Somos activistas digitales y eso le encanta a nuestro Gobierno

Quizá lo que siempre nos ha hecho falta es una verdadera consciencia, reconocer que el activismo digital sin acciones concretas, no puede llegar a ser una auténtica resistencia.

Opina - Política

2020-03-14

Somos activistas digitales y eso le encanta a nuestro Gobierno

Columnista:

Brayan Ramírez

 

Para el escritor e investigador bielorruso, Evgeny Morozov, autor de The Net Delusion y To Save Everything, Click Here, cuyo estudio se fundamenta en las implicaciones políticas y sociales de la tecnología, “el inconveniente de gran parte del activismo digital contemporáneo: se trata principalmente de un activismo dirigido a corregir los efectos de problemas sociales y políticos existentes, en lugar de resolverlos a un nivel más profundo y más esencial.

Vivimos en tiempos en los que nuestra vida gira alrededor de “trinos”, “likes” y “seguidores”, en los que la información, el acceso al conocimiento y el uso de plataformas digitales se han convertido casi en una extensión de nuestro cuerpo. Sin embargo, resulta bastante difícil entender por qué nuestro compromiso político se ve cada vez más afectado y permeado por la indiferencia, el interés fugaz y el desapego emocional frente a la injusticia y la desigualdad social de nuestros pueblos, principalmente desde el uso que damos a los dispositivos móviles que, irónicamente, nos permiten participar y debatir día a día como expertos políticos y jueces desde la tranquilidad de nuestro hogar.

Si bien, nuestra condición como usuarios en la red nos acerca a la posibilidad de reconocer nuestros más profundos problemas sociopolíticos, al mismo tiempo, nos sitúa cada vez más lejos de un panorama en el que simplemente podamos limitarnos al comentario, como símbolo de empatía, frente a las luchas que hoy en día se están viendo desde distintos sectores de la sociedad. La problemática fundamental yace en que, aunque se evidencia un activismo que se intensifica aceleradamente, sobre todo en las redes saturadas de opiniones, indignación o denuncias, también es cierto que nuestras movilizaciones y el impacto de este activismo no tienen el resultado esperado. Esto nos remite a preguntarnos por qué no logramos concretar nuestras consignas o que es lo que nos está faltando para cambiar nuestro paradigma. 

Somos activistas digitales y al mal Gobierno le encanta eso. Le fascina la idea de que nuestro ímpetu digital caduque en poco tiempo, principalmente, porque existe una gran probabilidad de que nadie haga nada al respecto. En el fondo, nuestro Gobierno sabe, que la manifestación y el repudio se disolverán en cuestión de semanas o meses.

Mientras nos amedrentamos en las redes sociales y estigmatizamos a los pocos ciudadanos que salen a las calles, nos llenamos al tiempo de desinformación y fake news que nos alimentan de un discurso de odio y rechazo hacia nuestro propio pueblo. Efectivamente, porque desde las plataformas digitales y las redes sociales, encontramos una suerte de consuelo, y, por otra parte, porque nuestros likes y shares se convirtieron en el mayor refugio y la excusa perfecta para sentir que hicimos algo por cambiar nuestro contexto. En ese sentido como argumenta Morozov:

“El compromiso cívico también ha sido redefinido: nos estamos alejando del ideal político republicano de un público completamente comprometido y en deliberación permanente y nos estamos aproximando al de una ciudadanía algorítmica totalmente automatizada, de bajo coste y bajo ancho de banda. En este nuevo modelo, no se espera que participemos regularmente en importantes debates políticos locales; se supone que, simplemente, la gente no tiene ni tiempo ni ganas de tales insignificancias.

Después de un poco más de tres meses del anuncio del 21N, por ejemplo, parecía que ese activismo digital se materializaba en un despertar de la razón y el sentir político de la población colombiana, y que tomaba cada día más fuerza en las redes sociales y medios de comunicación frente a la injusticia y el dolor social de un pueblo que se movilizaba por las calles. No obstante, parece que ese sentimiento se desvaneció como un efímero momento de “efervescencia y calor” que, en principio, parecía hacer frente a la injusticia y el dolor social que duró apenas unas semanas. 

En efecto, nuestra empatía, se esfumó de a poco, entre las millones de publicaciones que fueron saturando las redes con nuevos temas de interés social. Se apagó ese sentimiento de pertenencia y de patriotismo que duró unas semanas en nuestras plataformas, y que se vio reemplazado por una nueva tendencia o por una noticia de mayor actualidad. La fuerza que tenía nuestra movilización y la protesta se disipó como la vida y el recuerdo del asesinato de Dylan Cruz, o los 117 líderes sociales asesinados en 2019, e incluso, el hecho de que no exista una cifra unánime de los cientos de “falsos positivos” que durante años “horrorizaron al país”. De igual manera, mientras discutíamos detrás de nuestras pantallas, el Gobierno firmaba proyectos de ley que nos hundían cada vez más en impuestos. Nos imponían nuevas reformas pensionales y se seguían cometiendo crímenes de lesa humanidad legitimados por el Estado. 

El problema desde la lectura de Morozov radica en analizar por qué si todos lo sabíamos y lo vimos en redes, en la televisión o lo escuchamos en radio, y si bien, todos tuvimos un concepto, todos opinamos, debatimos y hasta tuvimos uno que otro pleito con un familiar, un desconocido, o ese amigo al que llamamos “facho” o “mamerto”, al final, todo se hizo como sabíamos que se haría. Bajo nuestra mirada se firmaron los proyectos y se siguieron cometiendo crímenes ¿Pero, por qué sucedió esto si sabíamos y conocíamos lo que hacía el Congreso? ¿Por qué si tenemos las herramientas y conocemos el contexto seguimos siendo uno de los países más pobres y violentos? ¿En dónde se está quedando ese ímpetu de organización y resurgimiento? ¿Acaso no es posible que salga de nuestros dispositivos y nuestros portales alternos? Para Morozov:

“No hay respuestas fáciles: podría ser perfectamente que el futuro del «activismo digital» sea precisamente esta forma peculiar de hacer política, totalmente automatizada y basada en sensores, en la que todo lo que se requiere de nosotros como ciudadanos es activar nuestros teléfonos en el modo «siempre encendido / siempre grabar» o dar licencia para compartir los datos que generamos a las autoridades pertinentes, etc. Si bien puede haber algunas cuestiones éticas interesantes en torno a tales prácticas, parece que un giro hacia ese activismo digital totalmente automatizado podría conducir, al mismo tiempo, al empobrecimiento moral y político de los propios activistas.

Por supuesto que no podemos negar la importancia que tiene el activismo digital en nuestro tiempo, pues gracias a la difusión masiva de información, hoy podemos acceder a muchas verdades (sin dejar de lado las fake news) que nos permiten reconocer nuestras deficiencias y parte del verdadero rostro que nos gobierna. No obstante, si nuestro ejercicio político se ve supeditado por estas cuestiones, difícilmente puede darse la posibilidad de un cambio verdadero, sobre todo si consideramos que es evidente que nos estamos quedando atrapados en ese activismo digital, en el que las acciones concretas parecen no ser una opción, más aún, si podemos compartir una imagen o hacer un post que dé cuenta de nuestro descontento. Tal vez, debemos empezar a entender que no se trata únicamente de ser tendencia, que quizá lo que siempre nos ha hecho falta es una verdadera consciencia, reconocer que el activismo digital sin acciones concretas, no puede llegar a ser una auténtica resistencia.

Es cierto. Como todos ustedes, yo también soy culpable de lo que está sucediendo, yo también, de alguna manera me estoy escondiendo, yo también contribuyo pasivamente con el hundimiento social y el atropello de mis derechos. Lo problemático es que mientras tanto nuestros gobernantes se cargan nuestros derechos. Por el momento, parece que de nada nos está sirviendo la emoción y la crítica desde el encierro. 

 

Referencias:

https://www.bbvaopenmind.com/wp-content/uploads/2018/03/BBVA-OpenMind-Evgeny-Morozov-El-impacto-del-activismo-digital-en-la-politica-de-la-Post-Guerra-Fri%CC%81a.pdf

https://www.eltiempo.com/politica/proceso-de-paz/la-dramatica-lista-de-lideres-asesinados-en-colombia-en-solo-dos-semanas-452160

https://www.elespectador.com/noticias/judicial/jueza-senala-que-tutela-contra-mural-de-falsos-positivos-es-improcedente-articulo-890952

https://colombiacheck.com/investigaciones/explicador-cuantos-son-los-casos-de-falsos-positivos

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Brayan F. Ramirez
Filósofo de la Universidad Industrial de Santander (UIS). Estudiante de Máster en Filosofía aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona. Atraído por las diferentes áreas del pensamiento, comprometido con todo lo que significa la labor social, política y universal de la Filosofía, la enseñanza y las humanidades.