¡Alto! El tutorial o la vida

¿Qué le falta a los computadores que los profesores sí tienen? Les falta, a mi parecer, la piel, el olor, lo que nos diferencia de las máquinas, el roce táctil, la aceptación de sus logros mediante aplausos o golpecitos en la espalda; en pocas palabras, la vida, lo humano.

Opina - Educación

2019-04-22

¡Alto! El tutorial o la vida

Hay tutoriales para todo en estos días virtuales que colman nuestras vidas. Los hay para calentar agua, abrir un paraguas, dibujarle bigotes a una foto, enhebrar una aguja y hasta para saber cómo limpiarse el culo.

Hace poco leía a dos señoritas en Twitter que se habían cortado el pelo siguiendo las instrucciones de un tutorial, las dos se trasquilaron y montaron foto con la evidencia del desastre. Mi cuñado en cambio, siempre está necesitando instalarle cosas a su móvil, sigue las instrucciones de tutoriales que encuentra exactamente para eso y… ¡Todo un éxito!, no hay pierde porque es algo específico.

Ahora voy a mi preocupación. Soy profesora de piano (teclado u organeta) y de otros instrumentos más. Desde que se inventaron los famosos tutoriales he tenido alumnos que vienen contándome que trataron de sacar tal o cual canción en el teclado. De todos los estudiantes que tengo, solo uno ha logrado interpretar bien algo gracias a un tutorial.

En mi profesión, son poco convenientes estos famosos videos, puesto que pueden llegar a reemplazarnos de una forma funesta. Entonces, para mi tranquilidad, opinaré por qué son un mal necesario, indispensables en lo absoluto.

Mis estudiantes a través de los tutoriales se han dado cuenta de que pueden llegar a aprender cómo suena, más o menos, una canción tocada por un imberbe como ellos, no por un artista inalcanzable del cual siempre creen que es imposible tocar lo mismo. Entonces, como ejemplo es un acierto, pero como aprendizaje le falta mucho pelo pa´ moña.

Falta a mi parecer, la piel, el olor, lo que nos diferencia de las máquinas, el roce táctil, la aceptación de sus logros mediante aplausos o golpecitos en la espalda; en pocas palabras, la vida, lo humano.

En el caso de mi estudiante que vive sacando todo perfectamente gracias a los tutoriales, a manera de chiste y atrevimiento, me dice que sigue conmigo porque los computadores no tienen tetas.

Decidí entonces enfrentar a uno de los enemigos de mi vida profesional. Abrí un tutorial que trabaja la independencia de las manos en el teclado. Al principio un individuo de acento caribeño empieza a teclear parte de una escala; hasta acá todo bien, solo cinco notas, una por cada dedo en la mano derecha como en la izquierda.

De repente, pasados dos minutos, las manos de este caribeño corren sobre el teclado con dedos agacelados que van persiguiéndose unos a otros. Primer error, el hombre supone que ya todos gozamos de dedos tan ágiles como los suyos y, aunque repitamos el tutorial mil veces, no lo haremos nunca como él, porque tendemos a hacer las cosas por imitación y, al imitar la velocidad, se pueden cometer traspiés en la digitación y en la posición.

Si el tutor lo hace rápido, así lo interpreta inmediatamente el aprendiz, entonces hacerlo como él es una reacción lógica y siempre cometeremos los mismos errores que no captamos por inexperiencia.

De todas formas, seguí viendo el tutorial, aunque no por mucho tiempo porque me aburrí, entre otras cosas, por la imagen pobre y monótona del video. Aquí aparece mi estudiante que, al escuchar mi explicación de algo que él ya ha visto en un video, se le ilumina el pensadero y lanza un —¡Oh, a eso se refería el tutorial!—.

Ahora bien, existen unos videos que sirven por ejemplo, para limpiar su computador de un virus, hacer efectos en Photoshop, aprender a leer una partitura, o hasta para cómo enroscar una tuerca: estos son indispensables, educativos y bien recibidos porque tienen instrucciones específicas, que al engancharlas una con la otra, cazan perfecto siguiendo las instrucciones tal cual nos indican.

Otros, como los que usaron mis dos amigas que mencioné al principio, son prácticos, pero también requieren destrezas paralelas: no todo el mundo, por más de que siga el paso a paso de cómo cortarse el pelo, llega a hacerlo bien si no sabe ni coger unas tijeras. Lo mismo pasa con los tutoriales para aprender música; en teoría están bien, hay muchos que nos dan herramientas determinadas para el caso, pero a la hora de rasgar una guitarra, teclear un piano o soplar una flauta, la cosa se pone más difícil; es acá cuando nos damos cuenta de lo necesario que es el contacto humano.

En conclusión, contrátenme a mí y a los profesores humanos de música, que no somos tan fríos como un computador y, de vez en cuando, les lanzaremos un beso, una sonrisa o un aplauso, para polisharles el ego un poquitico cuando toquen algo bien, o un madrazo, en caso contrario.

 

Foto cortesía de:  Superprof

 

 

Yania Tenorio
Músico, de los que tocan y de los que enseñan. No sé escribir, pero estoy aprendiendo a componer.