Con la decisión del gabinete del gobierno sionista de Israel, comunicada por los medios recientemente, según la cual la orden es CONQUISTAR la franja de Gaza por parte del invasor y provocar el desplazamiento de su población, se le cae la careta al infame genocida de Benjamín Netanyahu.
En efecto, toda esa basura de la legítima defensa, todo ese discurso hipócrita de la única “democracia” del medio oriente queda desmoronada, por si acaso todavía existía algún cretino que estuviera dispuesto a aceptarla, mientras van aparecido las orejas del lobo por entre la piel de oveja.
El comportamiento del régimen genocida de Netanyahu nos está mostrando que, en otro idioma, pero con los mismos actos, lo que está pretendiendo realizar, ante la mirada indiferente y cómplice de los estados occidentales, es el aseguramiento de su propio Lebensraum.
Y resulta bien paradójico que cuando estamos celebrando los ochenta años de la derrota del régimen nazi alemán, que intentó conquistar a Europa oriental, incluida la propia URSS considerada por Hitler como su Lebensraum, espacio vital, los hoy líderes políticos de las víctimas de ayer, los sacrificados y vilipendiados de entonces, los perseguidos y execrados de otrora estén utilizando las mismas prácticas y dando las mismas razones que sus verdugos.
Pero que el fascismo, disfrazado de “democracia”, torture, destroce, pulverice y someta al hambre, a la sed, a la enfermedad, al desplazamiento a un pueblo débil y pobre, empleando una de las fuerzas militares más poderosas de la tierra y asistida por la avanzadísima tecnología bélica estadounidense, no tiene por qué sorprendernos. Eso se sabía desde el momento en que los mismos Estados Unidos de América se negaron a recibir los refugiados judíos que huían de Europa donde tampoco los querían y por eso estimularon el surgimiento de la corriente política del sionismo.
Lo que verdaderamente escuece es el inmundo comportamiento de los gobiernos del resto del mundo que ahora se van a reunir en sus países a celebrar la derrota del nazismo, porque ninguno de esos Estados ha sido capaz de condenar el genocidio infame que se está cometiendo contra el pueblo palestino, mientras la ONU haciendo gala de una impotencia y de un inmovilismo sin precedentes se limita a expedir reiterados comunicados de buenas intenciones.
Cuando se trató de respaldar la incursión imperial de los Estados Unidos de América contra el pueblo de Irak, sustentada en la mentira desvergonzada de una supuesta existencia de la amenaza de aquel país con armas biológicas y de destrucción masiva que jamás tuvo, ahí sí los impúdicos regímenes Gran Bretaña, España, Francia, Alemania, entre otros, corrieron a hacerse parte en la agresión.
Esta situación pone de manifiesto, una vez más, que el Derecho Internacional y el Derecho Internacional Humanitario fueron pulverizados entre las ruinas de la ciudad de Gaza y que cada día los pueblos de la tierra están más desamparados frente a la insania y vesánica arrogancia de esta nueva versión modernizada del fascismo.
Es llegada la hora en que las clases populares de los países del sur global tendrán que tomar las riendas de sus Estados para imponer un nuevo orden, éste sí basado verdaderamente en reglas, porque de lo contrario la tiranía y el terror se enseñorearán del mundo.
