lo que puede pasar. Porque con todo se está de acuerdo y con nada se discute. Muchos lo verán similar a una forma eficaz de evitar un conflicto. Pues «si nada digo, nada hago y con nadie peleo». Pero, esto no es saludable. Porque la pasividad degenera en indiferencia y ya sabrá Colombia lo que pasa cuando una sociedad es indiferente a sus problemas. Es como en el momento en que se oculta la basura debajo de la alfombra. Es creer que, si no se habla del problema, mágicamente aparecerá la solución. O como sucede al cambiar las palabras para suavizar su efecto. ¿Les suena conocido?

El otro elemento que quiero analizar, es el que han introducido los medios y algunos «líderes de opinión» y es el de «no polarizar». ¿Quién dijo que ubicarse en una orilla ideológica para ver la vida y analizar la realidad era malo? ¿Desde cuándo tener criterio sobre un tema es polarizar?

Yo creo que el debate construye sociedad. El respeto por las ideas del otro nos engrandece y enriquece nuestros conceptos. La vida no se pinta en blanco y negro. Son esas posiciones de los demás, lo que le va dando esos colores. Aunque el centro es como un alimento simple que ni tiene sal ni azúcar. Recuerdo que alguna vez le escuché decir a un sacerdote en una homilía, que a Cristo no le gustaban las personas tibias. Es decir, que debías tomar la decisión de seguir su doctrina o no, pero con criterios claros. Decía textualmente el clérigo: «a los tibios los vomita Dios».

Y con esto no quiero demostrar ni mucho menos que las teorías eclécticas no tengan sentido alguno, ya que de sobra la ciencia, el arte y la cultura constantemente, han echado mano de conceptos de aquí y de allá, a fin de construir nuevas teorías o formas de pensar. Me subsumo al caso político específicamente, ya que el «polarizar» para mí, está bien. Porque si ves la vida y concibes el mundo desde una orilla política específica, tendrás la oportunidad de entender los problemas y hallar las soluciones más inteligentes.

 

En Colombia, los abanderados del disque centro político son los verdes; que, con sus propuestas gaseosas, pretenden quedar bien con Dios y con el Diablo. Hablan de una promoción social, pero no pelean con los empresarios, que día a día agrandan la brecha entre la población. Predican de la ecología, y están a favor de los megaproyectos poco sostenibles en relación con el ambiente. ¿Les vuelve a sonar? Dicen luchar contra la corrupción, y a la hora de vincular contratistas con hojas de vida no muy limpias, pasan de agache. Afirman que su máxima y mayor bandera es la educación y cuando los profesores luchan por reivindicar sus derechos no los acompañan y ni siquiera saben de qué va la manifestación. ¿Les siguió sonando?

 

Así me la podría pasar, dando ejemplos de por qué la tan cacareada tibieza no sirve para nada. Lo mismo pasa con el mecanismo electoral del voto en blanco. Y ya oigo a los puristas diciendo que sí, que sí sirve para que el ciudadano exprese su inconformidad con el sistema. Entonces, ahí cabe una pregunta: ¿y en la práctica de qué les sirvió a los honorables ciudadanos que votaron en blanco en las pasadas elecciones presidenciales? Para nada distinto de que en los debates que puedan hacerse sobre el tema, decir que no votaron ni por el uno ni por el otro. Otro autoengaño. Pues el no tomar posición, equivale simple y llanamente a mirar para otro lado. Es como quien dice: «eso no es problema mío»; «que se maten entre ellos»; «yo no tengo nada que ver ahí».

La indiferencia deviene en el fascismo. El escritor italiano Primo Levi decía en su libro Si esto es un hombre:

“En la Alemania de Hitler se había difundido una singular forma de urbanidad: quien sabía no hablaba, quien no sabía no preguntaba, quien preguntaba no obtenía respuesta. De esta manera el ciudadano alemán típico conquistaba y defendía su ignorancia, que le parecía suficiente justificación de su adhesión al nazismo: cerrando el pico, los ojos y las orejas, se construía la ilusión de no estar al corriente de nada, y por consiguiente de no ser cómplice de todo lo que ocurría ante su puerta”.

Creo que hay que tomar decisiones. Se esté o no en el bando ganador, pero votar, elegir y hacerse oír. Porque es un derecho humano. Es la expresión más prístina de la libertad. Tantas y tantas veces otros hablan y deciden; por ello, otros mandan, aunque mal lo hagan. El centro de la vida política es el pueblo. Y para él, como lo he sostenido en otros escritos, es que se eligen los servidores públicos. Que para ello están. Para servirle al pueblo. No para servirse de él.

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Mauricio Ceballos
Mauro Ceballos Montoya (Junnio), es abogado, comunicador social-periodista, amante de la literatura, la música, la radio y los animales. persona sensible, buen amigo, alegre y optimista. le gusta hacer las cosas bien y por eso es algo perfeccionista. no le gustan las injusticias y trata de no quedarse callado, aunque a veces es difícil. tiene la costumbre de malpensar, porque dice que así está más consciente de su realidad. por último, quiere compartir con usted, este pequeño escrito que en mucho o en parte, lo condensa todo: Puro humano. Soy juez y parte, fiscal y defensor, luz y oscuridad, ángel y demonio, egoísta y altruísta, tímido y despierto, soy la duda y la razón, lo ideal y lo absurdo, creyente y necio, trasparente y mentiroso. Soy la contradicción perfecta, humanidad pura.