Yo no celebro la corrupción

Opina - Sociedad

2017-02-10

Yo no celebro la corrupción

Han sido unas semanas tétricas para los dos antagonistas de la segunda vuelta presidencial, Oscar Iván Zuluaga y Juan Manuel Santos. Al primero se le destapó lo que hasta ese momento solo era una “duda”: Odebrecht presuntamente fue el encargado de pagar el excedente de los costosos servicios de asesoría política de Duda Mendoça durante su campaña a la presidencia en el 2014. Mientras al Presidente de la República se le puso el panorama color de hormiga cuando Néstor Humberto Martínez (Fiscal General) compulsó copias al CNE para que se investigara si Odebrecht habría pagado sobornos que terminaron en la campaña reeleccionista del Nobel de Paz en el 2014.

Me resulta repugnante y vomitivo el hecho de que los dos candidatos presidenciales que llegaron a las últimas instancias electorales para hacerse con la presidencia sean los acusados de uno de los mayores escándalos de corrupción del país. ¿Qué clase de país es este que hasta los principales enemigos políticos están financiados por la misma cartera? Qué asco, Colombia.
Sin embargo, hay una sola cosa que me repugna más que el mismo hecho, y es la reacción de esta sociedad inerte.

Resulta que, a pesar del posible “regalito” de Odebrecht a la campaña del Centro Democrático, gran parte de los seguidores uribistas escribía sentidos mensajes de apoyo a Zuluaga en redes sociales y exclamaba que esto era otra triquiñuela santista para sacar al uribismo del camino; pero en cuanto se supieron las declaraciones del fiscal Martínez, los mismos que se taparon los ojos frente a la corrupción de su partido, se esgrimían como guardianes de la democracia y con textos farisaicos pedían la renuncia de Santos. ¡HIPÓCRITAS! Defienden a su amigo, pero atacan al enemigo por la misma razón; ilógicos y sesgados, no pueden ver más allá de sus narices.

Pero claro, ahí no acaba la novela, resulta que cuando los anteriores fariseos acusaban –con justa razón- a la marea santista, estos en vez de condenar el hecho, devolvían las acusaciones con ofensas. Claro, que Uribe también es prófugo, que por qué olvidan a Zuluaga, que el Centro Democrático está lleno de fugitivos. Monumental estupidez de ambos lados.

Somos una sociedad tan inepta y manipulable que, en lugar de unirnos para reclamarle a esas dos joyitas por los sobornos que presuntamente recibieron de Odebrecht, nos peleamos entre nosotros para definir cuál escándalo es mayor.

Somos tan estúpidos que en lugar de enfurecernos porque nos roben, nos alegramos de que nuestro enemigo haya robado (así al menos justificamos que sea nuestro enemigo). Entre unos y otros celebramos la corrupción en vez de enfurecernos.

Nos manipulan, nos dividen, nos enfrentan para ellos salir bien librados; nos hacen creer que nuestros enemigos están en el pueblo mientras ellos se burlan de nuestra candidez.

¿Hasta cuándo seremos los peones de este tablero? ¿Hasta cuándo dejaremos nuestras pasiones a un lado y abriremos los ojos? ¿Hasta cuándo seremos la puta de los políticos? ¿Hasta cuándo nos robarán sin que alcemos la voz? ¿Cuánto hay que esperar para que dejemos de validarle la perversidad a esos salteadores?

Hoy en Colombia pareciera que todos los bandos políticos hubieran sido adoctrinados con aquella famosa frase que reza: “Para mis amigos, todo; para mis enemigos, todo el peso de la ley”.

 

Reynell Badillo Sarmiento
Internacionalista de la Universidad del Norte.