Si el problema es de ideologías, entonces renunciemos a la fe

Opina - Sociedad

2016-08-14

Si el problema es de ideologías, entonces renunciemos a la fe

Absurdo y desconcertante me pareció ver esta semana al Arzobispo de Bogotá y Primado de Colombia, cardenal Rubén Salazar Gómez, pidiéndole a este pueblo tan creyente que no creyera -lo dijo así, llanamente- en  ideologías.

Me acordé entonces de ese cuento según el cual, algunas serpientes, pueden terminar en el suicidio (ya sea por traición de su propio instinto o por ver  en todo lo que se arrastre a un potencial enemigo) después de morderse su propia cola.

Extraño sería, pensé, ver a un empresario o a un comerciante que no crean en el capitalismo y en las bondades de la riqueza o, más extraño aún, ver a una asociación de estilistas predicando pestes contra la belleza o a un político de turno invitando a desconfiar de todo lo que suene a política y  poder.

Pero ahí estaba el cardenal, impávido, como suelen hablar los ministros, invitando a marchar al rebaño para oponerse a una tal ideología de género que, según  la misma Iglesia Católica, buena parte de las iglesias cristianas, algunos sectores políticos, el señor procurador y varios miles de padres de familia, andaba pregonando el Ministerio de Educación  colombiano y su ministra gay.

“No crean en ideologías”, le escuché repetir ya en la marcha a varios pastores evangélicos y de ahí también se pegaron los políticos oportunistas de turno. ¿Que no creamos en ideologías? Pensé.  Pero, acaso ¿esto de hacer la política, esto de seguir la religión y profesar la fe, no es un asunto eminentemente de ideologías?

La ideología puede ser el estudio de un conjunto de ideas pero, ante todo, son esas mismas ideas que caracterizan, definen y  configuran un modo de vida, un movimiento político o una religión. A la ideología de la Iglesia Católica se le conoce como Doctrina de la Iglesia, y más allá de la defensa de la fe  (eso de creer en lo que no vemos), gracias a esa doctrina, en buena medida,  existe la Iglesia como institución de poder, gran pastor de las almas.

En sus concilios vaticanos, los purpurados de la Iglesia se inventan (por revelación divina) la ideología. Eso de la asunción de María a los cielos en cuerpo y alma y su inmaculada concepción, aquello de la ascensión de Cristo, esto otro del sexo de los ángeles y de la santidad de los santos. ¡Dios! ¡Cuánta ideología! Ha dado, al menos,  para 2000 años de cristianismo católico, apostólico y romano.

El caso es que monseñor  Salazar nos manda a no creer en ideologías. Y entonces se dirá que es que el bueno de monseñor  se refería  a la ideología de género. Pero si eso es así, entonces debemos recordarle a monseñor, y a nuestros clérigos, y a nuestros pastores, y a nuestro procuradores y a nuestros padres y madres, que a diferencia de lo que pasa en la fe y en la política, la identidad y la orientación sexual de los hombres y las mujeres  no son ni pueden ser asuntos de ideología, de en qué creer o no creer. En materia de sexualidad  no hay concilios iluminados por Dios, ni convenciones de partido. No puede ser, aunque así haya sido por mucho tiempo, un asunto en que grandes mayorías deciden por las cada vez más visibles minorías.

El comportamiento sexual de los seres humanos, su forma de amar, su identidad y orientación sexual  están determinados por asuntos genéticos, biológicos, comportamentales y culturales, producto de la maravillosa evolución de nuestra especie.  Reducir la  sexualidad del ser humano  a ideología de género es acudir a la falacia argumentativa para deducir conclusiones erróneas, de esferas del ser completamente distintas.

Pero si de lo que se trata es de no creer en ideologías, porque ellas alienan, corrompen y destruyen la familia nuclear, entonces, monseñor Salazar, tendríamos que olvidarnos de toda fe y terminar  cerrando las  iglesias con sus catedrales, sus capillas y sus templos.

Imagen cortesía de: forosdelavirgen.org

Imagen cortesía de: forosdelavirgen.org

Yo pasé de ser acólito de oficio diario a católico de misa dominical, y después me fui al mundo del cristiano no practicante,  del creedor incrédulo  que ya en nada cree. Hoy, entro más a los templos católicos  a contemplar su arquitectura y sus obras de arte (¡Inmensas!) que a conversar con Cristo, de cuya existencia definitiva dudo permanentemente; sin embargo,  defiendo esa ideología que predican las iglesias y que le sirvió a mis ancestros para morir con  el alma más tranquila.

Defiendo las ideologías que construyen los partidos y configuran la estructura del  Estado moderno, pero si quienes precisamente orientan las ideologías  quieren meter en ese mismo saco el comportamiento sexual de los seres humanos, para promover discriminación y discordia,  entonces no nos queda otro camino que denunciar y resistir, las dos armar con que se han librado y ganado todas las batallas por los Derechos Humanos. Tranquilos, esa revolución también la harán las juventudes.

Monseñor, disciernan sobre este asunto, retornen al amor al prójimo (de eso se trataba, ¿no?) y sean promotores de reconciliación y esperanza. Los adultos medio oyen, tragan y obedecen, pero las nuevas generaciones, desencantadas por tantos desamores, seguirán  huyendo del rebaño de la Iglesia y he escuchado ya a muchos jóvenes que,  incluso, piden apostasía y ser expulsados  para siempre de los templos de Dios.

Actúen mientras quede tiempo. Quien se dedica a sembrar división y odio, y de eso sabe bien la Iglesia desde los días del Papa Clemente y la corte de la cantarela y de los Reyes Malditos  de Francia, termina ahogándose en su propio veneno.

 

Publicada el: 14 Ago de 2016

( 1 ) Comentario

  1. Hola, muy buen artículo. en algún momento tuve la oportunidad de leer algo escrito por usted, en esta misma pagina. en aquel artículo dijo algo -no lo recuerdo textualmente- relacionado con la religión y decía: «como era posible que a un dios supremo, lo represente en la tierra personas tan malas». por aquellos días estaba aparentando creer en algo que no creía por complacer a mi familia y esa frase simplemente, me hizo reflexionar de quien era y lo que hacía. saludos, espero seguir leyendo textos igual de interesantes.

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Julio César Orozco
Periodista sin oficio, abogado sin causa, filósofo por vocación, fotógrafo por afición, maestro en formación.