Se necesita un alcalde

En Bogotá todos los días hay robos, hurtos simples, calificados, homicidios, vendettas, riñas, y, ahora, hasta descuartizamientos. 

Opina - Política

2019-09-14

Se necesita un alcalde

Autor:Mauricio Galindo Santofimio

 

A poco más de un mes para que se elijan alcaldes, gobernadores, diputados, concejales y ediles en todo el país, las campañas en Bogotá, la capital de la República, la que tiene el segundo puesto más relevante de la nación, poseen una característica fundamental: la oposición o el respaldo a Peñalosa o a Petro.

La ciudadanía, por lo que se lee en las redes, lo que se escucha en la calle o lo que se ve en los diferentes sitios de debate en torno a esa tema, nota que las deliberaciones de los candidatos se centran en una defensa airada, o un ataque, de la políticas del alcalde o del exalcalde, y los aspirantes al primer cargo de la ciudad ya tienen un rótulo que los identifica: peñalosistas y petrista. 

Pero lo que la gente espera no es que se siga defendiendo a uno o a otro. Lo que deben importar son las problemáticas que tiene la ciudad y el cómo se van a solucionar.

Los candidatos se han enfrascado en la discusión sobre el metro, sin duda, muy importante para ver si se arregla la caótica movilidad capitalina, pero ese medio de transporte, como van las cosas, ni se va a construir ni es el principal lío de Bogotá. Ojalá se haga, pero si es así, que sea con todos los estudios y todas las garantías para el ciudadano, y sin ningún manto de duda frente a sus contrataciones o ejecuciones. 

Entonces, mientras se despeja el panorama alrededor del transporte público, indigno y deficiente, valga decirlo, y que hay que mejorar ostensiblemente sí o sí, es clave también que se diga cómo se va a hacer frente a la mayor pesadilla que vive hoy la ciudad, que es su inseguridad, y que, al parecer, no pudo ser mejorada de ninguna forma, ni por esta administración ni por ninguna. 

La capital siempre ha sido insegura, peligrosa, pero los hechos cotidianos que se están viviendo en ella dan pie para decir que, en ese aspecto, vive uno de sus peores momentos. Lo que los medios registran cada día es para sacar corriendo a cualquier persona. Todos los días hay robos, hurtos simples, calificados, homicidios, vendettas, riñas, y, ahora, hasta descuartizamientos. 

El miedo de andar por las calles es inocultable. No se puede sacar el celular con tranquilidad, no se puede montar en bicicleta sin que haya temor de ser atracado o hasta asesinado por robar ese medio de transporte. Relojes, cadenas, manillas, chaquetas o cualquier cosa que sea llamativa, son objetos que se vuelven peligrosos porque los maleantes los tienen en sus miras. 

No se salva nadie. Niños, ancianos, mujeres y hombres de todas las clases sociales están expuestos a ser víctimas de los ladrones y de los asesinos. Así no hay ciudad que sea vivible ni agradable. 

Pero eso por un lado, porque por el otro, se ve el desorden, la suciedad, la incultura ciudadana de motociclistas, ciclistas y conductores de todo tipo, particulares y públicos, que no respetan normas ni peatones que, como paradoja, tampoco respetan ni sus vidas porque cruzan las avenidas mirando hacia arriba el puente peatonal o son atracados si miran hacia abajo desde él. 

A la ciudad no la quiere nadie. Se bota basura a la calle, se incumplen las normas, se roba el pasaje de TransMilenio —que si bien es una desgracia de transporte, es lo que se tiene y hay que mejorarlo—, se les hace conejo a las personas con discapacidades, en fin, se hace con ella lo que se da la gana.

Y entretanto, los candidatos a la alcaldía mirando a ver cómo ganan el puestico a punta de comerciales, publicidades multimillonarias, gritos a la loca y denuncias por doquier. ¿Y las soluciones? ¿Dónde están las soluciones concretas y reales a los líos? ¿Por qué no dejan de hacer campaña con los pobres, a los que nunca más visitarán, y más bien se ponen a pensar cómo los ayudarán de verdad?

Es que la ciudad no se arregla, no se vuelve atractiva ni bonita, ni limpia ni segura, ni es amigable y ofrece oportunidades para todos, con plata gastada en publicidad, ni con tres o cuatro canecas de basura costosas en cada calle. No, ella mejora con voluntad, con ganas, de los que la gobiernan y de todos, de que sus ciudadanos vivan mejor, más seguros, más tranquilos, más saludables, con menos estrés y con menos zozobra y angustia.

Las palabras bonitas de los candidatos y las promesas de siempre no van a solucionar los problemas de la ciudad. Es hora de que se comprometan, y no de labios para afuera, con proyectos tangibles y útiles que respeten la naturaleza, la gente y la infraestructura. Que brinden educación y cultura sin populismo, salud sin cifras, transporte sin intereses.

Bogotá no necesita que se le digan las enfermedades que tiene, lo que requiere es que se le muestre cómo van a hacer para curarlas. No se escucha, no se nota, no se siente eses interés. Las encuestas, las cifras, los números no enamoran a nadie y sí embolatan a muchos. A los candidatos les falta un lenguaje cotidiano que todos entiendan, una actitud más centrada en los mortales comunes y no en ganarles a sus contrincantes. 

No se necesitan gritos para ganar, ni insultos ni palabras altisonantes. Tampoco se requiere que todos estén de acuerdo ni que se firmen pactos de no agresión. No se necesita que se defienda una administración que deja un muy mal balance ni tampoco que se quiera volver a los errores de las pasadas.

Bogotá no quiere ni necesita que su alcaldía apoye candidatos presidenciales y mucho menos que ella sea el trampolín para llegar al Palacio de Nariño. Están en definitiva, mal enfocadas todas las campañas, son sosas, aburridoras, poco atractivas para la gente, poco entendibles y bastante polarizantes.

Y es posible que en todos los municipios del país pase lo mismo, porque, aparentemente, lo que se busca es llegar al poder sin saber a ciencia cierta para qué, aunque los que lo pretendan sí lo tengan clarísimo.

Este país es la repetición de la repetidera. Siempre que hay elecciones es lo mismo. Lo mismo con las mismas, y lo peor de todo es que la gente, carente de cultura política, termina votando igual y, luego, quejándose igual. Tal vez ni la capital ni el país tengan remedio.

En todo caso, aún quedan unos días para recomponer el camino. Esperamos ver debates televisados que no sean amañados y que no tengan predilección por nadie. Esperamos ver a los candidatos proponiendo y diciendo cómo van a hacer las cosas y no repitiendo los diagnósticos. Esperamos una contienda electoral que sea limpia, transparente y digna de una ciudad con casi ocho millones de habitantes.

Y esperamos, sobre todo, ver a la gente votando en masa, pero haciéndolo bien, a consciencia, sin tamal ni lechona; sin amiguismos o simplemente porque el candidato cae bien o cae mal. 

No nos aburran más, queridos candidatos. No nos metan datos ni números, ni estudios, ni cifras, ni nos crean caídos del zarzo. Todo el mundo sabe a quiénes representan y a quiénes desean ayudar. Pero no estaría mal, al menos, mientras los eligen, que nos dijeran, así sea de labios para afuera, que también están preocupados por nosotros y que desean ayudarnos a salir de atolladero del tráfico, del drama de la inseguridad, del despelote de la suciedad y del desorden y del caos constante de la incultura. Necesitamos un alcalde, no un charlatán ni un precandidato presidencial.   

 

 Adenda: Los militares activos no deben votar. La Fuerzas Militares y de Policía deben obediencia y lealtad a su comandante en jefe, sea quien sea, y no deben ser deliberantes, menos en un país como Colombia en donde falta, por montones, cultura y educación política. El proyecto que busca ese voto debe olvidarse.

 

( 1 ) Comentario

  1. Estas recomendaciones a los votantes bogotanos, aunque hechos con muy buena fé, pasan sin dejar huellas, porque los que manejan los hilos del poder, el gran capital y las castas que lo ostentan, ponen a quien les garanticen seguir en sus negocios de enriquecimiento continuo. La solución del transporte masivo es una fuente segura de enriquecimiento de las castas que manejan el capital. Repito, a esta gente no les interesa el bienestar del pueblo, mejorar el ingreso per cápita, sino el provecho personal, que es la característica del capitalismo mundial.

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Mauricio Galindo Santofimio
Comun. Social-Periodista. Asesor editorial y columnista revista #MásQVer. Docente universitario. Columnista de LaOrejaRoja.