Sin memoria, carácter ni coherencia

Los elementos que hacen evidentes las injusticias que se cometen a diario en el país están a plena vista de todos, aunque pareciera que, en cierta medida, cada uno se hiciera el de la vista gorda.

Opina - Sociedad

2020-06-02

Sin memoria, carácter ni coherencia

Columnista:

Nicolás Tamayo Escalante

 

Tras una semana de protestas en más de 140 ciudades de Estados Unidos por el asesinato de George Floyd a manos de un oficial de la Policía de Minneapolis, la ira, el descontento y el inconformismo social se han apoderado de las calles y han levantado toda clase de opiniones afuera de ese país, puntualmente en Colombia, políticos y celebridades se han manifestado a través de redes sociales apoyando las protestas que se llevan a cabo en EE. UU. 

“Esas son protestas con justa causa”, “así es que se deben hacer las manifestaciones”, estas, entre muchas otras frases de cajón, han salido a relucir en redes sociales de personajes influyentes, pero, el problema aquí yace en que, hace tan solo unos meses, cuando las calles de nuestro país se encontraban repletas de manifestantes exigiendo que se respetaran los derechos de diversos sectores de la población o que se hiciera justicia por alguno de los casos de injusticias que se han cometido, estos mismos personajes exigían que cesaran las protestas, que no se vandalizaran las calles o que se reprimiera a los manifestantes con la fuerza.

Y es que Colombia tiene injusticias de sobra por las cuales manifestarse; comenzando con los 114 líderes sociales asesinados en el país en lo que va de 2020 (dato de Pacifista) o los 70 feminicidios perpetuados en el mismo transcurso de tiempo, o incluso, la corrupción que se ha convertido en paisaje, y que en tiempos de cuarentena se ha visto reflejada en, por ejemplo, los 80 mil millones de pesos que habían sido donados como ayudas humanitarias para la crisis consecuente de la pandemia, que fueron desviados, según denunció el contralor general de la República, Carlos Felipe Córdoba. Esos casos representan una ínfima parte de la crisis eterna que atraviesa el país, a medida que la lista se alarga, el panorama se vuelve peor, la desesperanza crece y la falta de carácter del pueblo se hace evidente. 

Pero las incoherencias no se quedan exclusivamente en las redes sociales. Los medios masivos del país han ejercido un papel importante de omisión y tergiversación de la información, mientras que se refieren a las protestas en Estados Unidos como tal y se les da un cubrimiento completo, a las protestas en Colombia se referían como actos vandálicos, aun cuando es evidente que las protestas colombianas no son ni la mitad de lo que son las americanas en términos de violencia, vandalismo o incluso magnitud. Es un hecho que los medios masivos rinden cuentas a los órganos políticos o a las personalidades con poder en el país, sin embargo, llega un punto en el que la parcialización es tan descarada que se convierte en lambonería, y es que aparentemente eso es todo lo que tienen para ofrecer los grandes medios en estos tiempos de inflexión para el país. 

Pero entonces, ¿qué es lo que diferencia la protesta colombiana de la estadounidense?, ¿qué hace menos válidas las manifestaciones en Colombia?, ¿por qué la hipocresía se apodera de las personalidades influyentes, que como su nombre lo dice, deberían influir de manera positiva para generar un cambio, pero en tiempos de protesta se ponen en contra del pueblo? La lista de preguntas que surgen como causa de esta situación se extiende a decenas, pero la respuesta a todas estas es más sencilla, más concreta y se puede aislar a dos conceptos, la falta de memoria histórica y dolor de patria. 

Si cada persona se apropiara de los cientos de asesinatos que se cometen día a día, de la desigualdad social que para algunos no existe porque no la tienen que vivir en carne propia, de la violencia, los desplazamientos forzosos, masacres, censura que se efectúa diariamente en el país, o si la memoria no le fallara a las personas para identificar qué personajes de la vida política son los que patrocinan, y encima se lucran con el desangramiento del país. Mientras que redacto este párrafo me pregunto, ¿será que la causa número uno difiere de esos dos elementos expuestos hace un momento y realmente recae en que los colombianos le tienen miedo a sus mandatarios? ¿O tal vez se idolatra con tanta fe a los protagonistas de los extremos políticos del país que se pierde el objetivo principal de las manifestaciones? 

Los elementos que hacen evidentes las injusticias que se cometen a diario en el país están a plena vista de todos, aunque pareciera que, en cierta medida, cada uno se hiciera el de la vista gorda, o más grave aún, que el típico refrán “no hay peor ciego que el que no quiere ver” se hubiera convertido en el mantra estandarte del colombiano. De hecho, el mejor ejemplo de esta ceguera atemporal, no está en otro lugar que en nuestros bolsillos; en el ‘antiguo’ billete de mil pesos, ese que se deshacía rápidamente y que todo el mundo empezó a despreciar con la llegada de la moneda de igual denominación, estaba impresa una frase de la autoría de uno de los personajes políticos más representativos de la historia de Colombia, Jorge Eliécer Gaitán, quien allá en los años 40 dijo “el pueblo es superior a sus dirigentes”, sin embargo, alrededor de 80 años después, parece ser que esa frase fue sepultada junto al caudillo, y el pueblo al que se dirigía, se quedó sin memoria, carácter y coherencia.

 

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Nicolás Tamayo Escalante
Estudiante de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad Pontificia Bolivariana. Creo en un periodismo crítico que exponga la verdad sin tapujos ni limitaciones.