Álvaro Uribe: terrorista virtual

Opina - Medios

2017-07-16

Álvaro Uribe: terrorista virtual

Las redes sociales cumplen una labor fundamental en una sociedad moderna, ya que permiten a los ciudadanos -además de ver videos tontos y distraer la mente- hacer control político y reclamar a sus dirigentes sobre las situaciones problemáticas que de otra forma pasarían inadvertidas.

Son además una herramienta para que los dirigentes mantengan contacto permanente con la ciudadanía, y para llevar debates de interés social a la escena pública, donde todos los que estamos en la red podamos desde casa participar de las discusiones y manifestar nuestras posturas. Es así como las redes al ser bien utilizadas son un elemento clave en una sociedad democrática contemporánea, que se nutre con la disputa argumentada de ideas y la participación de los habitantes de un estado.

Sin embargo, así como son una pieza fundante y constructiva, para algunos las redes más que una herramienta son un arma, capaz de hacer el mayor de los daños, de crear pánico, de «emberracar» a las masas con mentiras más peligrosas que bombas, y de amenazar el buen nombre y la honra de otros sin mayor argumento que su incapacidad evidente de debatir reducida a insultos de 140 caracteres.

Este es el caso del senador y ex presidente de Colombia: Álvaro Uribe Vélez, pacifista, conciliador y estadista, gran colombiano y maestro nivel legendario del Tweet honoris causa de la Universidad Rey Juan Carlos Vélez, quien con su actuar adolescente en las redes deja en entredicho el título de Honorable que se supone tiene un Senador de la República, del que algunos hacen gala y otros como él, mancillan con su cuestionado proceder.

Para el senador Uribe se volvió costumbre agredir a sus contradictores a través de su Twitter, espacio desde el cual, como en su carrera política, masacra con total impunidad a ciudadanos y periodistas, a los que calumnia y señala acusándolos de delitos infundados sin la menor de las vergüenzas, con la complacencia y el respaldo de las supuestas autoridades del Estado, que sin dudarlo controlan la actividad de otros senadores a los que amedrentan con denuncias temerarias, pero que cuando se trata del senador Uribe, guardan un repudiable y cómplice silencio.

El último atentado terrorista virtual desatado por el senador Uribe fue contra el periodista Daniel Samper Ospina, a quien el caudillo acusó de «violador de niños» a través de un tweet, acto más que reprochable de un sujeto que ostenta la dignidad de ex presidente, y que como senador juró defender la Constitución y la Ley. Y es que una cosa es que el congresista no esté de acuerdo con la forma en que Samper Ospina expresa sus opiniones, o que le moleste la columna donde caricaturiza a la hija de la senadora Paloma Valencia, y otra cosa bien distinta es acusar públicamente de «violador» al periodista sin ninguna prueba.

Tal parece que el prócer de la patria olvidó que en el 2016 luego de sus reiterados ataques y calumnias contra el periodista Daniel Coronell, la Corte Suprema de Justicia le hizo saber al legislador que «El lenguaje agresivo es una manifestación de violencia. Y usado por un líder político en cualquiera de las redes sociales puede llegar a ser identificado por alguno de sus seguidores como una invitación, o por lo menos como una autorización velada al uso de la violencia física contra el destinatario del trino o del discurso descalificador«. O tal vez, es que este todo poderoso se siente superior a la ley y la constitución del país, que se pasa por la faja cada vez que tiene oportunidad como lo hizo durante su gobierno y aún después de este.

Este terrorista de las redes con la ayuda de su sequito mafioso de «tweeteros», no escatima esfuerzos a la hora de lanzar embestidas desmedidas, injuriosos y bárbaras contra cualquiera que se atreva a cuestionarlo.

Parece que hace falta valeriana en la casa de los Uribe, pues el razonamiento que debe anteceder el actuar desenfrenado y ligero de este señor, hace mucho que se ausentó. Así que crucemos los dedos esperando que el arma caprichosa de Uribe no nos apunte y nos haga víctimas de sus infamias, hasta tanto seamos capaces de entablar diálogos con el «Patrón» del Twitter en un proceso de Paz y reconciliación donde por fin se desarme.

La mesa de negociación se puede establecer en Medellín, donde se adelantaría el proceso con la ayuda del alcalde Fico Gutiérrez y Popeye, youtubers certificados con la más alta experiencia, y los garantes serían Donald Trump y Nicolás Maduro maestros del desprestigio de periodistas. Las condiciones están dadas, Uribe, tu familia te espera.

 

Adenda: El Fiscal General Néstor Humberto Martínez denunció al senador Jorge Enrique Robledo ante la corte suprema de justicia (misma corte que lo eligió como fiscal) por los señalamientos que el senador le hizo en medio del escándalo de Odebrecht, esto debido al conflicto de intereses que tiene el fiscal, quien a través de su firma de abogados asesoraba a la empresa que otorgó millonarios sobornos en Colombia y más de 10 países en América Latina. Las acusaciones respaldadas con pruebas llevaron a que el fiscal tuviera que declararse impedido en la investigación de la ex ministra Gina Parody relacionada con el escándalo, demostrando así, que el senador Robledo tenía razón en sus acusaciones.

Esperamos que esa misma energía que puso el fiscal a la hora de vulnerar sin pudor la inviolabilidad constitucional de las opiniones de los parlamentarios, lo lleve a actuar con rapidez en el caso del senador Uribe, quien con sus difamaciones seniles desbordó totalmente el ejercicio de la libre expresión injuriando (Falsa imputación de un delito) y calumniando (afectar el honor de una persona) al periodista Daniel Samper, vulnerando su libertad de prensa y poniendo en riesgo su integridad. El violador aquí es el expresidente, pero no de niños, sino de derechos y libertades.

 

Alex Florez Hernandez
Concejal de Medellín por el movimiento Independientes (2020-2023). Exrepresentante de los Estudiantes de Colombia ante el Consejo Nacional de Educación Superior CESU. Empeliculado con la Paz, comprometido con la política, apasionado por el Derecho y fiel creyente de la educación como motor de transformación.