Doble moral

Que dizque no se pueden ingerir bebidas alcohólicas ni consumir sustancias psicoactivas en los espacios públicos que porque pobrecitos los niños viendo eso. Embustes. Si hay padres, si hay familia, si hay educación, con lo que vean, por más de lo que vean, no van a optar por esas prácticas.

Opina - Sociedad

2019-06-16

Doble moral

Como si Colombia fuera un paraíso en el que todo es color de rosa y en el que la vida se lleva con la placidez propia de un oasis, muchos de los que se rasgan las vestiduras por las cosas cotidianas que nos suceden, viven despotricando de los demás, quizás sin verse la paja en su propio ojo.

Como adalides de la moral señalan, acusan, endilgan faltas, delitos y atrocidades, y encasillan a otros en lo que quizás les tapan a sus amigos, o a ellos mismos.

Con esa doble moral que muestran, sin rubor alguno, es con la que gritan que hay que hacer lo que sea para acabar con la corrupción, con el narcotráfico, con la guerrilla, con la delincuencia común, con la pobreza.

Con la que vociferan que no hay máculas en sus actuaciones ni en las de los suyos, con la que pretenden engañar a los incautos a punta de hacer creer que sus vidas son intachables y que ni siquiera han roto un plato.

Por eso es que este país no progresa, o muy poco. Por eso es que seguimos caminando de para atrás en muchos aspectos y continuamos en franco receso para salir del subdesarrollo. Por eso es que somos parroquiales, chabacanes, malandros, chanchulleros, gamines, altisonantes, gritones, marrulleros y tramposos.

Aquí no hay cómo avanzar si no dejamos a un lado los prejuicios, las estigmatizaciones y si no nos concentramos en cambiar nosotros mismos. En ofrecer, al menos, la palabra a los otros, en escucharlos y entenderlos así no estemos de acuerdo con ellos. No podremos surgir como nación si solo unos se empecinan en tener la razón sin abrir la posibilidad a los demás de que muestran la suya.

Que dizque no se pueden ingerir bebidas alcohólicas ni consumir sustancias psicoactivas en los espacios públicos que porque pobrecitos los niños viendo eso. Embustes. Si hay padres, si hay familia, si hay escuela, si hay educación, con lo  que vean, por más de lo que vean, no van a optar por esas prácticas.

Pero por otro lado, los que tienen cómo pagar sí pueden meter lo que se les dé la gana y en donde se les dé la gana. Pueden comprar, compartir, distribuir y hasta regalar trago, drogas y prostitutas a sus amigos. No seamos mentirosos. Todos sabemos que es así.

Que dizque un exguerrillero no puede sentarse en el Congreso que porque está investigado y pendiente de una captura o de una resolución judicial condenatoria o absolutoria. Embustes y más embustes. ¿Acaso en el sagrado recinto de las leyes no hay padres de la patria en las mismas condiciones? ¿Por qué unos no pueden legislar y otros con similares señalamientos sí?

El proceso de paz, con imperfecciones y errores, se firmó y debe respetarse, acatarse y cumplirse, como bien lo dijo la ONU, así al presidente Duque no le haya gustado. Que a unos les incomode es otro debate, pero ese proceso ya está en firme y no puede cambiarse por orden constitucional. Claro que no descansarán hasta transformarlo para sus propios intereses. Y dizque son los defensores de la paz, de los niños, de la moral pública, de la decencia y de la humanidad. Dan vergüenza.

Que dizque hay que fumigar con glifosato, acabar con la dosis mínima, perseguir a los jíbaros, respetar a la prensa, velar por el bienestar de todos. Majaderías. Desconocen, a propósito y para congraciarse con los gringos, los efectos nocivos del químico que quieren regar sobre el país y, quizás, muchos hasta consumirán drogas y comprarán dosis mínimas, y nada raro sería que hasta sean amigos de los jíbaros.

Se inventan articulitos para ponerle una mordaza al periodismo, como parece ser el que está adentro, vaya paradoja, ¡del proyecto de Ley Anticorrupción!, y únicamente piensan en sus propias garantías.

Son dizque decentes, pero insultan a diestra y siniestra. Son dizque defensores de la vida y la paz, pero tienen a cuestas guerras con sus consabidas consecuencias. Dicen defender la patria, pero buscan incesantemente incendiarla desconociendo visiones, modos de pensar  y oportunidades para otros.

 

Caricatura cortesía de: @jrcaricaturas

 

Garantes de la Constitución y de la ley viven modificándolas, o intentando modificarlas, dizque para conseguir para todos lo que no son capaces de dar. Juegan sin escrúpulos con la economía, con el empleo, con la educación, con la cotidianidad, porque quizás para ellos sí funciona el libre desarrollo de la personalidad.

No hay jueces que les valgan. Si los fallos o las sentencias no son de su gusto, las atacan, y atacan rastreramente a quienes los profieren. No tienen enemigos pequeños, todos son grandes cuando se trata de defender sus tierras, sus ganados, sus casas, sus fincas, sus millones.

Tampoco hay mayorías que valgan porque las acomodan a su favor y las dejan convertidas en minorías. Y tampoco hay manera de hablarles porque sus fanatismos los enceguecen y la palabra del otro queda en la nada, así como sus vidas, sus honras y sus ilusiones.

Aquí de lo que se trata es de no venirnos a creer mejores ni peores que nadie. De lo que se trata es de buscar los caminos que nos unan, como lo ha pedido el mismo presidente Duque, al parecer de labios para afuera.

Consiste en entender que el país es de todos y para todos, en auspiciar mejores condiciones de vida para la gente, para el ciudadano de a pie, para ese que se levanta todos los días con ganas de tener una vida digna, pero que no puede porque unos no lo dejan.

¿Dónde está el progreso? Yo no lo veo. ¿Acaso en el Congreso? ¿Acaso en Palacio? ¿Acaso en las haciendas? Quizás allá sí, porque en la cotidianidad no se ve.

Sigue nuestra gente muriéndose de hambre, sin empleo, con la inseguridad en sus espaldas, con las injusticias en sus rostros. Sigue el país enfrascado en contiendas políticas, mientras los problemas tangibles se tratan con paliativos. Siguen los absurdos en la justicia, en las leyes, en las decisiones ejecutivas.

Y lo peor es con esa doble moral de muchos, estamos lejos, muy lejos, de conseguir la paz y la reconciliación que el país demanda y necesita. Por desgracia.


 

Adenda. Pretender acabar con la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) es una muestra más de la intolerancia y del odio que habita en nuestros corazones. Nadie, que yo sepa, intentó derogar los tribunales de Justicia y Paz.

La apuesta que debe hacer Colombia es para que se entienda que la JEP es una justicia transicional, con penas alternativas y restaurativas, muy distintas a las de la justicia ordinaria que tiene como base los barrotes. Esa apuesta debe empezar por el presidente la República que ya perdió sus objeciones.

 

Foto cortesía de: El Espectador

 

 

( 1 ) Comentario

  1. Perfecta descripción de la doble moral de muchos malandros que nos malgobiernan, Gracias Mauricio.

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Mauricio Galindo Santofimio
Comun. Social-Periodista. Asesor editorial y columnista revista #MásQVer. Docente universitario. Columnista de LaOrejaRoja.