‘Chole’, así le digo de cariño a mi vieja conocida la soledad. Y es que la Chole es linda, es de las que llega sin avisar y se instala, sin permiso, por un par de días, meses y un tanto más. No paga arriendo, no se deja alimentar.
Chole es sexy, su look es natural, rara vez se maquilla y casi nunca sonríe, sabe que su risa es, literalmente hablando, mortal. A veces me le quedo mirando esperando de ella una respuesta, un, al menos, ¿Qué me ves idiota? pero no, ella sigue como si nada, se peina, me mira de reojo, se burla, me enamora.
Hay días en que prefiere irse, es tímida o parece, creo que se hace. Crecimos juntos, ¿les conté? yo me desarrolle primero, ella llegó después. No se presentó, no hubo necesidad, desde el vientre de mamá la vi venir, solo que las tías, los primos, los amigos y la rutina la alejaron de mi.
Conforme crecí, ya soy un tipo de años (41 para ser exactos), fue creciendo y tomando confianza. Ya no me trata de “usted” o “señor”, no, ya me mira a los ojos y me tutea con desparpajo, me abraza y a veces se queja conmigo, luego prendemos la televisión, acariciamos al perro (porque la mi Chole es alérgica a los gatos) y nos entregamos a ese abrazo que tanto nos gusta, somos uno, me dice al oído mientras miro por la ventana. Lo somos, sí señora.
Es curioso como cada vez es más sencillo sentir como cada uno lleva consigo a su soledad. Lo ves seguido, en todos lados. No te lo dicta una cara larga, una lágrima rebelde o un estado de Facebook. La ves posicionada entre los adultos contemporáneos como lo está la fibra o la leche sin lactosa, viejo, es como si fuera parte de nuestro diario vivir y, aunque tengas hijos, marido/esposa, perros y gatos ella ya no le teme a ninguno, no, ella ya sabe cómo sos vos y qué necesitás, por eso se queda, fina, dulce, natural, a tu lado para sostener tus ideas, para crear algunas recetas, escoger un libro o cambiar de almohadas…eso es ella.
Los días se van yendo como lo hacen normalmente, en los árboles no se dan las mismas hojas cada vez y la lluvia viene con menos frecuencia pero con más fuerza. Es el tiempo, su mejor amigo, quien le alienta a no abandonarte.
¿Qué podemos hacer? No conviene ignorarla, Chole es digna, orgullosa y vengativa. Podrá irse unos días, luego llegará con más equipaje. Lo sé. Conviene aceptarla pero sin hacerla sentir cómoda, tratar de conversar con ella sin pedirle explicaciones (igual no te las dará) y, aunque cueste, permitirle ser, como le gusta, parte de tu ser. De eso vive.
“Ay no pero qué pereza”, dirás, y si, a veces es monótona y aburrida. Chole es una mujer seca, sin aspiraciones ni motivación. Chole necesita diversión. Por eso lo mejor es juntarla con las de su tipo. Hagamos una reunión, vamos al cine, veamos caras, caminemos. No le permitamos llegar a quedarse, presentémosle otras. Entre ellas se entienden, se acompañan y se entretienen para que, con eso, en tu cara haya espacio para una sonrisa, una corta, pero sincera.
¿Ves?, ahora que me lees no lo haces con tu soledad, no, estás conmigo y ella con mi Chole. Funciona.
No vayas a las redes sociales, no, allá no hay con quien juntarse, excepto, tal vez, en Tinder, pero esas ya son soledades nivel profesional, esas le dan la vuelta al mundo y, antes de poder pedir ayuda, estarás sumergido entre las sombras. Chole me invitó abrir Tinder una vez, conocí gente y aprendí, aún guardo un par de contactos muy valiosos con los que Chole compartió y yo también, pero no, no es respuesta. Ella supo, como lo supe yo, que estamos muy viejos para eso y muy jóvenes para no intentarlo de otra manera, digamos, más adecuada y convencional.
La suma de la soledad se hace en números redondos, similares y siempre positivos. Uno no se junta con otra persona para no estar solo, al contrario, lo hace para sumar soledades de tal manera que, al final, no sean dos sino una sola la Chole, confianzuda, atrevida pero siempre, mientras tengas a quien darle los buenos días, incómoda y celosa.
Anímate a sumar tu soledad mientras tanto, ya entretuviste a la mía y por eso, gracias.