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Él, peruano. Ella, salvadoreña. Los 60. El mundo convulsionando política y socialmente. Primero, fugazmente, Roma; después, y para siempre, París.

Narra - Cultura

2021-04-01

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Columnista:

Nicolás Contreras

 

La amigdalitis de Tarzán es una novela de amor escrita por el limeño Alfredo Bryce Echenique. La narra, casi en primera persona, un cantautor, limeño también, llamado Juan Manuel Carpio. Digo «casi» porque la narra, también en primera persona —para no alejarnos tanto— y epistolarmente, una traductora, Fernanda María de la Trinidad del Monte Montes; es decir, los dos enamorados. Ella, accediendo a la verdad de su sentir, le escribía, le escribe, pongamos también le escribirá cartas comunes, de esas que informan y poco más, aunque llenas de palabras bondadosas e ilusionadas a Juan Manuel Carpio que, haciendo uso literario de ellas por ser demasiadas, las incrusta en la narración abarcando —más o menos— casi el setenta por ciento de las 319 páginas de la novela.

Cada carta pueda ser una ilustración para cualquier ser humano que alguna vez haya amado porque en ellas, Echeniche deja que el lector abra el cajón de los recuerdos y las ilusiones existentes en el momento de amar.

Él, peruano. Ella, salvadoreña. Los 60. El mundo convulsionando política y socialmente. Primero, fugazmente, Roma; después, y para siempre, París.
Una joven salvadoreña que ha podido acceder a la educación suiza, recién graduada en idiomas, pasea por Roma, un 12 de febrero en 1967, al atravesar una plaza resulta profundamente conmocionada por las estrofas y los acordes que surgen como lava ardiente de un joven desconocido. El mismo año, el 23 de diciembre y ya en París, en una fiesta navideña ofrecida por su embajada, es abordada por el mismo joven, que también se había quedado absorto ese 12 de febrero en Roma cuando cruzaron miradas, que la recordaba, obviamente, con su cabello rojo y su grácil delgadez. Fue la primera vez que hablaron, cosa que no dejaron de hacer hasta el fin de sus días —supongo— ya que el final de la novela no se acerca nunca al final de su relación. ¡Ni pensarlo!

La narración transcurre en medio del huracán político sudamericano desencadenado en la segunda mitad del siglo XX. No obstante, el contexto histórico es más bien un recurso en cierta medida desusado; podríamos decir que es apenas un artilugio de que se vale el narrador para poner en sintonía las fechas de las cartas remitidas, en su gran mayoría por Tarzán (ella) a Juan Manuel Carpio mi amor, mi adorado, mi querido, mi amigo, mi socio, siempre tuya, Fernanda.

Y la exploración del amor en diversas formas, cada una de ellas lograda con genialidad y practicidad por Echenique, es como un espejo en el que el lector constantemente se refleja:

Puede ser una forma del amor la simple remembranza de un nombre: Lucía. El primer amor y mujer de J. M. C. Nombre que fue, durante explorativos y decadentes años el protagonista en cada canción suya, evocado desde el cielo de París y desde la soledad del inmigrante.

Puede ser una forma del amor —propio— la libertad y el desparpajo de huir cada vez que algo sale mal en la corriente de la vida, para salvaguardar el cuerpo y la mente. Buscar algo que no se ha perdido; caso este de Tarzán.

Puede ser una forma del amor la condescendencia, ligada al egoísmo perse, que sentía Fernanda María por Rodrigo, el padre de sus hijos, a quien conoció después de amar a Juan Manuel Carpio, con quien seguiría el curso de su vida, formaría una familia y se estabilizaría, aunque Rodrigo fuera un borracho y los dos supieran que su relación únicamente se mantenía en pie a razón de sus hijos hasta que él marchara definitivamente a Chile, su patria.
Puede ser una forma del amor el dejar de lado las más anhelantes aspiraciones de la juventud, también el amor verdadero, la concreción del éxito, por ser madre. Entregar la vida en su redondez a sus hijos y las consecuencias de ello pudo ser la causa principal de la imposibilidad de reunirse de una vez por todas y para siempre con J. M. C.

Puede ser una forma del amor atesorar en la memoria y con convicción, la ilusión infinita que produce aquella expectativa brillante por el ser que uno desea. Comprehenderse separados. El recuerdo del amor pasional y caleidoscópico. El tener en la memoria siempre un lugar especial para ese ser, como Jorge Rojas compuso: «Tras larga ausencia/ por cada ola te envío/ el latir de mi corazón/ siempre buscándote».
Estimated time of arrival es el argumento de la historia.

Llegar cuando sea debido a la vida del otro. Practicar la libertad de amar sin pretender, sin poseer, sin restar de uno actitudes ni ideas a causa de las actitudes e ideas que pueda tener el otro; desligar al amor de la idea «juntos para siempre», aunque siempre haya sido un des-estimated, y esa libertad sucinta y abdicada ya después de tanto tiempo, haya sido para ellos una ausencia resignada, como un reflejo de su orgullo, también de la conformidad, y la falta de voluntad en la lucha por amar la carne más que a un nombre, aún así, según las cartas de ella, en su mente prevalezca aquel nombre durante muchos minutos del día.

Entonces, pueda ser esta otra forma del amor: No luchar por él porque ya se ha encontrado; saber que se ha encontrado y ponerle un sello de propiedad y que, como dicen los versos de Zurita: «Y después digan quién podrá apagar este amor/ No lo apagarán, ni lo ahogarán/ océanos y ríos».
El amor nos tiene, no nosotros a él.

 

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Nicolás Contreras
Periodista egresado del Politécnico Grancolombiano. He publicado ficción en revistas de Colombia y España. También he trabajado en un medio audiovisual en la producción de programa político. Actualmente incursiono en el mundo del CopyWriting.