Ya me gradué, ¿Y ahora qué?

Opina - Economía

2017-08-16

Ya me gradué, ¿Y ahora qué?

-¿Qué sigue después de terminar mi carrera profesional?- me pregunté no hace más de dos semanas cuando estaba próximo a culminar con éxito mi carrera de comunicador social.

Esta pregunta que convoca a centenares de graduados cada semestre debe ponernos en un plano de discusión colectiva, que no solo incluya la auto desesperación del profesional amateur y la preocupación de los padres, sino también la buena voluntad del Estado, porque cada vez más, cada seis meses sin falta, son miles los egresados que salen a engordar las tortas de resultados desfavorables en temas de desempleo juvenil.

Las cifras del Departamento Nacional de Planeación (DNP) no podían ser más desalentadoras. A 2016, el 49,9% de los desempleados en Colombia eran menores de 29 años, es decir de cada dos colombianos que no tienen trabajo, uno es un joven.

Lo más preocupante es que de este porcentaje el 37% tiene algún tipo de educación superior, aspecto que inclina la balanza hacia lo desfavorable y pone en aprietos la ilusión del graduando de afianzarse en un primer puesto de trabajo y así obtener experiencia.

El infortunio de no conseguir empleo parece no tener salida debido a los altos índices de desempleo juvenil, a las exigentes ofertas laborales y a la famosa falta de experiencia que tanto nos achacan.

A juicio propio tendría que poner en tela de juicio decisiones indecentes por parte de los empleadores, porque sumado a las deprimentes cifras del DNP, muchas empresas prefieren contratar egresados que hayan estado matriculados en prestigiosas universidades privadas, apelando al mito de que allí los forman mejor. Incluso terminan excluyendo indirectamente a egresados de excelentes universidades públicas porque sencillamente el perfil solicitado –aunque no esté escrito- lo demanda.

A modo de reflexión quise escribir este apartado que devela lo más podrido del sistema no solo educativo sino laboral. Que sea razón por la cual trabajar con más amor por los proyectos propios. Pareciese que ya nadie guardase la esperanza de esperar con ansias la llamada de un empleador y es por eso que los emprendedores toman cada vez más fuerza.

Y no es para menos, pues con tristeza se reciben ofertas laborales que con tanta insistencia ofertan los empleadores del sector empresarial. Deprimente que dentro del proceso de selección del profesional de cualquier carrera algunas empresas ofrecen un valor de honorarios paupérrimo, indignante, triste, inimaginable. ¿Con qué motivación ejerce unos sus labores? ¿Acaso basta con cumplir unos exigentes requisitos académicos para salir a enfrentarse a esta difícil situación en el plano profesional?

Lo que más indigna es que dentro de las pocas ofertas a las que podemos aspirar las funciones no se reducen solamente a temas propios de la carrera estudiada, sino que el ‘borreguito’ en contienda debe atender casi todos los frentes de la organización: hacer llamadas, redactar boletines, actualizar intranet, presentar informes, hacer estadísticas, administrar redes, monitorear visitas, atender clientes, vender, contestar el teléfono, barrer, limpiar los pisos y brillar los botines del jefe…

Pero las labores no son el único problema. Dichoso yo de obtener tan cuantiosa experiencia. El problema es hacer todo esto por solo 500 mil, 800 mil, 900 mil, e incluso por 1 millón de pesos, por prestación de servicios y con un horario laboral extenso que por lo general va de 7 a 6 de la tarde. Entiendo también el anhelo de muchos de llegar a ocupar un puesto en entidades del Estado donde la cuota de honorarios supera los dos millones de pesos (es quizá de los pocos lugares que valoran en términos económicos nuestra responsabilidad social, profesional y humana).

¿Quién falla cuando alguien accede a trabajar por míseros salarios? ¿Uno como profesional o el Estado que no pone su lupa sobre estos casos en particular? Independiente de quien sea tenemos una tarea y es aprender a darle valor a lo que hacemos. La situación es compleja porque la demanda laboral colapsa ante el número exponencial de graduandos que semestralmente están saliendo de las universidades a acrecentar los niveles de desempleo del país.

Es entonces cuando los famosos ‘plus’ son determinantes. Si usted es un profesional egresado que está en un proceso de selección con 50 colegas más, ¿Cómo se diferencia de ellos? ¿Qué más sabe hacer aparte de leer Tuits, redactar boletines y presentar noticias, para el caso de mi carrera de comunicador?

O incluso, dígame usted ¿De quién es hijo? y yo lo pongo a trabajar hoy mismo, sin exámenes, pruebas de polígrafo, dibujos en cuadritos, ni encuestas de personalidad.

La corrupción que tanto daño nos hace también es protagonista en este apartado ya que en muchas entidades del Estado se obvian los procesos de meritocracia y reparten a dedo cargos públicos, lo que abre la brecha de desigualdad laboral en un País donde el lobby parece serlo todo.

 

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Andrés Duque Gutiérrez