¿Deben renunciar?

Opina - Política

2017-07-07

¿Deben renunciar?

Los últimos acontecimientos nos muestran con claridad cómo la moral y el honor se encuentran devaluados y dejaron de ser valores que rigen la conducta de la mayoría de los servidores públicos y de los políticos.

Conservar una altura moral digna de imitar, el honor con el que se sirve al país y al buen nombre y tradición de las familias, es cosa del pasado, algo que lastimosamente se perdió en el afán de dinero fácil y del reconocimiento superfluo.

Se extraviaron en el camino de una sociedad que ha aceptado la convivencia con el delito como algo natural, una sociedad de perdón fácil y memoria selectiva, y dejaron de ser el ejemplo a seguir.

Es tal la flexibilidad moral y deshonor que existe en el poder judicial, ejecutivo y legislativo, que aunque existan casos de corrupción, quienes nombraron en sus cargos a los corruptos no asumen su responsabilidad con la entereza que requieren las situaciones renunciando a sus cargos, dando ejemplo y sentando un precedente para futuros casos, por el contrario, miran para otro lado, distribuyen culpas, o tal vez dependiendo del grado de rechazo de la opinión pública, dan declaraciones en donde hacen un paripé con un falso mea culpa.

Quien tiene el poder de nombrar a una persona para ejercer un cargo en las distintas instituciones públicas, debe velar porque su elección sea objetiva y esté alejada de cualquier preferencia o vicio.

Cuando personas de dudosa reputación son seleccionadas para ocupar un cargo público en el cual sus calidades morales y conflictos de intereses lo hacen vulnerable y presa fácil de la corrupción que pulula por los diferentes entes estatales, quien lo nombra es corresponsable moral de las acciones de su elegido.

Partidos políticos y políticos que apadrinan las hojas de vida de personajes corruptos, deben también recibir el rechazo social, y el castigo en las urnas, porque ellos son promotores y mánager de estos malandrines, truhanes y facinerosos.

Pero cuando se hace público un caso de corrupción, la respuesta es que nadie los postuló ni respaldo sus nombramientos, y que quien los nombró está exento de responsabilidad.

El grado de desprestigio de los valores es tal, que los corruptos son los que enarbolan la bandera de la lucha contra la corrupción, investigan y absuelven a sus amigos, y venden sus conciencias al mejor postor.

La moral y el honor están en horas bajas, al igual que la sociedad enferma que acepta la corrupción como regla en sus líderes.

¿Dónde quedó el honor y la moral que caracterizaba a los grandes hombres que eran elegidos para dirigir el país y sus instituciones?

 

Eduardo Alighieri
Escritor