Columnista:
Carlos Tovar R.
La historia humana es un viaje estelar, su nave es un planeta llamado Tierra.
Empiezo este análisis hablando de viajes porque los viajes son una de las aristas más trascendentales que tiene la vida desde el ángulo agustiniano. Esta corriente filosófica esboza que El mundo es un libro y quienes no viajan leen solo una página.
Muchos viajes cambiaron el curso de la historia humana; algunos de ellos aunque sean imaginarios, permearon en las costumbres de la humanidad, como es el caso de los argonautas, quienes en su viaje generan interesantes aportes a la modernidad, por ejemplo, cuando los argonautas llegan a la costa Ibérica, traspasan en la riviera del Mediterráneo a nueve barcas. Una de ellas atracó dispersada por la tormenta en lo que hoy conocemos como Barcelona o Barca nona = La novena barca. Así mismo, viajes más plausibles influenciaron al mundo, como el que hiciera Amílcar Barca, un general Cartaginés que conquistaría la ciudad y por su apellido se llamaría Barcelona.
Lo difícil de escribir un libro como este, es que no es preciso su comienzo, la verdad, nadie conoce el comienzo de este libro, porque habla de la historia humana, cosa, que nadie sabe cómo empezó. Así mismo, nadie sabe cómo termina, pues no sabemos cómo empezó la vida ni qué pasa luego de esta. Es decir, el hombre no conoce ni su principio ni su final, la vida humana es pues, un libro al que le faltan el primer y el último capítulo; solo tenemos el nudo sin inicio ni desenlace.
Y nadie lo sabe porque los recuerdos de la prehistoria son meras suposiciones ulteriores. Contrario a los recuerdos históricos, los prehistóricos no se reproducen a partir del momento en que quedan impresos, así que no son recuerdos conscientes, pues son evocados mucho tiempo después de que ocurrieran, por lo cual, aparecen deformados y puestos al servicio de tendencias ulteriores, de manera que no resultan diferenciables de la fantasía. ¿Cómo puede alguien que nunca conoció a Adán, llamarlo el primer hombre?
Sigmund Freud (1910) sustenta en su obra Un recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci, la siguiente explicación de la historia:
Como mejor podemos explicarnos su naturaleza es pensando en el nacimiento de la crónica histórica en los pueblos antiguos. Mientras el pueblo fue pequeño y débil no pensó en escribir su historia y se consagró a labrar su suelo, a defender su existencia contra sus vecinos, a ampliar sus dominios y a enriquecerse. Fue ésta una época heroica y sin historia. Pero a ella sucedió otra en la que el pueblo adquirió ya consciencia de sí mismo, se sintió rico y poderoso y experimentó la necesidad de averiguar de dónde procedía y cómo había llegado a su estado actual. La Historia, que había comenzado por anotar simplemente los sucesos de la actualidad, dirigió entonces su mirada hacia el pasado, reunió tradiciones y leyendas, interpretó las supervivencias del pretérito en los usos y costumbres y creó así una historia del pasado prehistórico. Pero esta prehistoria habla de constituir, sin remedio, más bien una expresión de las opiniones y deseos contemporáneos que una imagen del pasado, pues gran parte de éste había caído en el olvido, otra se conservaba deformada, muchas supervivencias se interpretaban equivocadamente bajo la influencia de las circunstancias del momento y sobre todo no se escribía la historia por motivos de ilustración objetiva, sino con el propósito de actuar sobre los contemporáneos. El recuerdo consciente que los hombres conservan de los sucesos de su madurez puede compararse a esta redacción de la Historia, y sus recuerdos infantiles corresponden, tanto por su origen como por su autenticidad, a la historia de la época primitiva de un pueblo, historia muy posterior a los hechos y tendenciosamente rectificada.
Viajes como los de Hércules, los de Marco Polo, los de Jesús por toda Galilea, los de Krishna por toda la India, los de Buda por Nepal, los de Crisóforo Colombo, el viaje de Laika al cosmos, el viaje de Darwin a la isla Galápagos, la travesía de Alejandro Magno hasta Oriente, la visita de Alexandra David-Néel a Lhasa, el viaje del Apolo 11, la diáspora, las cruzadas, el momento en que Ronald Amundsen llega hasta la Antártida, el viaje de los primeros humanos atravesando los continentes desde África, el de Forrest Gump por todo EE. UU. y la historia moderna, etc., fueron viajes que definitivamente cambiaron al hombre en su visión del universo, aunque algunos no fueran reales. Freud suponía un carácter importante al análisis del material de leyendas, tradiciones e interpretaciones de la prehistoria de un pueblo. Así lo percibía:
A pesar de sus deformaciones y sus errores, entraña dicho material la realidad del pasado y constituye aquello que el pueblo ha formado sobre la base de los acontecimientos de su época primitiva y bajo la influencia de motivos poderosos por entonces y muy importantes aún en la actualidad, y si pudiéramos deshacer, por el conocimiento de todas las fuerzas actuales, tales deformaciones, podríamos descubrir detrás del material legendario la verdad histórica. Igualmente, sucede con los recuerdos infantiles o fantasías del individuo. No es indiferente lo que un hombre cree recordar de su niñez, pues detrás de los restos de recuerdos incomprensibles para el mismo sujeto se ocultan siempre preciosos testimonios de los rasgos más importantes de su desarrollo anímico. Freud, 1910.
Ilustración cortesía de La Soga.