Los peligros del discurso anticorrupción

Opina - Política

2017-03-02

Los peligros del discurso anticorrupción

“-Me pasa la cuenta -dijo.
-¿A usted o al municipio?
El alcalde no lo miró. Cerró la puerta, y dijo, a través de la red metálica.
-Es la misma vaina.”
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ. Un día de estos.

 

Una gran euforia anticorrupción ha inundado el país en las últimas semanas. Euforia de la que resultaría hasta escandaloso no contagiarse, conociendo el nutrido inventario de historias macondianas que nos acompaña, por no ir muy lejos, a lo largo de nuestra historia republicana. Y tiene razón la gente en indignarse e identificarse. Pero es importante ver las cosas en perspectiva y en clave del momento político que vive el país, para no echar por la borda una oportunidad histórica de combatir la corrupción, a la vez que se superan otros problemas de importancia cardinal, como los abordados explícitamente en el Acuerdo de Paz.

El concepto gelatinoso de corrupción

El discurso anticorrupción presentado así sin condimentos, incorpóreo y abstracto, se convierte en un comodín electoral tan peligroso que hasta el Centro Democrático lo reivindica como bandera, confirmando así los consabidos problemas de circulación sanguínea facial de sus militantes.

Si bien se debe felicitar una iniciativa como la consulta popular anticorrupción liderada por el Partido Verde, que por supuesto es necesaria y seguramente está colmada de buenas intenciones por parte de los ciudadanos de a pie que la apoyan, es importante señalar que su lógica parte de dos premisas falsas: 1) que el conflicto ha terminado y es hora de pasar la página del acuerdo de paz; y 2) que la corrupción se soluciona domesticando la clase política. Este atajo intelectual nos lleva a conclusiones mecánicas bastante peligrosas, en un momento en el que la implementación del acuerdo de Paz sigue siendo saboteada por la misma institucionalidad, sectores políticos y el paramilitarismo [1-3].

La corrupción es el síntoma y no la enfermedad

Reducir la lucha contra la corrupción a “domesticar la clase política” a través de la generación de un ordenamiento jurídico para “prevenir y castigar duramente a los políticos y contratistas corruptos” [4], muestra también una salida reduccionista e insuficiente para abordar este flagelo. Discurso que seguramente traerá muchos votos a una posible campaña presidencial de Claudia López, Sergio Fajardo o Enrique Robledo, pero que a mi juicio no deja de ser una forma de manipulación del electorado y una instrumentalización del elemento emocional.

Obviamente se requiere el incremento de penas y el efectivo cumplimiento de la Ley. Pero esto no deja de ser solo un paño de agua tibia en una realidad tan compleja como la colombiana, en donde el entramado de corrupción no solamente conecta la espacialidad local y central del poder económico y político, sino que también cierra un circuito de intereses transnacionales. Ejemplos sobran, pero especial asombro pueden causar casos como el de Odebrecht o el punto del PIB que nunca veremos gracias al caso Reficar, como parte de una intrincada cadena de complicidad, favores, compadrazgos y toda suerte de maniobras florentinas. Podemos quedarnos en el círculo vicioso de perseguir y encerrar los corruptos eternamente, pero en el mejor de los casos las cárceles se quedarán pequeñas.

La corrupción es el síntoma de una enfermedad más grave que difícilmente se va a curar con un cóctel de abogados, demandas y galimatías jurídicos. Este fenómeno es simplemente una más de las evidencias del fracaso del neoliberalismo como fe única implantada en Colombia desde hace casi 3 décadas.

Se suponía que el libre mercado y la reducción del papel del estado nos alejarían de esquemas ineficientes y corruptos, pero nuevamente la realidad habla por sí sola. De ahí que la corrupción se constituya en el camino más expedito para asegurar márgenes de ganancia astronómicos en tiempos reducidos. Como tal, no es entonces un problema focalizado de manzanas podridas en el sector público y privado, sino que estas manifestaciones hacen parte de la quintaesencia del neoliberalismo.

Soluciones estructurales a la mano: la aplicación del acuerdo de Paz

Caricatura de: bettocartoon

Pero el neoliberalismo no es solo el combustible que alimenta la cadena de favores. También juega a tres bandas promoviendo valores que refuerzan el individualismo y la atomización de trabajadores y sectores populares. Este hecho, unido a la histórica exclusión de las grandes mayorías en el proyecto de nación y la presencia de círculos criminales en el sector público, resulta en un caldo de cultivo ideal para los circuitos de la trampa y el desangre del dinero público.

Acá volvemos a la importancia del Acuerdo de Paz y la necesidad de su implementación y respaldo irrestricto como alternativa para cerrar el paso a la corrupción, generar condiciones para la participación política, dignificar el campo y sentar las bases de una nueva etapa en la vida política de la nación.

Es precisamente la participación política uno de los ejes fundamentales del acuerdo. El punto dos, plantea elementos como la participación ciudadana en planes de desarrollo, el seguimiento a su ejecución y la respectiva evaluación. Esto supera las actividades dentro del sistema político y representativo, y extiende su alcance a aquellas de movimientos sociales en el marco de su diversidad. Recuperar el valor de la actividad política a todo nivel, como necesidad de una sociedad que está en mora de recuperar la dignidad, busca asegurar la transparencia en la gestión pública y blindar las instituciones contra la penetración de estructuras criminales.

A la clase política tradicional no se le domestica

Los mecanismos de participación, control y rendición de cuentas que el Acuerdo pretende potenciar, parten precisamente de entender que la más amplia participación ciudadana en la vida política del país y el necesario fortalecimiento de movimientos y organizaciones populares, representan una alternativa para cortar de raíz con las prácticas corruptas, entendiendo que los cambios en la forma de hacer política difícilmente se lograrán de arriba hacia abajo con candidatos mágicos que poco podrán cambiar, sino desde la base hacia arriba, barriendo de plano con las estructuras del poder tradicional y a la vez evitando un nuevo ciclo de exclusión, violencia y corrupción.

Por atractivo que parezca concentrar esfuerzos en este momento alrededor del tema anticorrupción, con frases sonoras y como herramienta discursiva para acumular votos, no podemos suplantar la gran prioridad que la historia nos llama a respaldar, vigilar y fortalecer: la aplicación del Acuerdo de Paz. Este apoyo irrestricto a los acuerdos, es precisamente lo que en ocasiones me quita el sueño, ya que no parece tan evidente por parte de algunos promotores de la consulta anticorrupción.

 

 

[1] http://conlaorejaroja.com/s-o-s-catatumbo/
[2] https://pbicolombiablog.org/2017/02/16/hoy-de-nuevo-tenemos-el-territorio-invadido-de-paramilitares/
[3] http://www.marchapatriotica.org/index.php/82-ddhh-denuncias/3822-violencia-contra-lideres-sociales-informe-especial
[4] http://www.vencealcorrupto.com/

Adrián Correa
Ingeniero Electricista (no arreglo planchas), Ph.D., Investigador. En un mundo al revés, bien viene pensar patas arriba.