Amoríos entre los bandidos y el Gobierno

Ahora la cacería —tristemente— está más organizada, hay dádivas por lado y lado: las organizaciones al margen de la ley le dan la tajada al Gobierno y a los líderes de la fuerza pública para que permitan operar con mayor facilidad.

Opina - Historia

2021-07-12

Amoríos entre los bandidos y el Gobierno

Columnista:

Giovanni Sánchez

 

Las alianzas entre el Gobierno y los asesinos, datan de la renombrada y temible época de la violencia. Los duchos del revolver contaban con un sueldo y dotación de armas por parte del Estado; en ese entonces, la gente de bien era conocida como los chulavitas, pero no contaban con lujos, no eran dueños de empresas y por mucho, habían cursado hasta quinto de primaria.

Lo bueno de esto es que para esos tiempos no había necesidad de trabajar en el Gobierno por medio de «palancas» o pedirle a Dios en la primera y en la última oración del día por un empleo estable; ahí lo que importaba era el alto grado de malicia de cada uno de los «gatilleros».

Varios de los requisitos para conformar el selecto grupo eran: abusar sexualmente de mujeres, asesinar niños, incendiar fincas, tener más de 30 muertos encima, reunirse en las tabernas todos los días para burlarse de los muertos, desmembrar a las víctimas, haber estado privado de la libertad en la Picota o en Gorgona y ser físicamente poco agraciado; así como el ‘Chimbilá’ y León María Lozano.

El primero fue interno de la Cárcel de Gorgona y de la Picota, le faltaban dientes y había sobrevivido a más de siete atentados; el segundo, pasó de tener un puesto de quesos en la plaza de mercado, de su natal Tuluá, a ser el fundador de Los Pájaros (organización encargada de exterminar a todo el que se opusiera a la ideología del Partido Conservador; es decir, los simpatizantes del Partido Liberal).

Aquella época de la violencia, dicen los expertos en sociología y conflictos internos que duró veinte años, entre 1946 y 1966, y se le denominó la carnada, debido a que se llevó 200 000 muertos.

En Palmira, Valle, arrojaban a los muertos a un lote en donde actualmente está ubicado un supermercado que ofrece precios bajos; en Buga, el río que lleva el mismo nombre del municipio duró una semana manchado de sangre; en Tuluá los areneros encontraban todos los días cadáveres en cantidades a las orillas de los ríos y en Ceilán, Finlandia y municipios del Eje Cafetero prevalecía el destierro sobre la paz.

Y así como esta, el Gobierno ha sentido la necesidad y el descaro de unir a paramilitares y a las bacrim con las fuerzas especiales; como colombianos hemos evidenciado aquellas articulaciones en las operaciones para acabar con las Farc. La Operación Orión, las jornadas de limpieza en donde acuestan trabajadoras sexuales y todo el que esté en la calle después de las 10 p. m., y la reciente Operación Dragón que consiste en eliminar a integrantes de derechos humanos, manifestantes y líderes de la oposición del Gobierno de Iván Duque y su padrino político, Álvaro Uribe.

Años después, la cacería —tristemente— está más organizada, hay dádivas por lado y lado: las organizaciones al margen de la ley le dan la tajada al Gobierno y a los líderes de la fuerza pública para que permitan operar con mayor facilidad por los corredores destinados, y el Gobierno ha decidido combatir la indignación del pueblo, permitiendo el uso de armas a paramilitares con la finalidad de silenciar a los vándalos.

Ahora, en lo que va del paro, en Palmira, los primeros días de mayo se presentaron violaciones a mujeres, desapariciones y muertes, todas a manos de la fuerza pública; aquellos días fueron oscuros, la gente se resguardaba en los cañales que pertenecen a los monopolios de las empresas azucareras, la comunidad divulgaba información para que la gente llevara insumos a la zona de confrontación y por medio del SOS se intentaba pedir ayuda al personal de salud, de derechos humanos, a la comunidad y a la Alcaldía, esta última nunca llegó.

Por otro lado, en la ciudad del Señor de los Milagros han llovido las balas desde los helicópteros, mientras el Esmad dispara a la cabeza de los miembros de la primera línea y los señores de las camionetas de alta gama, custodiados por los señores agentes, hacen presencia en los puntos de bloqueo y manifestaciones, de acuerdo con la consigna del expreso número 1087985 que lo representó durante su Gobierno: mano firme, corazón grande.

De las pocas ventajas de todo esto, es que el pueblo puede ser testigo de los abusos de la fuerza pública por medio de transmisiones en vivo en las redes sociales y por lo menos, no nos damos cuenta tiempo después de los tristes relatos a través de las obras de los diferentes sociólogos.

La época de la violencia fue un simple nombre que se le dio a los acontecimientos de esos años…

 

Fuente:

Molano, A. (1985). Los años del tropel. Fondo Internacional Cerec: Bogotá.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Giovanni Sánchez Mendoza
Soy estudiante de Licenciatura en Ciencias del Deporte y la Educación Física de la Universidad Antonio José Camacho.