De las violencias basadas en género, los hombres también son víctimas

Los principales victimarios en las denominadas «violencias basadas en género» son los hombres. Y me atrevo a decir, son las víctimas también. Ya verán por qué afirmo esto.

Infórmate - Educación

2021-02-10

De las violencias basadas en género, los hombres también son víctimas

Columnista:

Moni Toledo

 

En Colombia, la violencia intrafamiliar es el delito más denunciado en el país después del hurto según cifras de la Fiscalía General de la Nación. En el año 2020, en plena emergencia sanitaria, según las recopilaciones hechas por Sisma Mujer, «cada seis minutos, al menos una mujer fue víctima de violencia intrafamiliar». En total 75 799 víctimas, de las cuales el 79,15 % fueron mujeres. Si seguimos, se pueden exponer otras cifras escandalosas, dolorosas, y que más adelante me ayudarán a sustentar la idea de que hay que darle un vuelco a las estrategias utilizadas con el objetivo de prevenir las violencias basadas en género. Las cifras extraídas del boletín 23 de Sisma Mujer son las siguientes:

«En el 2020, se presentaron 1646 procesos por acoso sexual, lo que indica que cada 4 horas se registró un proceso por acoso sexual. Por otro lado, se abrieron 81 033 procesos por violencia intrafamiliar; es decir, que cada 5 minutos se registró un proceso por violencia intrafamiliar durante este mismo año. Y por la máxima violencia: el feminicidio, se registraron 295 procesos, lo que indica que cada día de 2020 se registró al menos un proceso por feminicidio según la Fiscalía General de la Nación».

¿Qué hace que año tras año, las mujeres sigamos punteando en las estadísticas nacionales como víctimas de todo tipo de violencias, sobre todo, las que se ensañan por el género?

Pues que el enfoque preventivo, las campañas pedagógicas, las estrategias gubernamentales, las políticas públicas de equidad de género enfocadas en esta problemática de salud, social, de seguridad y en general, van dirigidas o están enfocadas a enseñarle a la mujer cómo escapar de los círculos de violencias en los que puede estar inmersa y que gran parte de la población femenina desconoce por múltiples factores, sobre todo, el cultural que hace que se normalice hasta la más mínima violencia, o en este caso, los machismos que van escalando hasta llegar a la zona roja de los violentómetros (instrumento pedagógico): el feminicidio.

A denunciar en las líneas telefónicas institucionales, a buscar las comisarías de familia y a conocer en sí, todas las rutas de atención a las violencias basadas en género. Un paso a paso que en nuestro país lleva a la desesperanzadora violencia conocida como la «violencia institucional», en la cual, también nos revictimizan anteponiendo mil y una barreras para acceder a la justicia, aumentando la posibilidad de que los casos queden en total impunidad, provocando directa o indirectamente que la mujer pueda estar en riesgo latente de ser asesinada por su agresor.+

 

¿Y entonces?

La cuestión para analizar son las cifras alternas de violencias basadas en género; ese porcentaje pequeño que subestimamos; ese subregistro que puede no ser mayor al de las mujeres que no se atreven o no pueden denunciar su caso de violencia ante las autoridades competentes o de prender las alarmas en su círculo social más cercano. Ese porcentaje alterno es el de hombres violentados por mujeres y otros casos de individuos que también se enfrentan a la burla o al estigma de las autoridades, que subestiman que ellos también pueden estar siendo víctimas de algún tipo de violencia.

Por lo anterior, es bueno resaltar que la categoría de «las violencias basadas en género» reúne a hombres y mujeres, a personas sexualmente diversas y con identidades de género distintas a las normalizadas en nuestras sociedades. Si tomamos la cifra que expone Sisma Mujer de 75 599 de víctimas registradas en el año 2020 por violencia intrafamiliar, se habla de que el 75,19 % son mujeres, o sea que, el 24,81 % vienen siendo hombres (un porcentaje que también nos deja un sin sabor). Pero vayamos más allá, ese porcentaje del 75,19 % puede ser de ambos: tanto del victimario como de la víctima, son el blanco del sistema patriarcal, del machismo que se materializa en patrones de comportamiento violento en los individuos, que exponencialmente tienen rostro masculino y desencadenan en distintas formas de violencia en contra de la mujer según lo que revelan las estadísticas año tras año.

Del asunto de que los hombres también son víctimas del machismo, se habla en voz baja, porque ante las crecientes cifras de maltrato, abuso, violaciones sexuales y feminicidios, pierde relevancia hablar de ello de forma pública, mediática y en lo privado. Y da muchos clics y despierta constante indignación, la violencia contra la mujer.

Yo me he sumado a esas voces de protesta también. Pero al leer el libro #EllosHablan de la periodista mexicana Lydia Cacho, la cual recopila por medio de sus entrevistas utilizadas como insumos para este, testimonios de hombres que se abrieron con ella y le contaron cómo era la relación con sus padres, el machismo y la violencia que padecen en silencio, pude constatar la otra cara de la moneda.

Cada uno de los hombres hace un examen introspectivo del modelo de crianza al cual fueron sometidos, en su mayoría, permeado por la violencia como forma de reacción a las turbulencias de la subsistencia humana, de la violencia como moneda de cambio en las relaciones interpersonales y para afianzar su masculinidad en lo privado, en lo público y en la sociedad en general. A los hombres víctimas del machismo desde la infancia se les ha negado su derecho más importante de la niñez: la libre expresión de los sentimientos, el desarrollo sano de las emociones, el derecho a pedir y a recibir el afecto, protección y resguardo cuando sentían miedo y en su mayoría, han sido víctimas de una figura paterna ruda, cruel y violenta. Y el papel de sus madres ha estado en callar, aguantar y hasta en reproducir el machismo infundado en su relación de pareja o de su familia.

¿Nos hemos tomado la tarea de replantearnos en que el esfuerzo institucional, pedagógico, preventivo y de carácter privado (casi íntimo) debería estar alternado entre sensibilizar a las mujeres, así como a los hombres? Tal vez no lo suficiente. Si los hombres son los victimarios, hay que preguntarnos qué razones los llevaron a ejercer violencia contra la otra y los otros. A realizar casi que una estrategia pedagógica de «exorcismo psicoemocional con los victimarios hombres», de hablar de la salud mental de estos, a los cuales la violencia cultural y la estructural los empujaron directa o indirectamente a ser sujetos violentos, vulneradores de los derechos de las mujeres.

En Estados Unidos, en el año 2017, se proyectó un documental denominado “The work” dirigido por Jairus McLeary, en el que se filmó una serie de sesiones terapéuticas con criminales de la prisión de Folsom, California, en la cual se trabajó el tema de la masculinidad y la violencia con un grupo de hombres que habían llegado al límite del ejercicio de crueldad. Este experimento logró develar las raíces del porqué de sus patrones de comportamientos violentos y más, por qué odiaban a sus madres, mujeres, padres y en general. Este proyecto exploró la angustia de la infancia que marca a los hombres: la infancia puede ser una prisión emocional en que se promueve el odio y la autodestrucción. Se reproduce el machismo de generación en generación. Esta terapia fue dirigida por hombres, lo que permitió crear círculos de confianza entre los participantes.

En Colombia, la discusión hasta ahora va en poner conceptos novedosos como «las nuevas masculinidades» en distintas estrategias emprendidas por algunas administraciones públicas como la de Medellín, que ha venido abordando el tema por medio de gestores de masculinidades y campañas de sensibilización sobre las masculinidades corresponsables y no violentas en las comunas (ya van más de 4000 hombres sensibilizados y la meta es llegar a 10 000). Para abordar a los hombres y entablar esa conversación un poco incómoda pero necesaria de replantearse sus propias creencias sobre qué es ser hombre y qué no lo es, ya que la masculinidad está atravesada por prejuicios, estigmas y hasta estereotipos en los que se le exige al hombre ser fuerte y esconder sus emociones con la finalidad de no parecer débil en una sociedad cada vez más hostil.

¿Vamos a seguir delegando en las mujeres la función de generar el cambio que les compete exclusivamente a los hombres? ¿El Estado y los gobiernos seguirán empeñados en poner paños de agua tibia a fin de prevenir las violencias basadas en género solamente con mecanismos de atención (a veces inoperantes) y dejándole la tarea a la mujer de detectar cuándo está siendo violentada y no de decirle a los hombres desde la infancia hasta la adultez que no deben maltratar, violar y asesinar a una mujer?

¿Para cuándo una estrategia de rehabilitación con enfoque de género en las cárceles para prevenir que los condenados por los delitos asociados a las violencias basadas en género, vuelvan a reincidir? ¿Para cuándo una materia obligatoria o escuela de enseñanza obligatoria para detectar y desaprender el machismo en hombres y mujeres en nuestro sistema de educación nacional?

Muchas preguntas y pocas respuestas a algo que no está disminuyendo las violencias basadas en género. ¡Cambiemos el enfoque!

 

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Moni Toledo
Politóloga de la UAM. Activista por la defensa de los derechos de la mujer y la población LGTBI. Amante de la literatura erótica y transgresora. Columnista esporádica.