La Divina Comedia

Opina - Cultura

2017-06-26

La Divina Comedia

Hechos recientes que nunca cesan, cada uno más bochornoso que el anterior, me impulsaron a evocar la preciosa Divina Comedia, con el propósito de adaptarla a la cruda realidad nacional; la que, empezando ante todo por la política, revela con escatológicos hechos cuán nefastos son sus protagonistas; y, apelo a ese odioso término “escatológico”, porque así definió Miguel Asin Palacios la relevancia de la “escatología musulmana en la estructura del infierno dantesco”

Así las cosas, tal como el legendario y maravilloso poema de Dante Alighieri se ordena en función del simbolismo del número tres, evocando ante todo, la sagrada trinidad y el equilibro y la estabilidad de suyo incorporado en un triángulo perfecto; por supuesto en esta columna, no me referiré ni al Padre, ni al Hijo, ni al Espíritu Santo, sino a los tres poderes estatales (ejecutivo, legislativo y judicial), símbolos también, pero, muchas veces de desequilibrio, inestabilidad y, tara.

Entrando pues de plano a esta desapacible “analogía” con la espléndida obra, en los nueve círculos del averno estarían (muy cerca al anillo más profundo e inmundo compuesto ante todo, por los abominables pederastas -civiles, diplomáticos, uniformados, eclesiásticos o como sean-); los corruptos definitivamente.

Aquellos de cuello percudido (jamás blanco) o de ajuares que sin ser sotanas fungen como tales, pastorcillos mentirosos, buhoneros del diezmo, el voto y el credo y demás portadores de costosas corbatas que terminan marchitas y estrangulándolos por tanta infamia.

Una extensa lista forjada por: juristas expertos en marrullería y sofocamiento de términos, leguleyos consagrados adalides de la estratagema dilatoria endiablada y la subasta de prueba falsa, “vedettes” de medios (tan extravagantes como nefastos para el sistema), «para-fiscales» al servicio de mafias, cohechadores togados, solapados y engreídos magistrados, burgomaestres, altos funcionarios con intereses oscuros que nunca se declararon impedidos (bienhechores de inmerecidos lucros, para sí o para sus pares), influyentes empresarios y demás, esos mismos que saquean inclementes las arcas públicas, pervierten contratistas y, feroces, se lucran inauditamente, o simplemente desdeñan cualquier principio, recibiendo polémicos aportes y salpicados recursos provenientes de cuestionadas multinacionales con tal de soplar exageradamente el presupuesto de campañas y estrategias publicitarias con miras a alguna reelección presidencial.

En otro nivel de este infierno narrado, ubico a aquellos que desde el vilipendiado legislativo, tranzan, compran, mercadean y zahieren conciencias, a cambio de votos y demás horrendos réditos políticos. Le seguirían entonces, esos mismos parlamentarios, adinerados judas, tránsfugas, pantalleros y solapados, que venden su alma al diablo o traicionan sus convicciones, según sea la generosa “limosna” que les prometan.

Muy de cerca a estas pécoras, en este infierno espantoso tendrían asiento, aquellos funcionarios que avivan el sainete, cebando el espectáculo y, llevando la comedia a unos niveles ciertamente dantescos en toda su extensión; es así que, aparecen los saltimbanquis que fingen ser atropellados por cámaras fantasmales y perseguidos injustamente por “hambrientos” periodistas.

Y en ese mismo flamante serpentín siniestro envuelto en llamas ardientes, estarían esos mismos legisladores que envalentonados y cegados por una enjundia parlamentaria iracunda, salen a defender al histrión comediante nato; pidiendo la cabeza y una lóbrega mazmorra para el espectral camarógrafo, “cazador de funcionarios ejemplares, probos y castos del «honorable» Capitolio Nacional”. Y, en fin, tal laya y afines, abarcarían los demás círculos restantes de este singular tártaro.

Llegado el “Purgatorio” y con alguna posibilidad de redención, asomarían sus crines, el funcionario incompetente, el acosador, el burócrata y el altivo; el perezoso, el irresponsable y el astuto; el negligente y el procaz. Y toda aquella recua de empleados públicos que esputan en el rostro del desahuciado usuario.

Finalmente, ya en el codiciado y precioso Paraíso, hallaríamos probablemente a aquellos dotados de cierta gracia y belleza, que enaltecen el nombre de la nación. Que con su donaire y talento y desprovistos de vanidades y fanfarronerías perversas, no se han dejado aún anular por la voluble y mórbida fama y, sí perseveran en hacernos sentir orgullosos de nuestra bandera.

Un Nirvana donde por supuesto, ningún político tendría balcón jamás.

 

Fernando Carrillo V.
Abogado del la U. Libre de Colombia, nacido en Bogotá, amante de las letras, siervo del diccionario y discípulo de la palabra bien hilvanada, coherente e impactante. Lector asiduo y explorador nato. En mi Haber literario reposan sendas publicaciones en periódicos de consagrado renombre y participaciones exitosas en concursos de micro relatos a nivel internacional. En la actualidad soy asesor jurídico independiente y consultor en materia gramatical y de redacción, en la composición de tesis, y elaboración de documentos investigativos y textos en general.