Volver a nacer

No somos capaces de soportar y aceptar al otro en su condición, muy distinta a la nuestra porque nos gana el orgullo y antes de ser solidarios somos apáticos e indiferentes.

Opina - Sociedad

2019-02-13

Volver a nacer

Colombia, mi país, ubicado en la región noroccidental de América del Sur, único del continente con dos océanos y grandes riquezas hídricas, algo más de 1’200.000 kms cuadrados de extensión, el vigésimo sexto país más grande del mundo y, con una dotación de fauna y flora de las más envidiadas universalmente, dada la diversidad de climas que nos acompañan; ni hablar de la fortuna étnica y cultural que poseemos.

Qué maravillosa nación, qué bellas tierras, qué hermosa gente, gente luchadora, próspera, con ganas de salir adelante, que trabaja hombro a hombro, día y noche para lograr el sustento de cada una de las familias que son el núcleo de nuestra sociedad.

Colombia, mi patria, es tan maravillosa que no alcanzan las palabras para describir tanta grandeza. No obstante, tanta hermosura pictórica, gastronómica, cultural, geográfica, étnica y demás se convierten en un espejismo cuando volteamos la mirada y nos damos cuenta de que no sacamos provecho de todo lo bueno que tenemos. Parece que nos dejamos encerrar en el círculo en el que los enemigos de la patria nos quisieron meter.

Como a una selección de fútbol débil nos llevaron a su terreno de juego, nos envolvieron en su estrategia y van ganando el partido. Hoy, en toda esa extensión de tierra fértil donde parece que no cabemos 43.33 personas por kilómetro cuadrado, reina el caos y la anarquía toda vez que dejamos dividirnos por el odio, el resentimiento y la intolerancia que parecen haberse apoderado por completo de nuestros sentimientos.

No somos capaces de soportar y aceptar al otro en su condición, muy distinta a la nuestra, porque nos gana el orgullo y, antes de ser solidarios, somos apáticos e indiferentes; no es válido el argumento del contrario porque nos consideramos más sabios o expertos, no podemos ser compasivos ante el dolor ajeno, porque preferimos ser rudos y, en ocasiones, hasta bromas de mal gusto aparecen en la verborrea popular. Nos dejamos llevar por la cultura del vivo en todo, hasta en la fila del bus queremos hacer trampa.

Ese cambio de actitud en las costumbres de la gente, se torna brusco porqué es lo que se observa y se aprende de aquellas figuras públicas que se han erigido como líderes para guiar nuestro destino y, como si fuera poco, la televisión con sus narconovelas nos vuelve proclives a amar a los traquetos y odiar a García Márquez; entre tanto, la radio y la prensa escrita en manos de ellos mismos, han sido ajustadas para que sus periodistas, ya entregados en su ética y dignidad, hagan eco en el colectivo y lo convenza que lo que está ocurriendo está bien, que no hay nada de malo en ello, que la corrupción y los crímenes de estado son el deber ser de la democracia y, que todo aquel que esté en oposición a ello, es el malo de la película.

Nada distinto podríamos esperar cuando se aprende que un presidente como Ernesto Samper, llegó al poder gracias a los dineros del narcotráfico y, muy orondo, desafiando el estamento dijo: “aquí estoy y aquí me quedo” en lugar de haber dado el ejemplo y renunciar.

Acaso el pueblo puede intentar ir por el buen camino, cuando de nuevo un presidente es elegido con el favor de la mano negra del narcoparamilitarismo, llega al poder pretendiendo acabar hasta con el nido de la perra, pasa de agache con sus crímenes y desafía a la justicia, saca pecho y se lustra los zapatos en la puerta de la Fiscalía como quien dice “yo soy el que puedo”.

Qué le espera a una nación cuyo actual presidente y vicepresidente salen de las toldas del anterior, ejerciendo una férrea defensa de los corruptos e ineptos que han nombrado en todos los cargos, solo para cumplir con las cuotas de los acuerdos burocráticos interpartidistas y se hacen los locos ante el clamor del pueblo.

Cómo actuar de manera correcta si el ejemplo recibido es el de un ministro que, encargado de manejar los recursos, está involucrado en actos de corrupción y su respuesta a la crítica es que no le afecta lo que digan.

Cómo pretender que la ciudadanía se comporte de manera civilizada, cuando lo recibido es que alguien importante encargado de investigar los delitos, está involucrado en actos de corrupción hasta las narices, pero desafiante responde con un “me resbala”.

La pregunta entonces no es ¿QUÉ NOS PASA? Sino más bien ¿QUÉ NOS QUEDA? nos queda el anhelo y la esperanza de poder cambiar el rumbo del país; como si pudiéramos volver a nacer y, para volver a nacer, se necesita que el cambio comience desde el liderazgo, que quienes ostentan el poder vuelvan a nacer sin codicia, amargura y odiando su pueblo y nos guíen hacia una nación soberana, grande, próspera en equidad, justicia y oportunidades para todos; que los medios de comunicación vuelvan a nacer libres, sin censuras ni ataduras, que sus plumas, micrófonos y cámaras apunten hacia un horizonte lleno de esperanza y sosiego, sin rencores, poniendo en la balanza todos los puntos de vista y opiniones para que sea la sociedad, la que en su libre albedrío y, de forma espontánea, pueda tomar las decisiones derivadas de los procesos que los mecanismos de participación ciudadana les ofrece.

Que la educación vuelva a nacer para que las nuevas generaciones aprendan nuestra historia y no estén condenados a repetirla. Que la justicia vuelva a nacer y se aparte de colores o pensamientos políticos e imparta el verdadero valor de lo justo a quien corresponda.

Que vuelvan a nacer líderes sociales para que trabajen con más ganas en la defensa de los derechos de los desposeídos.

Que vuelvan a nacer árboles talados, los gallos que mueren en las galleras y los toros que mueren en las corridas, que vuelvan a nacer los ríos que matan con hidroeléctricas, que vuelvan a nacer los que sienten necesidad de suicidarse y los que mueren por balas perdidas.

Es necesario volver a nacer.

 

 

( 1 ) Comentario

  1. Buen artículo.

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Diego Luis Amaya
Ingeniero de Sistemas, no me siento ni a la izquierda ni a la derecha, amo mi país y estoy convencido que el poder de la palabra es mayor que el de las armas.