Chapecoense y el periodismo no apto para humanos

Opina - Medios

2016-11-30

Chapecoense y el periodismo no apto para humanos

No es la primera vez que el fútbol me arranca una lágrima. Lloré cuando todo el Atanasio Giradot coreaba el nombre de Víctor Hugo Aristizábal el día de su retiro. Lloré, hace 6 años, porque Once Caldas nos dejaba prácticamente eliminados de los cuadrangulares al ganarlos 3 a 1 en nuestra propia casa. Lloré, de nuevo, dos años después en Cocorná; nos jugábamos el pase a la final del zonal oriente de intercolegiados contra Rionegro, y en la última jugada el árbitro pitó un penal a favor de ellos: un pitazo apagó un anhelo, fulminó una parte de mí. Lloré, de nuevo en una cancha de fútbol, porque lo imposible se hizo posible cuando Orlando Berrío, en el minuto 94, le anotó el tercer gol a Rosario Central: estábamos clasificados a la semifinal de Copa Libertadores. Pero la mañana del 29 de noviembre, fue la primera vez que lloré por una ilusión futbolera que no me pertenecía –“por algo que no era yo, mío, para mí, por mí, conmigo o contra mí”.

No sé cuántas lágrimas derramó el mundo al enterarse de que el avión que transportaba a los jugadores del Torino de Italia se había estrellado contra la basílica de Superga; tampoco sé –ni me imagino- qué fue lo primero que dijo el piloto que transportaba al Alianza Lima, al saber que era el único que había sobrevivido a la caída de un avión al mar. De lo que sí estoy seguro, es de que se necesitan mucho más que cojones para ufanarse, como RCN, por llegar primero que la competencia al lugar donde sucedió una tragedia. Con el siniestro del avión que transportaba al Chapecoense, rival de Atlético Nacional en la final de Copa Suramericana, queda comprobado que el periodismo no entiende el lenguaje del dolor humano.

En nombre de las familias de las víctimas le quiero pedir a las facultades de comunicación que dejen de producir periodistas y empiecen a formar personas. Personas que no bañen con los flashes de sus cámaras a los heridos cuando entran a un hospital; que antes de publicar la foto de un fuselaje totalmente destruido, piensen en la zozobra que siente una madre al enterarse de que la torre de control perdió contacto con el avión donde viajaba su hijo; que guarden silencio cuando sea necesario; que no hablen de heridos sin haberlos visto; que entiendan la diferencia entre comunicar e informar; que no pretendan ser poetas afirmando que la atajada del arquero Danilo, en la semifinal contra San Lorenzo, fue “un pasaporte a la muerte”; que respeten el dolor ajeno –tan solo eso-.

Preguntémonos –nosotros acostumbrados a preguntarles a otros- para qué hacemos lo que hacemos: ¿Para decir “yo vi el muerto primero”? ¿Para ganarse el pan de una forma honrada? ¿Para traficar con el dolor ajeno como si fuera un jarrón o la cola de Kim Kardashian? ¿Para demostrar lo indispensables que creemos, y queremos, ser? O ¿para entender por qué la muerte une lo que la vida no puede?

Publicado el: 30 Nov de 2016

Juan Alejandro Echeverri
"No sabia que quería ser periodista hasta que lo fui y, desde entonces, no he querido ser otra cosa".